Image: Etéreo y sutil Hubert Kiecol

Image: Etéreo y sutil Hubert Kiecol

Exposiciones

Etéreo y sutil Hubert Kiecol

7 marzo, 2001 01:00

Vista de la exposición de Kiecol

Galería Heinrich Ehrhardt. San Lorenzo, 11. Madrid. Hasta el 20 de marzo. De 320.000 a 8.100.000 pesetas

Si la memoria no me engaña, esta exposición de Hubert Kiecol, que es su primera individual en nuestro país, es la tercera que Heinrich Ehrhardt dedica, en su nuevo espacio, a uno de los artistas alemanes participantes en la muestra La razón revisada, comisariada por Stephan Schmidt-Wulffen, en "la Caixa" en 1989, después de Helmut Dorner y Gönther Fürg.

Nacido en Bremen-Blumenthal en 1950 y formado en Hamburgo junto a Albert Oehlen y Werner Böttner, Kiecol tuvo por maestro de escultura a Ulrich Röckriem. De Kiecol conocemos dos momentos especialmente interesantes. Aquél de finales de la década de los ochenta, en el que vimos sus agrupaciones de casas (1984), con su referencia al modelo establecido por Joel Shapiro, y su singularidad material, hechas las de Kiecol de hormigón, como de hormigón era la "nube" apoyada sobre una mesa en la obra del mismo título, fechada dos años más tarde (en la muestra que ahora comento hay una pieza de entonces). Sobresalían en el conjunto las esculturas, a medio camino entre la columna y la escalera, rematadas en ocasiones cual almenas de diminutos castillos; también un uso muy escueto de la tiza negra sobre papel en dibujos que remitían a los últimos motivos descritos. "Hubert Kiecol -escribía Stephan Schmidt-Wulffen- opera en una estrecha franja comprendida entre la representación y la autorreferencia. (...) De modo continuo, la percepción oscila entre la representación y la pura forma. El ‘tanto-como’, el ‘no-sólo-sino-también’, es el verdadero motor del arte de Kiecol".

Una década más tarde, persevera en estos aspectos, pero diría yo que de un modo más etéreo, vaporoso y sutil. La rotundidad y la presencia impactante del hormigón ha sido sustituida por la varilla de aluminio, pintada de un blanco impoluto, y que sobresale de la pared, como una imposible pieza de mobiliario, laberíntica, errática para la mirada del espectador, que adentra los ojos en sus entrecruzamientos y allí, por así decirlo, los pierde. Registro, también, un cierto cambio irónico en los títulos; así el de esta instalación, de 1999, es Please, please, please.
Las pinturas y dibujos repiten, bien en blanco y negro, bien en un dorado aplicado por superposiciones de plantillas sobre metacrilato, un motivo repetido en los últimos años, formas estrelladas que aluden, seguramente, a formaciones estelares y a cierta evocación romántica, pero también, quizá por esos "tanto-como" y "no-sólo-sino-también", a engranajes de maquinaria funcionando en el vacío.