Image: Keiji Kawashima y el nuevo cinetismo

Image: Keiji Kawashima y el nuevo cinetismo

Exposiciones

Keiji Kawashima y el nuevo cinetismo

Movement of a Moment

7 julio, 2005 02:00

Movimiento de un momento, 2005

Salvador Díaz. Sánchez Bustillo, 7. Madrid. hasta el 23 de julio. de 1.500 a 120.000 euros

Sería exagerado decir que la obra de Keiji Kawashima (Fukushima, Japón, 1963) inaugura un capítulo en el arte contemporáneo. No es, ni mucho menos, la primera vez que se aplica la mecánica a la escultura y la instalación, desde las primeras experiencias de arte cinético dadá y constructivistas (Duchamp, Moholy-Nagy) y sobre todo tras el mayor desarrollo de tales posibilidades en los años sesenta (Tinguely, Bury, Calder). Pero no cabe duda de que, con este artista japonés que vive en Múnich desde hace quince años, nos encontramos ante unas motivaciones distintas, que modifican nuestra manera de entender su trabajo. Físico de formación, pretende hacer visibles complejas nociones, en principio abstractas, sobre la energía y el tiempo, utilizando sencillos mecanismos en los que esas nociones y principios de la Física se hacen evidentes. El precursor, confeso, de estas obras sería el péndulo diseñado por Foucault en 1851 para probar la rotación de la Tierra. Para Kawashima, ese péndulo era una obra de arte. Se podría discutir su aseveración, pero no la cualidad no sólo artística sino también profundamente poética de sus instalaciones.

Entre el orden y el caos, que ya se ha visto en Madrid, consta de 124 ventiladores que mantienen en una orientación uniforme a otros tantos discos de aluminio, a modo de veletas. En el momento en que las condiciones de total quietud que requiere el funcionamiento perfecto de la obra son alteradas (por cualquier corriente de aire), los discos se abanican unos a otros y crean una multitud de vientos cruzados que llevan a un total desorden y a un concierto de destellos. En Movimiento de un momento, su obra más reciente, 99 enormes barras de acero dispuestas en paralelo sobre un soporte central se mueven creando un majestuoso movimiento de oleaje. En ambas, el movimiento está al servicio de la percepción de energías y de la percepción del tiempo. Del tiempo en el espacio. En la segunda instalación, que es la más impresionante, la asepsia y la estética industrial del mecanismo, de un acabado perfecto, se contradice con la aguda evocación de la Naturaleza, del movimiento del agua, que logra; el tremendo peso de las grandes piezas metálicas, con su aleteo sutil; su rigidez, con la elasticidad del movimiento; la fuerza de sus motores, que podemos escuchar, con la sensación de lentitud. Kawashima, que se mueve en los circuitos occidentales del arte, conserva rasgos definitorios de su propia cultura. Su padre fue un destacado maestro de Kendo, arte marcial que se practica con el Shinai o espada de bambú (antes de metal) y que el artista ha cultivado durante toda su vida. La disciplina, la concentración y la espiritualidad zen de este arte se han trasladado a su producción escultórica. Y, en último término, ésta no hace otra cosa que mostrar las esencias de la Naturaleza: luz, aire, agua, materia y energía.