Inéditos 2020. La Casa Encendida

Ronda de Valencia, 2. Madrid. Comisarias: Raquel G. Ibáñez y Núria Montclús. Hasta el 10 de enero

Con el baile de fechas de los últimos meses, la cita anual de Inéditos, la convocatoria de comisariado joven de la Fundación Montemadrid, ha pasado de verano a otoño. No ha sido el único cambio. Como ya ocurrió en Generaciones, su premio para la producción artística, el número de proyectos se ha reducido (de 3 a 2, con un ligero incremento del presupuesto de 23.500 a 25.000 euros) y se ha movido a la planta baja. Así, se prorroga hasta enero la estupenda instalación de Álvaro Urbano, arriba, y en febrero comenzará un nuevo ciclo anual de exposiciones comisariado por This is jackalope (Cristina Anglada y Gema Melgar).

Antes de eso, las ganadoras de esta entrega de Inéditos, Raquel G. Ibáñez (Madrid, 1989) y Núria Montclús (Barcelona, 1985), plantean dos propuestas bien articuladas con temáticas claras: los sueños como inspiración y herramienta del arte y la problemática ecológica actual vista también desde el futuro. Parece, además, que se han puesto de acuerdo para los títulos y repiten esa palabra que tanto evitamos en la escritura: la cosa.

El sueño y la liberación de la consciencia fue una de las herramientas clave del movimiento surrealista. A Breton le sorprendía la diferencia que se establecía entre lo vivido y lo soñado, y cómo esto último se consideraba “menos trascendental”. Miró pasaba noches en vela, esperando que la musa del ayuno le inspirara nuevas imágenes, y Yves Tanguy se deleitaba pintando paisajes inexistentes. En la exposición Cosas que nunca sucedieron aunque existen desde siempre Raquel G. Ibáñez echa mano de una estética refrescante para traer lo onírico al presente. Habla del sueño como tema y como lugar desde el que producir, deteniéndose en la vieja práctica de escribir y dibujar los sueños (Lorraine Rodríguez) y en el ejercicio de contarlos e interpretarlos de manera colectiva (Cristina Mejías y su telar wayúu). También aparece la noche como espacio para la imaginación y el deseo en las fotografías de Jorge Anguita Mirón y, como inquietante guiño, en las almohadas de seda coreana con formas de máscaras de Timothy Hyunsoo Lee, una de las piezas más atractivas de la muestra.

La cosa del pantano: crítica(s) y poética(s) desde la aberración, de Núria Montclús, toma al famoso monstruo –protagonista de cómics desde los años 70– como paradigma actualizado del concepto romántico de lo sublime a través de una selección de obras que, bajo su apariencia amable, esconden un duro mensaje. La propuesta reflexiona sobre nuestra manera de relacionarnos con el entorno y nos sorprende con algún nombre nuevo. Hay algo de ese pantano encapsulado en las burbujas transparentes de Joaquín Fargas con las que crea un ecosistema cerrado y artificial. Le acompañan las acuarelas de Maria Thereza Alves en las que una imponente flor de buganvilla se convierte en símbolo de la esclavitud, los dibujos enciclopédicos de Luna Bengoechea, atenta siempre a la alteración genética de los cultivos, y la obra de net art de Joana Moll que recuerda la huella que internet y los servidores dejan en el medioambiente.

La segunda parte está reservada a la contaminación de las aguas. Somos arrastrados por el caudal del río Nalón en el vídeo multicanal de Bárbara Fluxá, y Lara Fluxà se detiene en el análisis de la polución invisible del agua con hermosas piezas de cristal que camuflan, de nuevo, esa realidad monstruosa. El arte avisa. Y no es un sueño.

@LuisaEspino4