El Gran Museo Egipcio (GEM), ubicado frente a las inmortales pirámides de la meseta de Guiza, está a punto de convertirse en el nuevo faro del patrimonio faraónico. Tras décadas de retrasos, reconstrucciones constantes y ajustes políticos y logísticos, su inauguración definitiva parece haberse fijado, superados múltiples aplazamientos, el próximo 1 de noviembre de 2025. Pero, aunque el museo aún no se ha abierto totalmente, ya se puede recorrer una porción significativa de su estructura y contenidos gracias a una fase experimental de apertura con doce salas principales.
Así, el visitante, aun antes de existir de manera oficial, ya ha podido comprender que este proyecto no aspira únicamente a renovar un museo, sino a redefinir la relación de Egipto con su propio pasado y con el mundo que lo observa. El monumental proyecto es una declaración de intenciones, un mensaje dirigido al resto de museos del mundo que aún conservan, lejos del Nilo, algunas de las piezas más emblemáticas del antiguo Egipto.
Durante décadas, esas instituciones han justificado la no restitución de tales obras apelando a la supuesta falta de medios e infraestructuras de conservación en el país de origen. El Gran Museo Egipcio, con su escala colosal, sus tecnologías de vanguardia y sus estándares internacionales de preservación, pretende desmontar de una vez por todas aquel argumento.
Basta cruzar su umbral para sentir que se entra en algo más que un museo: en una puesta en escena grandiosa del pasado faraónico. La luz, tamizada por sus ventanales de geometría piramidal, el eco de los pasos de los miles de visitantes sobre la piedra clara y las voces que se elevan y resuenan en los muros interminables componen una atmósfera de solemnidad casi ritual. Un nuevo templo erigido por Egipto para custodiar su legado y su memoria.
En el gran atrio central se ha colocado una de las primeras piezas de impacto: la gigantesca estatua de Ramsés II, que ya fue trasladada en 2018 desde el centro de El Cairo en una operación de ingeniería delicada. Siete años lleva esperando de pie, en medio de un estanque, que llegara este momento. Esta estatua –de decenas de toneladas– se erige como anfitrión que da la bienvenida a la casa de los antiguos faraones. Su presencia, imponente y serena, marca el tono de lo que está por venir.
El monumental proyecto es una declaración de intenciones, un mensaje dirigido al resto de museos del mundo
Desde allí arranca la famosa Gran Escalera, que asciende varios niveles hasta alcanzar el gran mirador del plateau de Guiza. Esta rampa escalonada funciona también como una “galería vertical” de piezas escultóricas, estelas y colosos alineados en sucesión, permitiendo mantener la vista hacia las pirámides mientras el visitante gana altura.
La escalera se convierte en un eje de circulación (también mecanizado para los menos aptos o dispuestos) y en un relato arquitectónico activo: subir significa remontar siglos y prepararse para alcanzar el origen de todo.
Otra característica notable es la iluminación natural cuidadosamente controlada, gracias a grandes ventanales y lucernarios que filtran luz cenital y lateral en todo el complejo, permitiendo que algunas piezas sean contempladas en condiciones atmosféricas más plenas que en museos tradicionales.
Vista de la Gran Escalera. Foto: Gran Museo Egipcio
El núcleo del museo –al menos en su parte ya accesible al público– se organiza en doce galerías principales que conforman un recorrido cronológico y temático por la historia del antiguo Egipto. El itinerario avanza desde el Egipto Predinástico y el Periodo Arcaico hasta la etapa ptolemaica y romana, pasando por los Reinos Antiguo, Medio y Nuevo, dispuestos en una elegante cuadrícula expositiva.
Cada uno de los cuatro grandes bloques cronológicos se divide, a su vez, en tres secciones temáticas –sociedad, reyes y dioses– que vertebran la narrativa del conjunto. En ellas se integran esculturas monumentales, relieves, vasos, joyas, ajuares funerarios y objetos de la vida cotidiana, en una puesta en escena que combina la religión, la administración, el arte y las creencias que dieron forma a la civilización faraónica.
El objetivo está más que cumplido. Las nuevas salas del Gran Museo Egipcio demuestran que Egipto ha alcanzado los estándares internacionales más exigentes en conservación, museografía y narrativa visual. Cada espacio combina criterios expositivos contemporáneos con un profundo respeto por la solemnidad del pasado.
Las vitrinas –de líneas limpias y climatización controlada– se integran con elementos multimedia, proyecciones envolventes y recursos interactivos que permiten comprender las piezas más allá de su mera contemplación. La luz, cuidadosamente modulada, guía la mirada del visitante y crea atmósferas que alternan el asombro con la intimidad e invitan a recorrer la historia egipcia con una claridad pedagógica inédita hasta ahora en el país.
Imagen del imponente vestíbulo. Foto: Gran Museo Egipcio
En algunas galerías, las pantallas táctiles muestran las fases de manufactura o restauración de los objetos; en otras, los proyectores recrean los contextos originales en los que fueron hallados, devolviendo vida a tumbas, templos y talleres. El visitante ya no es un espectador pasivo, sino un viajero inmerso en la experiencia.
Tutankamón –con las auténticas joyas de la corona del museo– aguarda todavía su inauguración definitiva, prometiendo elevar el asombro a una nueva escala. Según las estimaciones oficiales, la galería del joven faraón reunirá por primera vez las 5.398 piezas descubiertas hace más de un siglo por Howard Carter, trasladadas desde el veterano Museo Egipcio de Tahrir.
Con más de mil millones de dólares, este coloso es una de las inversiones culturales más grandes de la historia
En los últimos meses se ha avanzado en la fase final del traslado de las pocas piezas que aún permanecen en el viejo museo. Entre ellas, el trono ceremonial del faraón, sus vasos canopos y, por supuesto, su inconfundible máscara de oro, icono absoluto del Egipto faraónico. Las autoridades han señalado que este proceso marca el último tramo de los preparativos para la gran inauguración, aunque no exento de retos.
El mayor quebradero de cabeza para los conservadores lo representa un objeto en apariencia menor: el abanico de plumas de avestruz que acompañaba al rey en su tumba. Su extrema fragilidad –las plumas, originales de hace más de 3.300 años, se encuentran al borde de la desintegración– ha obligado a diseñar un sistema especial de transporte y conservación con atmósfera controlada, que retrasa la mudanza de la colección completa.
Se espera que la futura sala de Tutankamón ofrezca una experiencia inmersiva sin precedentes. Los espacios estarán dominados por la penumbra y la luz dirigida, con focos cuidadosamente modulados que revelarán los detalles del oro, la madera o el lino como si emergieran de la oscuridad del Valle de los Reyes.
Las vitrinas, herméticas y anticontaminación, mantendrán un microclima estable mediante sensores invisibles que regulan temperatura y humedad, mientras las proyecciones y recursos audiovisuales situarán al visitante dentro de la historia del joven rey, de su breve reinado y del destino de la tumba que lo convirtió en leyenda.
Vista de una de las salas principales. Foto: Gran Museo Egipcio
Otro de los esperados atractivos del GEM serán los barcos solares de Keops, datados en torno al 2.500 a. C. El primero de estos barcos fue excavado en 1954 junto a la Gran Pirámide y reconstruido posteriormente. Una monstruosa embarcación de 43,4 metros de eslora y 5,9 de manga que, durante décadas, fue exhibida en un pequeño museo junto a la pirámide en Guiza (el Giza Solar Boat Museum), hasta que fue desmontada y trasladada al GEM en agosto de 2021.
En su nuevo emplazamiento, el barco solar se integrará a salas especiales acondicionadas con control climático extremo y exhibiciones interpretativas (maquetas, vídeos explicativos, recorridos modulados) que permiten contemplar su estructura interna y su significado religioso. En el antiguo museo de Guiza, el visitante podía ascender mediante plataformas tridimensionales para ver el casco desde distintos ángulos, algo que se espera replicar con mejoras en el GEM.
Otra de las nuevas salas del GEM. Foto: Gran Museo Egipcio
Adicionalmente, se ha prometido incluir el hasta ahora inédito segundo barco solar asociado a la necrópolis de Keops, aún en fases de restauración y exhibición especial. El resultado será un espacio dedicado tanto a la tecnología naval antigua –la técnica de ensamblado sin clavos, el uso de madera de cedro del Líbano, técnicas de estanqueidad–, como también a la cosmovisión funeraria del faraón que debía surcar los cielos con Ra.
El Gran Museo Egipcio no es hijo, desde luego, del azar ni de la prisa, sino fruto de más de dos décadas de perseverancia. Concebido en los años noventa, diseñado entre 2003 y 2005 y levantado a partir de 2005 por el consorcio Orascom-BESIX, este coloso ha requerido una inyección estimada en más de mil millones de dólares. Una de las inversiones culturales más grandes de la historia.
En su camino se interpusieron crisis económicas, convulsiones políticas, demoras técnicas y hasta una pandemia, que fueron aplazando su inauguración una y otra vez. Pero cada retraso permitió afinar el proyecto, dotarlo de mayor precisión técnica y convertirlo en un modelo de conservación y museografía contemporánea.
Hoy, tras tantas fechas pospuestas y expectativas acumuladas, el museo se alza finalmente como el mayor espacio dedicado a una sola civilización en toda la historia. Su apertura parcial es ya una promesa cumplida; su apertura total, un acto simbólico de restitución. El GEM ya custodia el legado faraónico y lo devuelve desde Egipto con orgullo y autoridad.
Sus escaleras ascienden hacia la luz, los barcos de Keops aguardan a volver a navegar por el cielo y el joven Tutankamón se prepara para recibir, una vez más en su eternidad, la mirada del mundo. Egipto abre sus puertas al futuro, erigiendo en piedra y cristal su propio monumento al tiempo.
Tito Vivas es doctor en Egiptología, viajero y divulgador, autor de libros como El viaje de un egiptólogo ingenuo (Ediciones del Viento, 2015) y Tutankhamon, Howard y yo (Ediciones del Viento, 2022), entre otros.
