Image: Ángeles Agrela: “Con el ordenador se pierde la frescura”

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Exposiciones

Ángeles Agrela: “Con el ordenador se pierde la frescura”

La artista se instala en el CAAC de Sevilla

12 septiembre, 2001 02:00

Ángeles Agrela se esconde, desaparece entre la gente, se funde con el cielo o con la arena de la playa. Tiene 35 años y mañana inaugura una exposición en la Zona Emergente del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo; es su primera individual en un centro de arte. En la muestra presenta tres nuevas instalaciones, Óscar Cortés, Camuflaje "Arena" y Salto al vacío; tres escenarios para mostrar el artificio, el papel de la moda y el carácter manual de su obra. Hablamos de todo esto y de su próxima llegada a Madrid.

Con un fuerte acento andaluz, mezcla de la Granada en la que vive desde hace 18 años y de su Jaén natal, Ángeles Agrela habla deprisa y segura. Hace un mes que terminó las nuevas obras (fotografías, instalaciones y esculturas), que desde mañana se podrán ver en el CAAC, y ya prepara su próximo proyecto: "Estoy trabajando con plastilina, lo cual es nuevo para mí, pero no sé lo que saldrá de esto. De momento sólo hago fotos (con una cámara digital que le acompaña siempre) y tomo notas. Ya veremos". Por lo pronto, este otoño estará en Sevilla -con tres instalaciones nuevas, una en cada sala- y, a principios de octubre, en Madrid en una colectiva con la que su galerista, Magda Belloti, inaugura nuevo espacio en la capital.

-Esta es su primera muestra en un Centro de Arte Contemporáneo y supongo que significa un gran paso en su carrera.
-Desde luego. Creo que esta exposición me puede situar muy bien en Andalucía y el hecho de que sea en un lugar como el CAAC hace trascender esta muestra más allá del ámbito regional.

-Expone ahora nuevas versiones de la serie Camuflaje que ya presentó el año pasado en la muestra Toy Stories del INJUVE, ¿cuándo empezó a "camuflarse" por primera vez?
-Bueno, no son exactamente nuevas versiones de este trabajo, sino más bien un paso más que amplía el concepto. La primera vez que hice algo así fue en la Alhambra, en el 97. Era un vestido para camuflarse entre los turistas que desbordan a diario este lugar en el que antes se podía pasear. Era una historia bastante irónica, desaparecer entre esa multitud que en realidad sólo mira donde le indica el guía.

-¿De qué se oculta?
-De nada. Esta serie me sirve para reflexionar sobre la apariencia y el engaño, con un cierto sentido del juego y la ironía. Es un intento doble, casi contradictorio, por fundirme en ese ambiente y a la vez aparecer y mostrarme en el propio movimiento. Mi mayor esfuerzo consiste en aunar las tres cosas que más me interesan: la moda, la expresión corporal y el arte. Si algo se puede decir de estas series es que tienen que ver con la homogeneización de la realidad contemporánea occidental.

Escondida en el salón

-En sus primeras series utilizó para "esconderse" la piscina, el suelo de un salón, un jardín, lugares domésticos, conocidos por el espectador, ¿cómo elige sus escenarios?
-Entonces los elegí precisamente por ser cotidianos, lugares donde, en principio, no habría que ocultarse. Pero después han llegado nuevas localizaciones, incluso montadas en el estudio, artificiales; cubículos que representan un espacio más mental que físico, como en la serie del boxeador solitario que se encuentra en el montaje del CAAC.

-En su trabajo hay siempre una dimensión teatral. Escenifica sus acciones para luego fotografiarlas pero esa fotografía no es mera documentación, es la obra en sí misma.
-Así es, y a la vez la fotografía forma parte, generalmente, de una instalación que surge ante el proyecto. Creo que la fotografía es el medio idóneo, ya que quiero congelar un momento de la acción, detenerme en el aire mientras salto contra el cielo azul o giro con un gran vestido que simula arena de una playa, mientras me rodea un rastro de arena que he lanzado al aire. La imagen detenida es la fotografía. No me servía un vídeo. Son inteligencias diferentes, la imagen en movimiento y el momento congelado.

-A pesar de que es muy común entre otros artistas de su generación, ¿usted no se ha planteado manipular sus fotografías en el ordenador?
-De momento no me interesa ese tipo de trabajo. Con el ordenador se pierde la frescura. En estas obras he querido mantener lo que tienen de manual, de trabajo casero, de artificio. Quiero que se note que lo he hecho yo, que está cosido.

-Al principio de su carrera la pintura estaba más presente, ahora sólo la utiliza al servicio de su escenografía. Como disciplina, ¿la ha abandonado completamente?
-Yo busco en cada momento la solución técnica que necesito para lo que quiero contar. Cada medio es efectivo para abordar un planteamiento. Hoy los artistas no tenemos que superar esas diferenciaciones entre los géneros, con lo que la libertad es muy grande. Se trata sólo de elegir el medio más adecuado. La pintura tiene un poder icónico muy grande, muy intemporal, y eso me vino muy bien en un determinado momento. Lo peligroso es cofundirse de medio y usar uno que no sea el adecuado sólo porque está de moda.

-Su obra tiene mucho de femenina, sobre todo en lo que se refiere a la confección textil. ¿Se siente cercana a otras creadoras?
-Me gustaría poder decir claro y alto que usar ganchillo o coser cremalleras no es algo exclusivo del mundo de la mujer. En los últimos treinta años muchas artistas han trabajado con materiales "propiamente femeninos" precisamente para descontextualizarlos, pero hoy día me gustaría pensar que la elección de los materiales tiene que ver con simples motivos de idoneidad.

El "arte de mujeres"

-Pero ha participado en colectivas con el título "arte de mujeres", ¿le gusta la etiqueta?
-La discriminación positiva es muy necesaria en otros ámbitos de la sociedad, pero aplicado al mundo de la cultura de modo erróneo puede llevar al punto de dirigir qué tipo de arte tienen que hacer las mujeres; puede ocurrir que si eres mujer y no hablas de géneros, de tu cuerpo y de tu identidad sexual no existes como artista. Mi trabajo tiene una lectura en algunos casos correcta desde ese punto de vista y eso me ha colocado en algunas de estas muestras de mujeres, de lo cual me he aprovechado porque dar a conocer tu trabajo es difícil.

-Hasta ahora ha trabajado con diversas galerías pero ninguna de Madrid, ¿cree que se puede llegar a ser un artista cotizado sin que un/a galerista madrileña le represente?
-Desde luego que estar presente en Madrid es importante porque allí sí hay un mercado, están los medios de comunicación... Pero tampoco me ha obsesionado; hay otros centros en los que también hay que estar presente, como Barcelona, dónde ya expuse con Antonio de Barnola, o Valencia. De todos modos mi trabajo se ha podido ver con regularidad en los últimos años en Madrid en diversas colectivas. Además, mi galerista Magda Bellotti va a abrir en octubre su nuevo espacio en Madrid cerca del Reina Sofía, con una colectiva en la que habrá algunas obras mías. Así que, a partir de ahora, creo que se podrá ver mi trabajo en Madrid con regularidad.

Ángeles Agrela (Úbeda, Jaén, 1966) estudia Bellas Artes en Granada (donde vive desde 1985) y realiza los cursos de doctorado en la Academia de Bellas Artes de Nápoles. Desde entonces, ha realizado varias exposiciones individuales, la primera en 1994 en el Palacio de los Condes de Gabia (Granada). Interesada por la moda y la expresión corporal, su trabajo ha evolucionado desde una primera etapa dedicada a la pintura hasta las actuales instalaciones (muchas veces de tela) y acciones fotografiadas con ella de protagonista.