"De la historia del arte robo todo lo que puedo", decía Juan Muñoz (Madrid, 1953-2001). Honesto, enigmático e irreverente, el escultor madrileño siempre admitió que cogía de los artistas del pasado lo que quería, lo que necesitaba. "No tengo problema en reconocer que la Dama de Baza es tan importante para mi obra como un tubo de neón".
Visitante habitual del Museo del Prado, sus paseos por los grandes clásicos de la pinacoteca fueron una fuente de inspiración para sus inquietantes y teatrales esculturas contemporáneas.
Entre Velázquez y Goya, Muñoz estableció un diálogo y una admiración que busca reflejar la exposición Juan Muñoz. Historias de Arte, comisariada por Vicente Todolí, ex director de la Fundación Serralves, del IVAM y de la Tate Modern de Londres, para quien Muñoz "era un artista fundamentalmente libre", que rechazaba el "puritanismo y el dogma minimalista", y no pedía permiso a nadie.
Desde muy joven el artista, fallecido a los 48 años, "hizo del Museo del Prado una prolongación de su taller donde se encontró con algunos de los maestros que conformarían su universo creativo", ha explicado el director de la pinacoteca, Miguel Falomir, durante la presentación de la muestra, que se podrá visitar hasta el próximo 8 de marzo en las salas C y D del edificio Jerónimos.
“En cierta medida, esta exposición es su retorno a casa”, ha añadido Alfonso Palacio, director adjunto de Conservación e Investigación de la pinacoteca, quien cree que esa inspiración era más bien “una apropiación desprejuiciada” de elementos de artistas a los que admiraba y que fueron sus maestros.
La exposición, que incluye 40 de sus obras entre esculturas, pinturas y dibujos, demuestra cómo fue un escultor que se alimentó de la pintura —incluso llegó a decir que le interesaba más—intentando que su obra conservara los elementos ilusionistas.
Imagen de las salas de la exposición 'Juan Muñoz. Historias de Arte'. Foto: ©Museo Nacional del Prado/Luis Asín.
El escultor madrileño se valió de la armonía del renacimiento, el movimiento congelado del manierismo y el barroco teatral de Bernini y Borromini. para configurar sus obras. "Creo que a los grandes artistas del barroco se les pedía lo mismo que a los artistas modernos: construir un lugar ficticio. Hacer el mundo más grande de lo que es", consideraba.
La interacción de Muñoz, uno de los escultores más singulares del arte contemporáneo, con la colección del Prado no ha sido fácil.
Algunas de las piezas del artista estaban diseñadas para exponerse en la calle, concretamente en Oporto, por lo que para instalarlas en un recinto cerrado la organización se ha "preguntado qué y cómo lo hubiera hecho Muñoz en el Prado", ha asegurado Todolí.
Las piezas de Muñoz tienen la capacidad de apropiarse del espacio, estableciendo un juego donde el espectador se convierte en escultura y las esculturas en espectadores.
Su atrevida manera de entrelazar referencias de distintos momentos de la historia del arte refuerza esa atmósfera híbrida y teatral.
Instalación de las obras de la exposición 'Juan Muñoz. Historias de Arte' en la sala 12 del edificio Villanueva del Museo Nacional del Prado. Foto ©Museo Nacional del Prado.
Es el caso de Trece riéndose unos de otros, obra situada en el exterior del museo. Así, Muñoz busca “un sitio entre la quietud y el movimiento” para sus esculturas, logrando que el visitante participe activamente en el universo ilusionista y narrativo que define su obra.
Este juego de espejos se hace aún más patente frente a obras maestras del Prado, como Las meninas de Velázquez, donde la escultura Sara con mesa de billar representa una niña que parece mirarse a sí misma a través del cuadro.
Muñoz crea escenas congeladas en el tiempo, habitadas por muñecos, figuras de trapo y personajes circenses. Para Todolí, parte de la magia y fascinación de las obras de Muñoz se debe a que son personajes “de un misterio insondable, aislados consigo mismos y que en ningún caso dialogan con el observador”.
Consciente del efecto que producían sus esculturas, alienadas y perturbadoras, el propio Muñoz aclaró en su momento: "Es violento, pero no quieren asustarte. No son inquietantes para favorecer tu terror, están entre ellos diciéndose algo a sí mismos”.
