His picture in little, 2017 (NPG)

Es una de las artistas británicas más reconocidas. Tacita Dean presenta en la National Gallery, la National Portrait Gallery y la Royal Academy of Arts de Londres tres exposiciones dedicadas a los géneros de la naturaleza muerta, el retrato y el paisaje.

Nunca antes una sola artista había acaparado tanta atención. Tampoco es fácil encontrar a alguien cuyo trabajo despierte una aceptación tan unánime. Tres instituciones londinenses del más alto nivel han sumado este año sus fuerzas para exhibir la obra de Tacita Dean (Canterbury, Reino Unido, 1965) en sus respectivos espacios, apelando en cada uno de ellos a tres de los temas en torno a los que la artista ha construido un cuerpo de obra impecable en su materialización, inapelable en su coherencia e insobornable en su ideología. Fue una idea inicial de la Royal Academy y de la National Portrait Gallery (en adelante, NPG), el pequeño museo dedicado al retrato situado detrás de Trafalgar Square, a la que se sumó más tarde la National Gallery (NG), la gran pinacoteca vecina. Acaban de inaugurarse estas dos últimas, dedicadas a la "Naturaleza muerta" y el "Retrato", y esta primavera abrirá en Royal Academy la dedicada al "Paisaje". Las tres instituciones han publicado un mismo catálogo que añade vigor a su compromiso con una de las más importantes artistas británicas del momento. Las dos exposiciones que ya pueden verse tienen un carácter muy diferente. En la NG, Dean presenta una muestra colectiva comisariada por ella con su obra en diálogo con la de otros artistas mientras que en la NPG se exhibe Dean a solas, con un formidable conjunto de filmes y alguna serie fotográfica de la artista.



Son grandes fastos en los que no sé bien si la artista se siente del todo cómoda, poco amiga de la caterva y el menudeo en los que vive instalado el sistema del arte contemporáneo, aunque ya realizó un gran proyecto de dimensiones notables en el cuartel general del espectáculo que es la Sala de las Turbinas de la Tate, con aquel alegato en favor del cine tradicional, acorralado por el afianzamiento de las herramientas digitales.



Arrastra Dean consigo la elegancia que destilan sus filmes, porosas afirmaciones de la vigencia del tiempo como valor esencial y de la duración como medida. Ninguna consistencia tendrían para la artista los tres géneros a los que ahora se dirige sin la distinción que otorga a la temporalidad como principio constitutivo de sus imágenes, lo que da sentido a un tipo de narración de la que es, en el fondo, su protagonista única. Que seamos capaces de tomar conciencia de ello, sin necesidad de ser advertidos, es el enorme legado que nos deja la artista.



Mario Merz, 2002 (NPG).

Leamos atentamente su introducción al catálogo de este ambicioso proyecto, pues en él se avanzan las analogías que Tacita Dean encuentra entre los tres géneros, articulados bajo una sintaxis común. Acude a un cuadro del paisajista británico Paul Nash, Cumulus Head (1944), un retrato de su mujer y todo un emblema de la ambivalencia. A grandes rasgos -el pequeño cuadro tiene su complejidad- el rostro de su mujer está formado por un raro agrupamiento de nubes que se apoya en una suerte de pedestal, y, por tanto, se concentran en la imagen las particularidades de cada género. Busco el cuadro en la National Gallery y no logro encontrarlo. Entiendo que formará parte de la exposición "Paisaje", que abrirá en mayo, sin tener claro si es más paisaje que retrato o naturaleza muerta.



Lo que sí vemos, en la NG, en el marco de la "Naturaleza muerta", es otro cuadro de Nash, Events on the Downs, en el que una pelota de tenis bota junto al bellísimo tocón de un árbol y con agrestes acantilados de fondo. El título ya llama a la confusión. ¿"Event"?, ¿acontecimiento? La pelota está botando, efectivamente; bota junto a un mendrugo de Chardin y un plato de ostras de William Nicholson, pero lo hace también junto a una vista deliciosa de una ventana napolitana, en la que la vida sencillamente ocurre. Tacita Dean se acoge aquí a la ambigüedad con la que damos nombre a la naturaleza muerta, que solamente en inglés se entiende como "vida detenida", y en el que lo detenido sencillamente constituye un tiempo que dura. Tiene buen ritmo esta exposición; me resultaría impecable si no fuera por la errónea elección del cuadro de Philip Guston, desproporcionado, que sacude la intimidad que tan acertadamente había fraguado Tacita.



Caminamos apenas doscientos metros hasta la NPG, donde la artista presenta, en unas condiciones fabulosas, un conjunto de retratos de ilustres artistas como Cy Twombly, Mario Merz, Merce Cunningham o Michael Hamburger. Aunque también hay una película sobre una artista en la mitad de su carrera -Julie Mehretu, que aparece en acción, subida a un andamio, trabajando en sus gigantescas pinturas- el resto nos muestra a personajes de avanzada edad y en actitud relajada, si no absorta. El retrato de Mario Merz (Mario Merz, 2002) es denso y lento, cargada su vida de años y de tiempo la imagen. También es difícil desligar este tipo de retratos del resto de géneros, pues el rostro del gigante turinés, que en el momento de ser filmado tenía 77 años, uno antes de morir, se revela como una agreste orografía, y su descanso en una luminosa tarde no parece ser distinto al de ayer o al de mañana, tal es la embriagadora quietud que lo rodea. Junto a Merz se encuentra el retrato de ese gran poeta y singular horticultor que fue Michael Hamburger. ¿No es su tierna evaluación del peso de cada manzana, su indisimulada pasión por las textura de su piel, contada desde un tenue hilo de voz, una sentida y cezanniana revitalización de lo inerte? Recordando a Cézanne, ¿no sería la montaña de Sainte-Victoire un motivo interesante para Tacita? Ahora, ¿en qué género enmarcarlo?



@Javier_Hontoria