El amarillo no se define por un único matiz, un solo nombre: limón, lima, oro, dorado, ámbar, indio, topacio, mostaza. Además, existe el amarillento y el naranjiblanco. La sutileza de la diferencia se manifiesta para la mirada atenta que va más allá de los sistemas de clasificación que tienden a la unificación y simplificación en categorías estándar, no personales. En las salas de la galería Travesía Cuatro la artista argentina Mariela Scafati (Olivos, 1973) ha realizado nuevamente un ejercicio que no es sólo una reflexión formal de este tono, sino que es el reflejo de su práctica como activista.

Mariela Scafati. Comienza

Galería Travesía Cuatro. Madrid. Hasta el 4 de febrero. De 20.000 a 40.000 €

Sus instalaciones literalmente se cuelgan de las paredes y ocupan espacios como el MALBA o el Museo Moderno de Buenos Aires; el Hamburger Bahnhof y el KW Institute for Contemporary Art, como parte de la 11ª Bienal de Berlín; el nuevo Collegium, en Arévalo, Ávila, o el Storefront for Art and Architecture de Nueva York. Todas ellas surgen de la vivencia y de la experiencia colectiva de la artista.

Desde los dos miles, sus redes y acciones están ligadas al Taller Popular de Serigrafía y a las Serigrafistas Queer, e integra Cromoactivistas, colectivo junto a Marina De Caro, Daiana Rose, Victoria Musotto y Guille Mongan. Estos grupos toman las calles y escriben proclamas para apoyar los movimientos para la legalización del aborto y contra la violencia de género y los feminicidios.

El currículo de Scafati es fundamental para que esta muestra no entre solo por los ojos como algo brillante y con cierta ironía

La práctica de la serigrafía, una técnica revolucionaria por su accesibilidad, ya que permite reproducir a través de una malla tensada en un marco una imagen o texto sobre cualquier soporte, es la que también le ha llevado a presentar el proyecto “La Radio Electrónica Artesanal”, con Lola Granillo, en la exposición Giro gráfico en el Museo Reina Sofía en 2022.

Hablar de este currículo, extenso y performativo, es fundamental para que su muestra no entre solo por los ojos como algo sorprendente, brillante, envolvente y con cierta ironía. Scafati realiza una investigación de la composición ligada a los presupuestos de la historia del arte. Pero, también, en cada uno de los lienzos que forman todas las piezas, en cada acción de enlace, en cada bisagra que los articula, en cada soga que los sostiene, nos cuenta que las tonalidades son políticas, que los contextos pueden redefinirse desde la resistencia y que los lazos se pueden establecer desde el deseo y no la atadura.

Vista de la exposición

Estos cuadros se vuelven paisaje y se transforman en cuerpo. “Vos, yo, ella y él / en sol / mirando el / sol”, dice el poema de Mariano Blatt que acompaña la exposición. Las operaciones que ejecuta la artista nos remiten a los metaesquemas del brasileño Hélio Oiticica, al “siluetazo” y a la ausencia de los cuerpos en las obras realizadas durante y a pesar de las dictaduras latinoamericanas, a los juegos de amarre del kinbaku japonés.

Toda esta historiografía, aquí, se encarna: los cuadritos que parecen figuras responden a medidas de personas reales, en este caso ella misma, son identidades; las pantallas de tela que parecen laderas y cielos, son situaciones. Y ambos, cuerpos y territorios, proponen una coreografía que, rompiendo los límites pictóricos, subvierte y se adecúa a las subjetividades que conformamos la sociedad.