Teresa Lanceta en el IVAM

Teresa Lanceta en el IVAM

Arte

Teresa Lanceta, el largo adiós a la inocencia

Del barrio chino de Barcelona en los 70 a sus primeros viajes a Marruecos, así ha sido la trayectoria de esta corredora de fondo que hoy ha obtenido el Premio Nacional de Artes Plásticas.

11 septiembre, 2023 22:35

Recibo alrededor de las 15 horas la primera noticia de la concesión a Teresa Lanceta del Premio Nacional de Artes Plásticas, y confieso que lo recibo con gran alegría. De pronto recuerdo las distendidas sesiones de videollamada que mantuvimos en 2020, durante las largas jornadas de confinamiento. Preparábamos con ellas una amplia entrevista que se nos fue de las manos y que terminó derivando en una monografía que recorre cinco décadas de trabajo ininterrumpido. Lo de Teresa Lanceta es ya una carrera de fondo, de resistencia si se quiere, que en la última década ha dado por fin muchos de los frutos que hasta entonces se le habían negado.

Lo de Teresa viene de lejos, quizás de la infancia y del contacto con la posguerra a orillas del Ebro, un río regado con la sangre y las historias anónimas de miles de soldados con las que ella se reencontró muchos años después. Pero también de su llegada a Barcelona a comienzos de los 70, de la vida en el Barrio Chino, una vida compartida con la bohemia y las familias gitanas que lo habitaban: “La fascinación que sentía por algunos gitanos y, especialmente, por las mujeres gitanas, muchas muy amigas, era parecida a lo que ellas sentían por mí, esa mujer paya que se les entregaba. La noche era una fiesta tras otra, vivían de bailar, cantar y tocar la guitarra y yo los acompañaba”, me decía en una de aquellas sesiones.

Pero por aquellos años, además del flamenco se cruzaron en el camino de Lanceta algunas personas que hoy sonarían a ficción. Buen ejemplo son los encuentros con el anarquista Llum de la Selva en su finca el Jardí de l'Amistat de Sabadell; o la figura de Bert Flint, un holandés que llegó a España en 1954 con la finalidad de estudiar un Siglo de Oro que finalmente encontró en Marruecos. De Flint recibió Lanceta la primera invitación para recorrer las zonas que él había investigado. Y así cruzó ella aquel estrecho que a posteriori, ávidos de aire fresco, cruzarían muchos en la misma dirección. Pero también cientos de miles en dirección contraria, casi todos con menor fortuna.

Vista de la exposición de Teresa Lanceta en el IVAM. © Miguel Lorenzo / IVAM

Vista de la exposición de Teresa Lanceta en el IVAM. © Miguel Lorenzo / IVAM

Sobre esto, muchos años después, en Adiós al rombo (2016), la tercera exposición de una trilogía que Lanceta se prometió a sí misma hacer con todo aquello, publicaba “Rosas Blancas”, un texto que abre el catálogo y que “advierte de la aceptación complaciente de los hechos culturales y de la facilidad con la que absorbemos el patrimonio de otras culturas, mientras nos desembarazamos de sus creadores". Una frase que define a la perfección las preocupaciones de Teresa, “un adiós a la inocencia, adiós al acercamiento a un patrimonio vaciado de seres humanos". Porque para quien todavía no haya reparado, todos los libros de Teresa Lanceta incluyen textos propios, relatos de una dureza y una alegría que abruman, y que permiten comprender la magnitud de su relato, de eso que ella decidió empezar a contar algún día

Llamo a Teresa para felicitarla y, más allá de una alegría que no consigue disimular, apenas tarda unos segundos en acordarse de tanta gente a la que ha logrado implicar a lo largo de todo este tiempo (ellas y ellos saben quiénes son, y hoy lo estarán celebrando). Sé que achaca a su buena suerte los éxitos y hallazgos que ha ido conquistando, pero no es cuestión de fortuna, puesto que tras esta inusitada trayectoria se esconden factores no habituales en un contexto dejado cada vez más a la tendencia y la inmediatez.

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Teresa opera desde la generosidad, y sus tiempos no se adscriben a estas dinámicas, ni tampoco su actitud varía demasiado llame quien llame. El modus operandi es el que es, y sólo la emoción por los relatos humanos la hacen dejarlo todo para estar allí donde la vida sucede, y donde las experiencias de las otras le permiten abordar esos relatos desde una óptica que rinde tributo a sus voces, con nombres y apellidos.

Actualmente preparamos juntos una exposición, no puedo cerrar este texto sin decirlo. Trabajamos en un proyecto que podrá verse desde finales de enero en el Museo Patio Herreriano, y que ahondará en los tejidos funerarios del siglo XIII. También para esto ella ha ido sumando voces, porque sabe lo difícil que es abrir ciertas puertas y, cuando estas por fin se abren, qué menos que celebrar una gran fiesta dentro.