Image: Irán, al gusto internacional

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Exposiciones

Irán, al gusto internacional

Después de la Revolución

1 septiembre, 2005 02:00

The view de Shoja Azari, 2005

Com.: Octavio Zaya. Koldo Mitxelena. Urdaneta, 9. San Sebastián. Hasta el 18 de septiembre

El momento político de Irán recuerda, salvando las muchas distancias, el que vivió España en la década de los setenta; con todos los anhelos y contradicciones, como han venido a demostrar las últimas elecciones presidenciales, de una sociedad que se sale por las costuras en que ha estado encorsetada. De ahí el interés por conocer más directamente su realidad social, más allá de los tópicos, acuñados por George Bush y compañía, del "Eje del Mal", o el país sometido al fanatismo religioso. Y, desde luego, uno de los modos de hacerlo es tomar el pulso a la creación artística contemporánea, expresión siempre, pero más en tiempos de mudanza política e ideológica, de los deseos de cambio.

Después de la Revolución se suma a la serie de exposiciones sobre arte contemporáneo iraní que han sido presentadas tanto en España como en otros países europeos, aglutinando creadores de dentro y fuera del país, con la diferencia de miradas que tal combinación implica. El problema es que uno sale de la muestra con un cierto regusto americano, cuando lo que había ido a ver es justamente una exposición de arte diferente.

Un vistazo a los planteamientos esgrimidos por el comisario, Octavio Zaya, viene a reforzar esa primera impresión, al poner el acento en el hecho de que son "artistas contemporáneos de Irán" y no artistas "iraníes", en cuanto que traten una temática concreta o encuadren su actividad en un marco cultural o discursivo determinado. De las tres acepciones de lo nacional, Zaya se queda con la vecindad administrativa, negando explícitamente el valor de las otras dos. Ciertamente, esto le permite conformar una combinación de creadores y temas que, en algunos casos, como los de David Abir, Kouros Esmaeli, nada tienen que ver con lo vernáculo, lo iraní (por más difícil que resulte dar un contenido a este concepto). Pero también cae en la contradicción de agruparlos bajo un título que hace referencia explícita al momento sociopolítico de Irán para luego negarnos una lectura, incompleta, parcial, o lo que se quiera, de la situación actual de la sociedad farsi.

Lo que Octavio Zaya plantea no es una exposición sobre el arte iraní, sino una visión americanizada, occidentalizada, del arte iraní; pasada por el filtro de los intereses del llamado arte internacional (entendido como estructura de mercado). El hecho de centrar la selección de obras en la fotografía y el vídeo, que el comisario defiende como medios netamente contemporáneos, puede ser entendido, desde esta perspectiva, como una muestra más de ese aherrojar el arte, sea de donde sea, a los criterios de las grandes galerías.

El modo en que la muestra aborda el arte iraní plantea también el problema de la interpretación, a pesar de que su comisario eluda la cuestión afirmado que "el arte no comunica realidad, ni experiencia, ni historia. De hecho, el arte no comunica nada". Sin duda, uno de los problemas del arte contemporáneo es su escasa efectividad comunicativa, pero eso no quiere decir que la comunicación no sea su objetivo. Y una muestra como ésta plantea la dificultad añadida de establecer una lectura correcta ante la presencia de dos sistemas de valores que se mezclan, pero también se contradicen. Ideología y perspectiva (el hecho de vivir en el exilio, en el país o entre dos mundos) determinan códigos muy diferentes aparentemente establecidos sobre un mismo sistema de significantes.

Afortunadamente, todo lo expuesto no impide el disfrute individualizado de las obras y constatar la calidad, aunque con altibajos, de las piezas seleccionadas. Quizá uno de los trabajos más emblemáticos sea el de Shadi Gadirian, cuya serie Qajar (su trabajo de fin de carrera en la escuela de arte) consiste en una serie de retratos, compuestos siguiendo los estereotipos vigentes a comienzos del pasado siglo, en los que suma al traje tradicional femenino elementos de la sociedad moderna: aspiradoras, radiocasetes o latas de refresco. Parecida lectura puede obtenerse de la obra de Saregh Tirafkan, que plantea toda una subversión de los principios de identidad sexual a través de una mirada irónica a las tradiciones culturales de su país. O del mosaico de imágenes tomadas de las fotonovelas emitidas por la televisión iraní firmada por Farhad Moshiri.

En el extremo opuesto podríamos situar a David Abir, cuya instalación combina geometría y sonido, o el vídeo de Shahryar Nashat, rodado en Roma y centrada en el individuo, transculturalmente entendido. Y claro, la emblemática, y debatida, Shirin Neshat, representante del arte iraní en el exilio y creadora de buena parte de los mitos que manejamos sobre eso que venimos a llamar lo iraní.