La próxima mutación

CaixaForum

Av. Francesc Ferrer i Guàrdia, 6-8. Barcelona. Comisario: Xavier Acarín Wieland. Hasta el 13 de febrero

Desde que Comisart se puso en marcha en 2012, esta convocatoria de carácter bianual de la Fundación ”la Caixa” no solo cumple con el doble propósito de activar las obras de su colección y las del MACBA, y la de incentivar el comisariado emergente, sino que además ha demostrado con creces que las obras de arte tienen más vidas que las siete de un gato. Es suficiente con abrir la puerta a miradas desprejuiciadas y esperar a que jóvenes comisarios, menores de 40 años, con cosas que decir y ambición de incorporarse al sistema del arte, se aventuren a concebir proyectos innovadores que, a juicio de un jurado profesional, merezca la pena convertir en realidad. Y todo esto regado con unas condiciones (6.000 euros de honorarios, montaje aparte) que, todo hay que decirlo, el joven premiado pocas veces hallará en su futuro más inmediato. Son varios los proyectos –algunos de ellos brillantes– que nos han demostrado en estos años que una buena combinación de obras de arte no sólo depende del interés que las piezas despiertan por sí mismas sino también del discurso curatorial que las sostiene.

La primera de las cuatro propuestas de esta cuarta edición de Comisart es La próxima mutación y está firmada por Xavier Acarín Wieland, un joven comisario y docente catalán que transita la intersección entre la performance, la arquitectura y el arte para abordar cuestiones relacionadas con “la performatividad de los objetos, la cultura material, la precariedad y la globalización, la historia de la arquitectura y el pensamiento radical”.

Una exposición con la que replantearnos quiénes somos y cómo vivimos en el marco de los ecosistemas que componen la Tierra

Formada por una selección de 19 obras en distintos formatos, tipologías y lenguajes, realizadas entre finales de la década de los setenta hasta la actualidad por 16 artistas internacionales, la exposición que ha concebido Acarín propone reconsiderar quiénes somos y cómo vivimos en el marco de los ecosistemas que componen la Tierra. Para ello, usurpa la estrategia que sigue un virus –como la Covid-19– para mutar, aprovechando los cambios que se están dando en la actualidad, para crear nuevas formas de relacionarnos, tanto entre nosotros como con el mundo, sobre la base de la interdependencia, el mutualismo y la pluralidad.

Para ilustrar la tesis de su “próxima mutación”, Acarín recurre al papel que ha jugado el “objeto artístico” desde el último tercio del siglo pasado hasta la actualidad y a las colaboraciones y afectos que ha propiciado en las prácticas artísticas contemporáneas. En base a esta relación auspiciada por nosotros, los individuos, el comisario plantea un recorrido por la muestra en el que las obras van evocando temas tan variados como su relación con el sujeto situado, apoyándose en la obra Wind de Joan Jonas, una acción realizada en Long Island en el día más frío del invierno de 1968 o en 3 puntos (1970-71), de Àngels Ribé. Habla también de la crítica a lo estable a partir de una magnífica Escultura disecada (1968) de Antoni Llena, realizada con celofán y papel; y de la capacidad de crear red, con ejemplos como Tejedura (1991), una delicada cenefa de Gego hecha con recortes de papel de colores satinados, un móvil de bambú de Moisés Villèlia (1985-86) o Puente, puentes, jardín (2021) de Víctor Ruiz Colomer + Joe Highton y Subsuelos (2021) de Eulàlia García Valls, concebidas ambas exprofeso para la muestra con la participación imprescindible del público.

No falta aquí lo escenográfico, con la Bolsa dorada (1995) de Dora García y el misterio con que siempre cubre la esquina de la sala donde se instala; ni la crisis del tiempo, con una obra de Felix Gonzalez-Torres de 1990 que consiste en una pila de papeles blancos con un círculo de delfines, conservada en una vitrina de cristal, o Bookshelves (2008) una frágil e inestable estantería de Isa Genzken que alude al desequilibrio que se desprende de la arquitectura moderna.

Pese a que esta compartimentación temática está muy presente en la argumentación escrita del comisario, en el diseño de la exposición se ha prescindido de cualquier tabique de contención para mostrarse una sala desnuda y enteramente abierta a los ojos del espectador, algo que permite que las bellas asociaciones que las piezas han creado entre sí traspasen el pretexto que las ha rescatado del depósito donde dormían. En este sentido cabe señalar que sólo por ver el diálogo que se establece entre la precariedad de la obra de Isa Genzken y la contundente fragilidad de la de Dora García, la volatilidad de la de Moisés Villèlia, el silencio encerrado en la de Felix Gonzalez-Torres o, un poco más lejos, la epidermis de la obra abstracta creada sin cámara por Wolfgang Tillmans, el maravilloso “triángulo” en sombra de Àngels Ribé o el pequeño tándem que forman Gego y Llena desde la más absoluta intimidad, merece la visita a CaixaForum. Esta exposición permite entender que el sentido de las obras es el que descubre el público instintivamente con ayuda de las pistas que le da el comisario y la (breve) información de las cartelas que las acompañan.