Como Leonardo y Miguel Ángel, Picasso y Matisse o Degas y Manet. La rivalidad entre J. M. W. Turner (Londres, 1775) y John Constable (Suffolk, 1776) era la comidilla de los corrillos artísticos ingleses del siglo XIX.
Turner, excéntrico, reservado y mujeriego, vivía en Covent Garden, en el bullicioso centro de Londres. Constable, afable, sociable y padre de siete hijos, se refugiaba en la campiña inglesa. Tan distintos entre sí, como similitudes tienen sus obras, llenas de cielos grumosos, olas furiosas y nubes coloridas.
Ambos venerados en Reino Unido, la Tate Britain de Londres acogerá la primera exposición conjunta de los artistas británicos.
Con más de 170 pinturas y grabados, la muestra Turner y Constable: Rivales y Originales se enmarca en el 250 aniversario del nacimiento de ambos, que se produjo con tan solo un año de diferencia.
La exposición, que se podrá visitar desde el 27 de noviembre de 2025 al 12 de abril de 2026, ahondará en cómo se abrieron paso en el competitivo mundo del paisajismo, género infravalorado en el siglo XIX respecto a la pintura histórica, religiosa o mitológica.
'Wivenhoe Park', Essex. 1816, John Constable.
Turner recorrió Europa en busca de nuevas luces y atmósferas —en Italia pintó algunas de sus mejores obras —, mientras que Constable permaneció fiel a la campiña del este de Inglaterra, que retrató incansablemente.
Los críticos de arte compararon sus pinturas con un choque entre "el fuego y el agua", avivando la rivalidad entre ambos, instruidos en la Royal Academy of Arts de Londres.
Turner ingresó precozmente a los 14 años, siendo el alumno más joven en exponer, y Constable diez años después, ya en su veintena.
Turner fue un prodigio dentro de la institución, llegando con el tiempo a ser profesor, consejero e incluso presidente en funciones, pero Constable tuvo que esperar hasta los 52 años para ser admitido como académico de pleno derecho.
En la Academia tuvo lugar algunos de sus encontronazos más famosos. En 1831, Constable, que formaba parte del comité encargado de decidir la disposición de las obras, aprovechó su posición para colocar su Salisbury Cathedral from the Meadows en un lugar central y privilegiado, relegando un cuadro de Turner a un rincón menos vistoso.
Cuando este se enteró, se indignó y le preguntó por qué había movido su obra, a lo que Constable —quien llegó a decir que los cuadros de Turner solo servían para "escupirles encima"— respondió que así la suya tendría mejor luz. "¿Y por qué pusiste la tuya en el lugar principal?", replicó Turner.
Un año después, Turner obtuvo su venganza durante el "Día del barniz" de 1832, cuando los cuadros de ambos colgaban juntos. Constable llevaba años trabajando en The Opening of Waterloo Bridge, lleno de toques rojos.
Y Turner, viendo que su lienzo, Helvoetsluys, quedaba apagado con sus tonos verdes y grises, le dio in situ una mancha roja que transformó en una boya.
"Turner ha estado aquí y ha disparado su pistola", exclamó Constable al ver cómo su coetáneo le robaba todo el protagonismo con ese pequeño toque de color.
'Helvoetsluys; la ciudad de Utrecht, 64, Hacia el mar', 1832. Turner.
Estos pequeños rifirrafes entre artistas eran habituales en la Royal Academy of Arts, que buscaba elevar el estatus de los creadores a través de concursos y exposiciones. Los pintores al óleo tenían más facilidades para exponer, más reconocimiento y mayor libertad, mientras que acuarelistas y escultores lo tenían todavía más complicado.
Con los gremios antiguos ya superados y la fotografía aún por llegar, los óleos británicos, como los de Turner y Constable, reinaban en la escena artística y contribuyeron a que hoy el paisaje sea reconocido como un género mayor.
Aunque la naturaleza era la protagonista de sus lienzos, ambos la capturaban de forma distinta. Se decía que Turner, aventurero empedernido, con solo mirar las nubes sabía si iba a haber tormenta. Se quedaba a campo abierto a esperarlas con el fin de capturar con sus ojos, aquellos matices que luego plasmaría en sus cuadros.
Incluso cuenta la leyenda que se llegó a atar al mástil de un barco en plena tormenta oceánica durante horas para poder observar las formas y los colores de las nubes. Verdad o mentira, se ganó el mote de cazador de tormentas y de pintor de la luz.
Constable no era tan atrevido, sino meticuloso y sereno. Prefería observar la naturaleza desde la calma de su Suffolk natal, donde repetía los mismos caminos y prados para estudiar cómo cambiaban los cielos de una hora a otra.
'Tormenta sobre el mar',1824-1828, John Constable.
Admirado también por los románticos, Constable fue apodado el pintor de nubes por sus centenares de estudios al óleo del cielo —entre los que se incluyen numerosas tormentas—, muchos de ellos acompañados de notas sobre el clima, la luz y el viento.
Algunas de estas anotaciones y borradores se exhibirán en la muestra, que también contará con otros objetos, como su caja de pinturas y su silla de dibujo.
También acogerá algunos de sus cuadros más emblemáticos como The White Horse (1819), así como con obras prácticamente inéditas, como The Burning of the Houses of Lords and Commons (1835) de Turner, propiedad del Museo de Arte de Cleveland (noroeste de EE.UU.) y que no se ha visto en el Reino Unido por más de un siglo.
Con su trazo realista y sus paisajes naturalistas, tanto Turner como Constable fueron precursores del impresionismo francés. Monet confesó sentirse fascinado por la manera de “pintar la luz misma” de Turner, de cuyos cuadros extrajo inspiración en sus visitas a Londres.
Tras la muerte de su padre, Turner, que vivió hasta los 77 años y pintó hasta el final de su vida, se sumió en la soledad y su pintura se volvió cada vez más experimental, al punto de rozar la abstracción en algunos trabajos tardíos.
Obras como Tormenta de nieve sobre el mar (1842), Lluvia, vapor y velocidad (1844) o Crepúsculo sobre un lago (1845) parecen anticipar la desmaterialización y el cambio de tonalidades que décadas después explorarían artistas como Kandinsky y Rothko.
Hoy, las obras más valoradas del artista son estas piezas borrosas de manchas de colores en las que la noción de forma se disuelve.
La mayoría ya se encontraban en la Tate, que conserva más de 300 óleos y cerca de 30.000 obras en papel (acuarelas, bocetos y dibujos) legadas por Turner en su testamento. Ahora, por primera vez, podrán contemplarse en diálogo con las de Constable.
