Núria Güell. Foto: Levi Orta

Cuenta con la complicidad de museos, galerías y comisarios, a los que Núria Güell coloca entre los vacíos que deja la ley. A pesar de no ser muy amiga del cubo blanco, este mes presenta su trabajo por partida doble en el MUSAC y la galería ADN.

Núria Güell (Gerona, 1981) habla con toda naturalidad de su ex marido, Yordanis, con el que se casó en 2009 en La Habana. No era un matrimonio por amor sino parte de su proyecto artístico Ayuda humanitaria (2009-2013), en el que reflexionaba sobre el amor romántico y las políticas de control migratorio. Organizó un concurso de cartas de amor con un premio muy jugoso: el ganador se casaría con ella y conseguiría la nacionalidad española. A caballo entre el arte y el activismo, explica Güell que con su obra busca "desafiar las convenciones consensuadas". Y lo consigue, aunque en el camino provoque a más de uno un intenso dolor de cabeza. En 2017, por ejemplo, logró que el Centro del Carme de Valencia le pagara con los gastos de producción de su obra Afrodita las cuotas de autónomo de siete meses, el tiempo mínimo necesario para tener derecho a una baja de maternidad. Y hace dos años mediaba para que el Museo de Antioquía de Medellín contratara cuatro meses a menores de edad que habían sido explotadas por el turismo sexual como guías de exposiciones dentro de su proyecto La Feria de las Flores. Para Güell todos estos colaboradores son cómplices y siempre cobran por su trabajo.



Recién llegada ahora de Bilbao, donde ha adaptado en el festival Prototipoak la acción Demasiada melanina, con la que consiguió que se diera permiso de residencia hace años a una refugiada kosovar en Suecia, trabaja ahora en el montaje de la exposición Patria y patriarcado que, comisariada por Araceli Corbo, abre sus puertas el 9 de junio en el MUSAC de León. Allí veremos todos estos proyectos, a excepción de Demasiada melanina, junto a Aportación de agentes del orden, Apátrida por voluntad propia y De putas. Un ensayo sobre la masculinidad, en el que entrevista a prostitutas de León y Gerona para indagar sobre la idea de virilidad a través de su experiencia.



Pregunta.- Trabaja en contextos muy diferentes, ¿cómo es su metodología?

Respuesta.- Mi estrategia va de investigar todo lo que puedo en la distancia a pedir un viaje para conocer el contexto. Ahí me reúno con los colectivos de activistas que abordan las cuestiones que me gustaría tocar y en un viaje posterior trabajo con las personas. Estos activistas me ayudan a encontrar a mis cómplices, con los que es muy importante que comparta el motivo de lucha política.



Más que obras de museo

P.- Son personas ajenas al mundo del arte, ¿cómo lo hace?

R.- Hay que transmitirles la potencia que creo que el arte tiene pero de una manera muy humilde. La máxima esperanza es poder interpelar una a una a las personas con las que nos relacionamos mientras hacemos el proyecto. Por eso es importante compartir los motivos. Hay que ser muy honesto con las condiciones de producción, el dinero que yo cobro, el que van a cobrar ellos… No intentar nunca convencer a nadie.



P.- Ahora entiendo lo difícil que puede llegar a ser la burocracia en sus proyectos.

R.- Eso no se ve en las exposiciones pero me interesa mucho trabajar con la maquinaria del museo y lo hago a conciencia. Normalmente nos invitan a hacer proyectos de arte político para luego sólo darnos la pared blanca para que colguemos algo y lo más político no está allí. Intento poner a trabajar a todos los departamentos, incluso los que no se ven, los de contratación o los de seguridad, activar y expandir los límites de lo que hace la institución habitualmente.



P.- ¿Y le interesa cómo se presentan después los proyectos en las salas de exposiciones?

R.- No mucho. Lo que me importa es interpelar de la manera más potente posible al espectador cuando los proyectos están en curso. Cuando me proponen sólo mostrar la documentación porque no hay presupuesto para hacer la acción lo llevo peor. No me interesan tanto los displays, la obra de arte como objeto, y sé que se nota. Es algo que tengo pendiente repensar porque tampoco me siento muy cómoda con la manera de presentarlo posteriormente.



P.- Para entendernos, ¿qué veremos en el MUSAC?

R.- Aquí he eliminado todos los objetos artísticos de los proyectos y voy a presentar sólo los vídeos que documentan las acciones. Serán cinco colocados al mismo nivel, más una proyección en gran formato con la obra nueva, De putas. Un ensayo sobre la masculinidad.



P.- Diferencia el proyecto y su reproducción en la exposición. ¿En qué lugar deja esto al público?

R.- Mi objetivo, aunque a veces no lo consiga, es eliminar el estatus de público y que pase a ser parte de la obra. Eso funcionó muy bien en Las Flores, los que asistían a las visitas guiadas se sentían parte de la obra. En las exposiciones, sin embargo, el público es público y a mí lo que me engancha es lo primero. Esa es la potencia del arte, todas las grietas que se le puedan abrir en la cabeza al visitante. Me gustaría pensar que hay imaginarios que se pueden ir deconstruyendo con estas preguntas.



Cuenta Güell que iba para escultora, y que se pasó toda la carrera de Bellas Artes picando piedra hasta que hizo su primera exposición en la Sala de Arte Joven de Barcelona y no se sintió nada cómoda. "Entendí entonces la responsabilidad de tener una voz pública. Dejé de producir y al cabo de seis meses volví para hacer lo que yo quería hacer, aunque para muchos no fuera arte, no me importan las etiquetas ". Entonces miraba a artistas como Santiago Sierra, Democracia o Tania Bruguera, a los que con el tiempo se han unido Aníbal López y Teresa Margolles, y pensadores como Rita Segato, Aganbem o incluso Lacan. El 30 de junio inaugura en la galería ADN de Barcelona Al final de todos los sueños humanos no hay más que polvo, una exposición comisariada por Juan Canela que pone sus obras en diálogo con las de la italiana Adelita Husni-Bey.



P.- ¿De qué va a hablar?

R.- Presento dos proyectos que he hecho junto al artista Levi Orta: La estética de un mapa inmobiliario, sobre el negocio de especulación con las propiedades de las personas sirias que han abandonado el país, y Arte político degenerado. Protocolo ético, para el que creamos una empresa en un paraíso fiscal con el dinero público de un museo de Barcelona. Al cabo de un año el Reina Sofía nos invitó a hacer un proyecto y aprovechamos su presupuesto para donar la empresa a un grupo de activistas y organizar un debate con el que repensar las contradicciones implícitas en esta acción.



Y hay más. A finales de mes Ayuda humanitaria viaja a una exposición colectiva en Palestina y en agosto Núria a México, donde continúa en el MUAC su investigación de Medellín. Trabaja ahora con seis niñas que han seleccionado doce obras de arte de iconografía católica. En la exposición, que abre sus puertas en noviembre, hay préstamos de obras de los siglos XV y XVI y en las visitas guiadas participará hasta la madrota, la proxeneta jefe.



@LuisaEspino4