Enrique Encabo Inmaculada Maluenda

Cineteca de Matadero Madrid, de Churtichaga y Quadra-Salcedo

Sumario: Lo mejor del año

Año sin novedades en cuento a la arquitectura salvo que la crisis sigue paralizando y determinando la actividad. Inma E. Maluenda y Enrique Encabo dan un repaso por las nuevas construcciones, los arquitectos con proyectos fuera y los que este 2012 se fueron.

No es posible codificar un año en arquitectura: los tiempos en la disciplina son largos y la convención del corte es tan solo una ficción de relato. De ahí a las conclusiones, pues, hay un abismo. Aunque en 2012 se adivinan más continuidades de hilos previos que alteraciones significativas. La crisis sigue funcionando como unidad de medida: se construye, emigra, legisla y reflexiona contra la crisis.



Balanza comercial

Lo público adelgaza sin freno. Justo cuando ADIF se replantea qué hacer con sus estaciones de larga distancia, Ábalos + Sentkiewicz han terminado la Intermodal de Logroño, un paisaje topográfico que permite (junto a proyectos como el realizado por MTM en la Autónoma de Madrid) adivinar formatos ciudadanos menos jerárquicos y más abiertos. El Instituto Nacional de Estadística habla de una caída de obra nueva superior al 70% en el último lustro, mucho más atenuada en el sector de la rehabilitación. 2012 deja obras importantes en este apartado: desde el aún inédito Centro Medialab-Prado de Langarita-Navarro y la Cineteca de Churtichaga y Quadra-Salcedo o la Casa del Lector de Ensamble, ambos en Matadero Madrid, a las restauraciones del Hipódromo de la Zarzuela de Junquera Arquitectos o la cubierta triangulada para el Molinete, en Cartagena, de Amann, Cánovas y Maruri, Premio Nacional de esta categoría.



Cubierta para el Molinete en Cartagena, de Amann, Cánovas y Maruri.

Nuestra arquitectura busca fuera lo que la economía doméstica le niega: al nuevo Rijksmuseum de Cruz y Ortiz se suman propuestas como las de Elvira, Murado y Krahe en Trondheim (Noruega), Carlos Arroyo (Bélgica), Calderón-Folch-Sarsanedas en Chauffailles (Francia) o Josep Lluís Mateo en la Galería Nacional de Praga. Se trata de un flujo creciente, como también demuestran los concursos ganados por AV62 en Bagdad y Kabul.



Las políticas de Israel (tras responder a la ONU con la construcción de 3.000 hogares) o de España (al plantear la concesión del permiso de residencia con la adquisición de una vivienda) parecen opuestas en su formulación, pero se sirven de la misma moneda de cambio: la casa, que nunca fue inocente, y este año lo es menos si cabe. La sentencia del Tribunal Supremo anulando 22 desarrollos urbanísticos en Madrid o la propuesta del Sareb para demoler sus activos tóxicos formulan pentimenti para una ucronía feliz, como si nunca nos hubiésemos equivocado.



Escaravox, de Andrés Jaque

Laureados, ungidos, ausentes

En Venecia, bajo el epígrafe Common Ground, la Biennale de David Chipperfield fracasó estrepitosamente en su intento de reconciliar al público con una profesión encantada de haberse conocido. La VIII Bienal Iberoamericana propuso en Cádiz un formato más modesto y fructífero, fomentado el debate y reduciendo la exhibición. En Londres, los Juegos Olímpicos dejaron un regusto insípido, sin marcas reseñables.



El Pritzker vino con sorpresa (relativa) desde China: Wang Shu. En España, la Medalla de Oro de Arquitectura se otorgó a Javier Carvajal, tantos años orillado. El Príncipe de Asturias a Rafael Moneo fue visto por el propio arquitecto como estímulo para una profesión deprimida. Moneo, al tiempo, finalizaba en San Sebastián su Iglesia del Iesú, con un supermercado a sus pies; una mezcla que formularía Andrés Jaque, quien ha expuesto en el MoMA e intervenido en el Pabellón Mies en Barcelona, mientras inauguraba en Matadero Madrid sus pequeños hipódromos culturales, los Escaravox. Se puede considerar, por tanto, que le corresponde una porción del premio FAD que reconoció la excelencia del conjunto.



El año, en sus despedidas, ha sido desgraciado: nos han dejado, entre otros, Luis Moreno Mansilla, Manuel de Solà-Morales, José Mª Rodríguez Pastrana, Gae Aulenti, Lebbeus Woods, Alan Colquhoun y Oscar Niemeyer, cuyas exequias nos han hecho recordar que un arquitecto puede ser, también y todavía, querido y respetado. Frente a los exabruptos de algún político, asombra recordarlo.