Antoni Miralda

La comisaria independiente y experta en la obra del artista catalán Rosa Pera repasa la trayectoria de Antoni Miralda tras la concesión del Premio Velázquez 2018.

Mucho antes del debate sobre si la gastronomía puede entrar a formar parte del arte que ha surgido en estos útimos años a partir de chefs estrella, Antoni Miralda ha dedicado al vínculo entre comida y cultura toda su carrera. Nacido en la ciudad barcelonesa de Terrassa hace 76 años, el artista ha desarrollado proyectos y expuesto en museos y centros de arte de ciudades de todo el mundo. Su ámbito de trabajo artístico es la comida como vehículo de cultura -en sus dimensiones política, cultural y social con perspectivas críticas-, tema que lleva investigando desde el año 1972 cuando se marchó a vivir a Nueva York. Fue en esta ciudad donde años más tarde lideró con la chef Montse Guillén El Internacional, base neurálgica de artistas del Manhattan de los 80 que Miralda hizo emerger de los restos del Teddy's, punto de encuentro de la mafia y el glamour de Hollywood de los años 50.



El suyo es un trabajo coral fuertemente vinculado a los contextos en donde recala, con largos procesos de investigación que implican a grandes equipos de personas que participan en las distintas fases de cada proyecto, desde su gestación a la producción y a la presentación de los mismos. En ellos se cruza la ciencia, el rito, la cultura popular, lo político y lo intangible del arte, lo que hace su trabajo extraordinario.



Antoni Miralda: Honeymoon 1986-1992

Los proyectos de Miralda suelen decantarse en formatos públicos y participativos, involucrando a expertos de universidades y aldeas, a científicos, chamanes, músicos, nutricionistas, cheerleaders, filósofos, comités de fiestas populares, curanderos, artesanos, antropólogos o cocineros, que enlaza con instituciones o grandes acontecimientos en la calle. Así, ha orquestado proyectos a gran escala, como por ejemplo Wheat and Steak (1981), que coincidiendo con el Amercian Royal, feria anual de los granjeros americanos, se desplegó en tres acciones: un desfile por el centro de Kansas, una exposición en el Nelson Atkins Museum of Art y la ceremonia "Gold Taste" en el Board of Trade (la Bolsa de cereales). Otro proyecto de gran magnitud fue Honeymoon Project (1986-1992), la celebración de la boda imaginaria de dos monumentos: la estatua de Colón de Barcelona y la de la Libertad de Nueva York cuando se cumplían 100 años de la existencia de ambas. Participaron personas e instituciones de ciudades tan distantes como, además de las anfitrionas, Venecia, Las Vegas, Buenos Aires, París o Palma, donde se produjeron ceremonias y accesorios relacionados con la celebración, como los anillos, el pastel, las arras o el ajuar.



Antoni Miralda: Breadline, 1977

En el 2000 Miralda realiza el Food Pavilion en la Expo de Hannover, donde presentó The Infinity Table, una mesa-vitrina en forma de infinito de más de 50 metros de perímetro, con 25 vitrinas de cristal con más de 1600 objetos relacionados con la comida. Fue el núcleo originario de FoodCultura, un proyecto que Miralda lleva desarrollando desde entonces y que va metamorfoseándose en formatos distintos según el contexto, como FoodCultura Museum o FoodCultura Satellite Boqueria, una estación-quiosco en el famoso mercado barcelonés. Actualmente, el Arxiu FoodCultura, donde pueden consultarse, previa cita, materiales documentales, objetuales y audiovisuales relacionados con el universo Miralda desde su mismo núcleo gravitatorio, en un archivo insólito por su formato y profundidad, sobre la comida y la cultura. Cabe destacar la dimensión documental, pues uno de los aspectos quizá menos conocidos de la producción de Miralda son las publicaciones, como dan cuenta los libros Album (1969), Mona a Barcelona (1980) o POWER FOOD LEXIcom (2008).



En los últimos años, Miralda ha presentado su obra en grandes exposiciones como De gustibus non dispotandum en el Museo Reina Sofía en Madrid (2010) y Miralda MadeinUSA en el Macba en Barcelona (2016), que incluyó una versión museizada de El Internacional y una nueva instalación de su obra Santa Comida-Holy Food. Esta última parte de la colección del Macba, fue dispuesta para la ocasión en la Capella dels Àngels adyacente, la cual estuvo abierta al público y ritos por un tiempo. Vecinos y visitantes tuvieron la suerte de poder acceder a una obra activa y viva de un artista que precisa del espacio público y de la gente para expresar y compartir su trabajo. Es de lamentar, sin embargo, que Barcelona no sepa todavía disfrutar de tener tan cerca un artista singular como Miralda, con un corpus de trabajo y energía excepcionales como se aprecia en el archivo FoodCultura hoy y que no ha fructificado en un proyecto de más envergadura para la ciudad como apuntó a ser en algún momento el FoodCultura Museum, por falta de implicación e interés de las instituciones de la ciudad.



@rosapera