Javier Palacios (Cádiz, 1985) llevaba presentándose al Premio BMW de Pintura desde que era estudiante. Reconoce que los galardones, además de ser un apoyo económico necesario, son una forma de dar visibilidad a su trabajo. En la pasada edición obtuvo la Beca Mario Antolín, cuya dotación económica le permitió finalizar el proyecto Linceul, Vie et Vide. Una conversación imaginaria con Yves Klein. Con aquel trabajo profundizó “en el trabajo del artista francés”, y descubrió “puntos de conexión” con su propia obra. En esta última edición Palacios ha resultado ganador de la categoría principal recogiendo el testigo de Santiago Ydáñez, Miki Leal o Ángeles Agrela, artistas, confiesa, que forman parte de su círculo de referencias.

La obra que presentó al concurso, Magic Damn, forma parte de Magic Dolmen, “un proyecto pictórico que profundiza en el concepto de lo espiritual, no desde un punto de vista específicamente religioso, sino como un término que permite relacionar elementos en principio opuestos como materia y espíritu, interioridad y exterioridad”, explica el artista.

Pregunta. ¿En qué consiste el proyecto Magic Dolmen?

Respuesta. Magic Dolmen toma como punto de partida las construcciones megalíticas. La intención del proyecto es crear una nueva propuesta pictórica investigando los elementos formales y conceptuales de estos fenómenos prehistóricos: composiciones, formas, texturas y un juego simbólico entre figuración y abstracción, descubriendo puntos de conexión con mi trabajo personal. Esta serie representa nuevas e irreales formas megalíticas, misteriosos agujeros perforados de origen desconocido, junto con otras pinturas que, dialogando entre sí, muestran un acercamiento personal a la espiritualidad contemporánea. Dentro de este conjunto, Magic Damn surge de la deconstrucción de diferentes estructuras megalíticas encontradas en la Península Ibérica.

P. ¿Qué es lo que más le interesa de estas construcciones?

R. La atracción por los megalitos surge de la creencia en el arte para trascender desde lo material y superficial hacia lo simbólico, algo que se encuentra en el origen mágico y ritual de estas construcciones prehistóricas. Otros puntos de conexión entre las manifestaciones neolíticas y mi trabajo son la contundencia de las formas simples, el empleo de la verticalidad, la textura de los elementos al servicio de un todo y la evocación simbólica a través de la búsqueda de lo esencial. Estas, además, han servido de fuente de inspiración para el arte contemporáneo. Dos ejemplos de referencia son el artista italiano Ugo Rondinone con obras como The spirited o su serie Mountains, o el artista valenciano Jorge Peris, con su exposición Dolmen, Sinfonía n. 7. Sus formas simples y contundentes también pueden relacionarse con el trabajo de otros artistas como Anish Kapoor, Franz West, Barbara Hepworth o Elena Asins.

P. Siempre se habla del delicado estado de salud de la pintura pero esta siempre está vigente. ¿Qué significa para usted esta disciplina y cuál cree que es su futuro?

R. Para mí la pintura es un modo de vida, una forma de estar en el mundo y de relacionarme con él. En cuanto a su futuro, no es algo a lo que pueda darte una respuesta. Lo que sí ha demostrado hasta ahora es que es una superviviente total con una gran capacidad de adaptación y parece que así va a continuar siendo.

P. En este sentido y teniendo en cuenta que para su creación pictórica hace uso de las nuevas tecnologías, ¿cómo cree que conjuga la pintura tradicional con estos avances?

R. Hoy en día tenemos acceso a nuevas tecnologías como los ordenadores, dispositivos móviles o nuevos materiales que artistas de generaciones anteriores no tenían. Pienso que vivimos en un momento en el que estas han invadido nuestra vida cotidiana y sería extraño que esto no se viera también reflejado en los procesos artísticos. En mi caso, procuro aprovechar estos avances y equilibrarlos con mi trabajo pictórico más tradicional. Las nuevas tecnologías me permiten generar imágenes que de otra manera no sabría construir.

‘The Yves’ (2018) y, a la derecha, ‘Tool trick (after Picasso)’, 2019  

P. El primer paso en su creación es la construcción de maquetas con materiales de deshecho que luego fotografía. Cuéntenos cómo es su proceso de trabajo

R. Llamo maquetas a los pequeños objetos que fabrico o construyo con materiales de poco valor, con aquello que tengo en mi entorno más inmediato. Son estructuras que no están hechas para ser expuestas, son teatrales y frágiles. Ahora estoy utilizando trozos de barro que manipulo de una manera muy elemental. Posteriormente realizo sesiones de foto con estos objetos como modelo. Trabajo en el ordenador con una selección de estas fotografías afinando luces, cambiando colores y formas, hasta alcanzar una imagen muy cercana a la que tengo en mente. Hasta este momento del proceso puedo tardar un par de días pero es igual de importante que la siguiente etapa, en la que traslado la imagen al lenguaje pictórico. También trabajo empleando imágenes encontradas en internet, las retoco y descontextualizo en busca de nuevas relaciones y significados.

P. ¿Y ha pensado alguna vez en mostrar esas maquetas como esculturas? ¿Cómo se influyen una disciplina en la otra?

R. Generalmente las destruyo o regalo. El hecho de que sean objetos sin valor me permite trabajar con ellos con mucha libertad. Quiero creer que en el objeto final que es la pintura quedan contenidas todas las experiencias y disciplinas que he utilizado en el proceso: los lenguajes de la escultura, fotografía, trabajo digital y de la misma pintura.

P. En un texto de su web personal menciona a Paul Valéry y su frase “Lo más profundo está en la piel”. ¿Qué significa esto para usted y cómo se refleja en su trabajo?

R. Seguramente es una interpretación personal pero me interesa en relación a mi trabajo por dos cuestiones. Por un lado, existe en gran parte de mi obra una atracción por la reproducción fidedigna y detallada, llegando a lo obsesivo, de las superficies de diversos elementos como telas, papeles, metales, pieles. Pienso que, paradójicamente, la hiperrepresentación pictórica de estos materiales llevan a su abstracción, lo que permite trascenderlos y proporcionarles nuevos significados. Se genera, así, una basculación entre lo interior y lo exterior a la propia superficie. Lo que me lleva a la segunda cuestión, la atracción por experimentar cómo la piel o superficie, a través de la pintura, tiene la capacidad de cubrir y ocultar convirtiéndose en sí misma en una máscara. 

P. En noviembre inaugura una muestra en la galería Luis Adelantado con el artista Folkert de Jong. ¿Nos podría dar pistas de este nuevo trabajo?

R. El título, Destroy All Monsters, hace referencia a una banda de punk rock formada por Mike Kelley. Para esta exposición hemos ido produciendo nuestras obras al mismo tiempo, generando un diálogo, él desde la escultura y yo desde la pintura. Estamos reflexionando en cómo los objetos, a través del arte, pueden convertirse en fetiches, la manera en que el arte es un medio para crear objetos con poder. Un fetiche es un objeto que adquiere poder trascendiendo su propia materialidad. De una manera irónica, nos hemos metido en la piel de dos chamanes y hemos comenzado a imaginar cómo serían sus fetiches rituales, los tótems que emplearían como símbolos icónicos. Para ello, hemos utilizado como referente tanto objetos primitivos reales como obras de artes modernas y contemporáneas y hemos jugado con todos los puntos que tienen en común.

@scamarzana