Image: Richard Estes: Si tengo que elegir entre un Vermeer y un Warhol elijo el primero

Image: Richard Estes: "Si tengo que elegir entre un Vermeer y un Warhol elijo el primero"

Arte

Richard Estes: "Si tengo que elegir entre un Vermeer y un Warhol elijo el primero"

24 octubre, 2017 02:00

Richard Estes

El artista Richard Estes, uno de los padres del fotorrealismo norteamericano de los años 60, presenta en la galería Marlborough de Barcelona catorce de sus obras recientes, vistas de ciudades como Nueva York, Venecia y Barcelona, o los paisajes del continente antártico. Nadie mejor que Estes para reflejar las diferentes capas de realidad del mundo actual.

Cuando Richard Estes (Kewanee, Illinois, 1932) pintó sus conocidas Cabinas Telefónicas (1964) llevaba siete años trabajando como ilustrador para diferentes agencias de publicidad y editoriales. Algunos de estos diseños -en este caso para un anuncio de telefonía- le sirvieron posteriormente como estudios para crear esta icónica pintura del fotorrealismo estadounidense, hoy en el Museo Thyssen de Madrid: "Aprendí más de arte como diseñador e ilustrador comercial que en ninguna otra parte", señala el artista a su paso por nuestro país. "Muchas de las tipografías o carteles con los que trabajaba en aquella época forman parte de los establecimientos de mis primeras pinturas y también de las actuales. Esta es la realidad que quiero retratar y a la cual no puedo sustraerme".

Al contrario que algunos artistas fotorrealistas de su generación -que trabajan sólo a partir de fotografías-, Estes nunca quiso que sus pinturas fueran traducciones visuales de lo que nuestro ojo percibe, tampoco que tuvieran ningún sentido narrativo: "No me interesa representar temas como la soledad, la tristeza o cualquier otro sentimiento, a la manera que hacía Hopper, sólo quiero pintar". Un complejo proceso pictórico en el que extrae diferentes capas de realidad que se reflejan en superficies transparentes y vítreas como un juego de espejos que nos devuelve una visión del mundo completa en sus detalles y efectos, pero que no deja de ser pintura.

En 1966 abandona su trabajo para centrarse por completo en su arte. Desde entonces son muchas las exposiciones que ha realizado, entre las que destaca su individual en el Museo de Bellas Artes de Boston en 1978, y también, la del Palazzo Magnani en Reggio Emilia, que viajó al Museo Thyssen en 2007.

Pregunta.- Esta es su primera exposición individual en España desde aquella retrospectiva en Madrid, pero sus vínculos con nuestro país se remontan a 1962 cuando se traslada a Palma de Mallorca. ¿Qué le interesó entonces de España que no le ofrecía Estados Unidos?
Respuesta-. Principalmente, tranquilidad. Estuve residiendo en Palma durante un año porque era un lugar barato y allí la vida tenía otro ritmo. En aquel momento sólo buscaba un sitio para trabajar y pintaba en mi tiempo libre. Poco a poco la pintura fue imponiéndose sobre todo lo demás.

P.- ¿Durante ese tiempo no se relacionó con artistas españoles?
R.- No me interesaba mucho el arte que hacía el resto. Más tarde vi la obra de Manolo Valdés y la de Antonio López, que me encanta, y al que conocí personalmente en Boston cuando inauguró su retrospectiva en 2008.

P.- Ambos se inscriben dentro de la tendencia realista del siglo XX aunque tienen métodos de trabajo muy distintos…
R.- Sí, Antonio López suele pintar del natural y yo pinto únicamente a partir de fotografías.

P.- ¿Por qué la pintura y no la fotografía?
R.- Para mí la fotografía no es ningún reto mientras que la pintura sí: es mi refugio, una parcela de libertad conquistada con mucho esfuerzo. Utilizo la fotografía como herramienta para realizar mis cuadros, luego las desecho.

Starbucks Self Portrait, 2017 (detalle)

P.- ¿Cómo elige las escenas que quiere pintar?
R.- Cuando salgo a la calle con mi cámara busco una imagen que me permita lograr efectos hiperrealistas. Después, las revelo en mi estudio de Maine o de Nueva York. Desde hace cinco años utilizo la cámara digital, lo cual me facilita mucho las cosas. Para una obra a veces necesito una y para otras diez, depende de la escena: hago las correctas y necesarias, no me obsesiono con eso ya que ante todo me gusta observar. Me da mucha pena la gente que va a un museo y hace fotografías de la obra y luego se va a casa a verlas en lugar de disfrutar de la experiencia frente a la obra. Tampoco busco una imagen en particular, sólo que no haya demasiada gente, pero sí que me interesa tener buena luz por eso tomo fotografías durante las horas más brillantes del día.

P.- La fotografía ha cambiado mucho a lo largo de sus más de cincuenta años dedicado al arte. Con un solo clic podemos tener acceso a Internet con millones de imágenes, por ejemplo, realizadas por satélite en cualquier parte del mundo. ¿Las utiliza?
R.- Nunca las he utilizado ni las utilizaré. Eso sería muy fácil casi como hacer trampas: las fotografías tengo que hacerlas yo. Me gusta estar en ese proceso previo a la obra. En todo este tiempo he realizado imágenes con muchas cámaras, también con el móvil, pero no me gusta el resultado. Era más complicado antes con la fotografía analógica. Mi antigua cámara de 4x5 sólo permitían hacer diez fotografías como mucho, eran muy grandes y aparatosas, por eso no he tenido problemas en pasarme al digital. Precisamente, en el MoMA tienen una de mis obras, Double Self-Portrait (1976), donde se me ve con una de esos aparatos.

Subway Entrance-Columbus Circle II, 2017 (detalle)

P.- También se le ve reflejado en Starbucks Self Portrait (2017), con dos personas en el interior del establecimiento absortos en sus móviles. ¿Es importante el tiempo en su obra como reflejo de nuestra sociedad actual?
R.- Claro, no puedo pintar en pasado, eso no sería "realista". Únicamente me interesa el presente. Si hubiera nacido trescientos años antes seguramente mis pinturas se parecerían a las de Canaletto.

P.- ¿Se siente más cercano a estos grandes maestros de la pintura que a sus artistas coetáneos?
R.- He estado dos días enteros en el Museo del Prado, creo que eso responde bien a la cuestión. El arte contemporáneo no me interesa demasiado aunque aprecio la sensibilidad de todo artista. Si tengo que elegir entre un Vermeer y un Warhol, elijo el primero sin dudar porque todavía sigo sin explicarme cómo lo hacían, a pesar de todo lo que sabemos de su técnica: el resultado es casi mejor que la realidad. Creo que hay demasiado marketing en torno a artistas como Picasso o Warhol que eclipsan el trabajo de buenos artistas tanto del pasado como del presente.

P-. A pesar de sus trabajos actuales, sigue siendo conocido por su trabajo en los primeros años del fotorrealismo estadounidense, muy criticado entonces por su aparente sencillez con respecto al contenido. ¿Le interesa la crítica?
R.- Nunca me ha interesado como ven los demás mi trabajo. Lo que más me importa es poder pintar y para eso, por supuesto, me interesa que se vendan mis cuadros, pero sólo para seguir pintando más.

P.- Tiene un especial interés por las transparencias y los reflejos, una imagen en ese sentido irreal. ¿La realidad es también esa abstracción?
R.- Es como la música, por un lado tienes la melodía y, por otro, la técnica: encontrar ese punto entre realidad y abstracción es mi reto.

P.- La mayoría de su obra son paisajes urbanos, pero en esta exposición podemos ver también dos de los cuadros de su serie Antártida, un paisaje helado de la naturaleza…
R.- La razón es que no quiero aburrirme. Ahora en mi estudio de Maine estoy pintando unos paisajes de Nueva Zelanda, cuyas fotografías tomé el verano pasado en uno de mis viajes.

P.- ¿Quiere comprender la realidad a través de su obra?
R.- He dejado de querer entenderla hace tiempo. ¿Cómo puedes entender la realidad cuando en Estados Unidos han elegido como presidente a Trump?

P.- ¿Sigue trabajando con la misma intensidad?
R.- Antes dedicaba nueve horas al día, ahora cuatro. Al año puedo realizar unas cinco pinturas de mediano formato y cuatro pequeñas. En cualquier caso soy más rápido que Antonio López.

@SilviaSSC91