Guillermo Solana

Se recomienda el consumo responsable

Me piden de El Cultural un comentario sobre la utilidad de las cifras de visitantes a las exposiciones. Ya les he adelantado que sí, que creo que sirven para algo muy concreto, aunque no para todo lo que se quiere hacer de ellas. Pero se espera de mí que hable en defensa de las cifras, y no me siento del todo cómodo. Por supuesto que la culpa es mía. Cuando empecé a trabajar en el museo Thyssen, hace ahora trece años, veía las cifras de otra manera. Entonces me parecía que mi misión era sobre todo conseguir que el museo llegara a un público masivo, a ese público que no acostumbra pisar los museos.

Ghirlandaio tuvo un mal resultado de público y fue un fiasco económico. Pero se puede estar arrepentido de muchos “éxitos” y orgulloso de un “fracaso” como este

Las cifras de visitantes sirven, sí, para algo muy preciso: son un punto de contacto de la gestión con la realidad. Completan los datos de ingresos y gastos de una exposición y permiten ajustar las expectativas para futuros proyectos de un perfil semejante. Cuando introducimos en el Plan de los próximos cuatro años una exposición nueva, el área de administración del museo me pregunta cuántos visitantes calculo que tendrá y les digo, por ejemplo: “como Sorolla y la moda el año pasado”, o “como Caravaggio en 2016” y sobre esa previsión se construye el presupuesto correspondiente. Durante años acertamos en este cálculo a ojo, hasta que en 2014 o así se dejaron sentir tardíamente los efectos de la crisis y los resultados de visitantes cayeron muy por debajo de lo previsto. Nos costó un par de años ajustar nuestras expectativas y volver a acertar. Las cifras de visitantes sirven para esto. Pero tienen, en compensación, muchos efectos secundarios.

Las cifras de visitantes se convierten fácilmente en una droga para los que trabajamos en los museos, como también para los medios. Aparece la obsesión de comprobarlas cada mes, cada semana y cada día, con la dependencia y la tolerancia típicas de la adicción. Las cifras de visitantes tienden a desplazar a todos los demás datos sobre una muestra. Los récords se erigen primero en medida del éxito y luego en criterio de calidad. En los museos nos quejamos de que este fetichismo absurdo de las cifras nos viene impuesto por los medios, pero supongo que nosotros, desde los museos, también hemos contribuido a ello o al menos lo hemos permitido.

La verdad que debería ser evidente es que las cifras sirven para programar, pero no significan nada, ni valen nada como criterio de valor. Hará un par de años, Keith Christiansen, el prestigioso conservador del Metropolitan Museum me hablaba de su admiración por una exposición nuestra de 2010, Ghirlandaio y el Renacimiento en Florencia. El viernes pasado, otro amigo de Nueva York, el director de la Morgan Library, Colin Bailey, me citaba esa misma muestra como la que más le había impresionado de nuestro museo. Pues bien, Ghirlandaio y el Renacimiento en Florencia tuvo un mal resultado de público y fue un fiasco económico. Pero se puede estar arrepentido de muchos “éxitos” y orgulloso de un “fracaso” como este.

Isidro Valcárcel Medina

¿Cuántos?

En el acto de la inauguración oficial del MEAC, en 1975, me empleé en hacer, entre los asistentes, una encuesta cuyas dos primeras preguntas eran: ¿Hasta cuándo cree usted que van a seguir inaugurándose museos de arte contemporáneo? Y, ¿hasta cuándo cree usted que el arte seguirá usando los museos que le sean contemporáneos? Uno de los encuestados, ilustre experto en la psiquiatría, me contestó con sorna: “no, joven; no crea que es el arte el que usa a los museos, sino los museos los que utilizan al arte”.

Desde entonces, tantos centros se han abierto o cerrado que tal vez fuera oportuno sacar a la luz esa estadística, esa perspectiva sin argumento que nos quisiera convencer, con la obviedad de las cifras, del meollo de la cuestión: Si los museos existen para que sean visitados y para poder decir que son visitados.

No cabe duda de que estas ansias habría que meterlas en algún apartado de la fiebre del consumo o de la oferta. Pero oferta no con ánimo de consumo, sino de escaparate a contabilizar. Y en esa intención podría radicar la inflación de museos y centros afines, en la medida en que todos tienen necesidad de observadores que consuman su oferta.

La estadística no comprometida concentra sus efectos en el punto preciso y se desentiende de cualquier otro afán. En el ámbito de la creatividad y de la cultura eso significa salir de la visita al museo tranquilizado, pero indemne; para nada sentirse necesitado de hablar de lo contemplado. Porque la huella que queda, la cifra añadida, no afecta al visitante, ni era esa su intención, sino a una curiosidad estadística.

En otra ocasión se me invitó a asistir a un cónclave en el que los profesionales que estaban rediseñando un antiguo-nuevo museo iban a exponer a supuestos expertos e interesados sus planes de adaptación. Al final resultó que el principal punto de atención fue la duda sobre si la apertura de dos puertas de acceso estimularía o dispersaría la inclinación de posibles visitantes.

También aquí rezuma la desazón por no estar en la parte buena de la estadísticas, ya que, al final, mirarlas es una relajación; algo así como si el efecto compensador fuera una cuestión de cantidad.

Éste es el meollo de la cuestión: Si los museos existen para que sean visitados y para poder decir que son visitados. Y en esa intención podría radicar la inflación de museos y centros

En resumen, propondría contar, sí, pero descaradamente, visiblemente. En la entrada de estos centros de las artes, un empleado de los mismos, sentado en una silla, sin aspavientos, va sumando y sumando… Tal vez algún visitante espabilado se extrañe de ver ahí a alguien que parece no hacer nada; a lo mejor se detiene un instante al observarle apuntar por ejemplo, cada cien espectadores; tal vez le pregunte cuántos van. A lo mejor habría que ir difundiendo periódicamente cada nuevo dato… En fin, quién sabe, las cosas del arte.

Por contar, yo cuento mis palabras como se cuentan los visitantes. Contad si son 480 y está hecho.