Es la mayor exposición de Joan Miró organizada en Baleares. Con más de cien obras repartidas en cuatro sedes, abarca casi toda la trayectoria del artista: desde 1916 hasta 1981, a través de más de un centenar de obras entre pinturas, esculturas, obra sobre papel, documentos y objetos.
Los comisarios de Paysage Miró en Mallorca, Carmen Fernández, David Barro, Antònia Maria Perelló y Fernando Gómez de la Cuesta, a los que se suma el director de la Fundación Miró de Barcelona, Marko Daniel, trazan una cartografía del artista para ayudarnos a recorrer su imaginario.
Además, los cinco seleccionan para El Cultural una de sus obras favoritas del artista, la que acompaña estos textos.
Joan Miró: 'Oiseau lunaire', 1966. © Successió Miró, 2025. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Poética de la materia
Carmen Fernández, conservadora de Escultura del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
La escultura de Joan Miró constituye una de las aportaciones más singulares y radicales del siglo XX. Se trata de una práctica profundamente meditada en la que confluyen el automatismo poético, la invención formal y una extraordinaria exigencia técnica.
Lejos de ser secundaria, la escultura fue para Miró un medio privilegiado para materializar su mundo visionario, la exposición de La Llotja conjugada con las otras cuatro sedes es una de las mejores oportunidades que tendremos para verlo.
Su implicación en los procesos de fundición fue total: escogía cada taller por la calidad específica de sus pátinas y seguía de cerca todas las fases del trabajo, desde el molde hasta el acabado final.
Las obras presentadas –con su densa y matizada pátina oscura– son elocuentes ejemplos de una poética de la materia que busca trascender lo objetual y rozar lo mítico.
A través de personajes, cabezas, pájaros solares o maternidades, articula un repertorio de formas metamórficas, ambiguas, que remiten a lo arcaico, a lo cósmico, a una suerte de religiosidad sincrética.
Son esculturas que nacen del contacto con la tierra, con lo orgánico, pero que aspiran a devenir signos universales, dotados de una potencia simbólica inusitada.
Joan Miró: 'Chevaux en fuite par le vol de l'oiseau-terreur', 1976. © Successió Miró, 2025. Col·lecció Serra. Es Baluard. Foto: David Bonet
Radicalmente pictórico
David Barro, director de Es Baluard Museu
Pintar entre las cosas, en Es Baluard, plantea a Miró como una figura clave para repensar la historia de la pintura. Desde los años 20, reivindica un arte conceptual, donde lo natural es punto de partida y no de llegada, y declara su voluntad de “asesinar la pintura”.
Para él, cualquier objeto o imagen puede ser artístico. Se muestra como un artista que observa el mundo desde una perspectiva radicalmente pictórica.
Su aproximación visual, siempre intensa y enigmática, pone en cuestión los límites del medio: desdibuja el espacio tradicional del cuadro, subvierte las convenciones y altera escalas, direcciones y sentidos.
Esta actitud le lleva a experimentar con la posición y disposición de las obras, pero también a intervenir con violencia la superficie cuestionando así la pintura desde dentro.
Miró nunca improvisaba, pero deseaba una experimentación sin ataduras. Su obra surge de una metodología rigurosa abierta al azar, al dibujo infantil y a lo primitivo.
Consciente del poder del color y de la vibración visual, desde sus paisajes de Mont-roig hasta sus obras más radicales, Miró desafía nuestras categorías. Porque, como dijo Joan M. Minguet i Batllori, Miró fue siempre más moderno que sus intérpretes.
Joan Miró: 'Femme, oiseau, étoile (Homenatge a Pablo Picasso)', 1966-1973 © Successió Miró, 2025. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Divino azar
Antònia Maria Perelló, directora de la Fundació Miró Mallorca
Joan Miró concebía el azar como motor esencial del proceso artístico. Hablaba del “divino azar” y de los accidentes como chispas generadoras de sentido. Esta actitud, lejos de ser anecdótica, estructura su aproximación al arte como una exploración abierta, donde objetos encontrados, fragmentos visuales y elementos naturales activan conexiones poéticas inesperadas.
Su llegada definitiva a Mallorca en 1956 y la adquisición de Son Boter en 1959 marcan un momento de introspección y renovación. Allí, como en Mont-roig o en el Taller Sert, Miró habita y transforma sus espacios con imágenes, recuerdos y materiales heterogéneos, configurando un universo simbólico propio.
Los muros de Son Boter exhiben grafitis que anticipan sus esculturas, mientras estanterías y paredes se llenan de siurells, piedras, figurillas y recortes, evocando las Wunderkammer clásicas.
Conceptualmente, este acopio se acerca al Atlas Mnemosyne de Aby Warburg: una constelación de signos y asociaciones que no pretende ordenar, sino estimular la imaginación. A diferencia del enciclopedismo de Gerhard Richter, en Miró domina lo instintivo y fortuito.
Joan Miró: 'Femme en transe par la fuite des étoiles filantes', 1969 © Successió Miró, 2025. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Interroga más que responde
Fernando Gómez de la Cuesta, director del Casal Solleric
Joan Miró afirmaba que el tiempo no contaba en su obra, es algo que apreciamos en los pequeños universos que hemos concebido para el Casal Solleric. Más que una evolución lineal, su trabajo se articula como una constelación de ideas recurrentes que dialogan entre sí.
El color y su sombra se plantea desde esta perspectiva, eludiendo una narración cronológica para destacar las correspondencias internas entre su pintura y su escultura, y, revelar cómo ambas se nutren de un mismo impulso poético.
No busca reproducir el mundo, sino reinventar sus signos. Transforma el lenguaje plástico en una gramática propia que hace visibles fuerzas invisibles: el sexo, el misterio, lo ancestral. Para él, la mujer, el pájaro o la estrella no son representaciones, sino vehículos simbólicos, umbrales hacia otra realidad.
Miró tiende a la simplificación formal como intensificación de sentido. Lo primitivo no es en él una nostalgia, sino una potencia que le proyecta hacia el presente. Por eso su arte interroga más que responde: cada forma es ambigua, deliberadamente enigmática.
Joan Miró: 'Autorretrato', 1937-23 de febrero 1960. © Successió Miró 2025
Más allá de lo evidente
Marko Daniel, director de la Fundació Joan Miró de Barcelona
Lo más asombroso de Miró es el contraste entre su profunda timidez y la radicalidad indiscutible de su obra. En el terreno humano, fue un hombre silencioso y reservado. Sin embargo, en el ámbito artístico, ejerció una influencia decisiva, capaz de quebrar las convenciones establecidas.
Su convicción como artista era tan firme que, de joven, pidió a sus amigos que conservaran sus cartas, diciéndoles que un día serían importantes. Intuía, con razón, la trascendencia de su trayectoria.
Lo que más me conmueve es su mirada. No lo conocí, pero en cada fotografía suya se percibe una intensidad que observa más allá de lo evidente. Esa dualidad entre la contención y la lucidez define su posicionamiento artístico: logra generar un impacto profundo y transformador en el arte manteniendo su vigencia hoy.
Como testimonio de esa mirada profunda, destaco su Autorretrato, iniciado en 1937 durante su exilio en París. Apenas tiene color, pero transmite una fuerza espiritual. En 1960, Miró retoma la obra.
Encarga una copia y la transforma con trazos gruesos y gestuales. Así, el rostro particular se convierte en figura universal. Del retrato íntimo surge una imagen arquetípica, síntesis de su evolución artística.
