Image: El Museo del Prado enseña su sala de curas

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Arte

El Museo del Prado enseña su sala de curas

La pinacoteca dedica su Cátedra, con seis conferencias que tendrán lugar entre octubre y noviembre, al taller de restauración de pintura del museo

12 mayo, 2017 02:00

El taller de restauración del Museo del Prado

La restauración de obras de arte es una de las actividades más sofisticadas dentro de un museo. Y así lo demuestra el Museo del Prado con la Cátedra dirigida por el taller de restauración de pintura de la pinacoteca. Si hasta ahora este proyecto anual había sido impartido por un solo experto en una materia específica, esta vez cuenta con el apoyo de todo el equipo que trabaja en la cuarta planta del edifico Jerónimos. Entrar allí es como entrar en el rodaje de una película: focos, concentración y acción. El objetivo de esta Cátedra, que arrancará el próximo mes de octubre y se completa con seis conferencias, es dar a conocer la labor diaria de un grupo de profesionales que trabajan para proporcionar la mejor versión de cada obra maestra.

"El Prado tiene talleres de papel, escultura, marcos, esculturas y pintura de alto nivel. El formato de Cátedra pedía especialización por lo que adjudicar este proyecto al taller de pintura permite dar una idea compacta y sólida del trabajo que se hace", señala Enrique Quintana, jefe de Restauración y Documentación Técnica del Museo del Prado. El público, prosigue, merece tener este conocimiento porque este equipo cuenta con "una larga trayectoria histórica de restauración y una gran experiencia con obras maestras de Goya, Tiziano y Rubens que ha permitido educar la mirada".

La idea de restauración de una pieza en concreto puede venir de la dirección del museo pero el responsable de aceptar la labor es el conservador correspondiente. Una vez este aprueba la necesidad del lavado de cara de la pintura se hace una analítica completa, radiografía y reflectología, se le adjudica a un restaurador y se le proporciona toda la información extraída del estudio realizado. Una vez comienza el trabajo el restaurador está en constante contacto con el historiador y el conservador del museo para poder tratar diversos matices de la pieza en cuestión. "No nos obsesiona el número de las obras restauradas sino el garantizar la vida de las obras", explica Quintana.

El proceso

Todo empieza en un búnker de rayos X donde se hacen las radiografías. "Esta técnica fue descubierta en 1895 y cuatro meses después se estaba radiando una momia del Museo de Ciencias Naturales de Francia", comenta Jaime García Maíquez, uno de los encargados de la documentación técnica del museo. Dependiendo de la densidad de la pintura los rayos tienen una penetración diferente y la lectura de la misma puede ser más o menos compleja. Con esta técnica y la reflectología se puede llegar hasta los detalles que fueron esbozados pero nunca realizados, los cambios, lo que no estaba previsto y se añadió. Resulta útil para "ver si los detalles corresponden con la evolución del pintor, ver las rectificaciones, las dudas, etc.", añade.

Una de las restauradoras del Museo del Prado trabajando en la restauración de Montería, de Francesco Celebrano

María Dolores Gallo, responsable del Laboratorio de Análisis Químicos, cuenta que trabajan con pequeñas muestras que pueden servir de gran ayuda en el relato de la historia del arte. Uno de sus trabajos es "diferenciar materiales originales de materiales añadidos", que permite detallar cuál es la capa de pintura original y cuál la añadida. Con esta información el restaurador sabe cuáles son los barnices y nuevas pinturas que puede manipular sin correr el riesgo de dañar la capa original. Además, gracias a "estos datos se puede determinar que son aceites y pigmentos jóvenes o si corresponden a la época o no", explica Gallo. El uso de según qué materiales también puede aportar información sobre "la procedencia de una obra".

Cada uno de los restauradores puede estar trabajando en varias obras al mismo tiempo. De hecho, dicen, es importante tenerlas todas a la vista para que la propia obra les cuente lo que necesita y lo que no. Es un trabajo de inmersión, de meterse dentro del cuadro y conocerlo a fondo. Ruinas, de Jean Lemaire, es una de esas obras que han entrado en el quirófano del Museo del Prado. Su restauradora cuenta que lo más complicado no viene de la mano del tamaño de la obra sino por la complejidad de la pieza. Los detalles, los colores, las miniaturas. Es raro, continua, que en el primer lavado de la pieza trabaje más de un restaurador pero sí puede ocurrir en la fase de estucado.

También La muerte de Cleopatra está en manos de una profesional del taller para viajar en noviembre al Museo Nacional de Singapur. El cuadro, de Juan Luna y Novicio, que cuenta con algún arañazo, requerirá entre tres y cuatro meses de trabajo. A otra compañera se le encomendó la tarea de restaurar una réplica de la Mona Lisa pintada por el taller de Leonardo da Vinci y realizada en el taller del Museo del Prado. Los estudios decían que bajo el fondo negro estaba dibujado un paisaje exterior a color. Claro que esto no aseguraba que ese paisaje estuviera completo. Con la labor de limpiado de la pieza, tras ver el 10% de ese fondo la restauradora creyó que se podía proceder a su eliminación sacando el resto a la luz.

Pero si hay algo que caracteriza a este taller es el trabajo en equipo y el constante contacto entre todos porque, para Quintana, ninguna opinión sobra. Además, el conservador espera poder "continuar con la difusión de las labores del Museo del Prado".

@scamarzana