El Museo del Prado clausura la exposición del maestro flamenco con 589.692 visitantes y habilita una nueva sala para que se puedan ver los reversos de las obras

El Bosco se despide del Museo del Prado. Tras la prórroga de la muestra en el mes de septiembre la pinacoteca ha clausurado la exposición conmemorativa del V centenario del fallecimiento del maestro flamenco que ha logrado congregar a 589.692 visitantes, con una media de 4.955 espectadores diarios. Durante esta semana, los trípticos que el Prado conserva del pintor vuelven a la exposición permanente en una sala dedicada en exclusiva a su obra. Esta nueva instalación será, además, el eje en torno al cual se articulará la nueva disposición de la pintura flamenca e hispano-flamenca de los siglos XV y XVI.



A partir del viernes, estos trípticos volverán a poder visitarse integrados en el discurso de la colección permanente en la sala 56 A, que se dedicará en exclusiva al maestro flamenco, con un montaje expositivo que singulizará más el carácter de los trípticos al permitir contemplar tanto el anverso como el reverso de sus laterales. El regreso de las obras del Bosco a las salas de la colección permanente cobrará también especial protagonismo para los jóvenes a través de la actividad ¿Quedamos en el Prado?, una iniciativa dirigida a jóvenes de 13 a 17 años de edad.



Además de poner énfasis en los trípticos de El Bosco, la nueva instalación de pintura flamenca de los siglos XV y XVI enfatiza la importancia de sus principales artífices, otorgando al Bosco por primera vez un espacio exclusivo (sala 56 A) y dedicando otra sala (55 A) a Joachim Patinir y Pieter Bruegel el Viejo. El nuevo montaje hace hincapié en la colección de pintura de la segunda mitad del siglo XVI, con Antonio Moro como principal representante (sala 56).



Para poner el punto y final definitivo a los meses dedicados al artista, el Prado culmina su programación con la VI Cátedra del Prado para la que cuentan con Reindert Falkenburg. En la misma, el experto, que ha estudiado El jardín de las delicias durante más de once años, se centrará en El Bosco y su discípulo Pieter Bruegel el Viejo. La obra cumbre del maestro es la debilidad del experto ya que "aúna el mundo real, el mundo interior y el mundo onírico". Y esa es precisamente la clave de la pieza.



Al contrario de lo que piensan muchos, que El jardín de las delicias es una obra moralizante, el profesor Falkenburg opina que es "un espejo principesco con trasgos enciclopédicos en el que habla de la historia de la humanidad desde su origen". En cuanto al análisis que hace él es que las figuras "Adán y Eva en la primera parte del tríptico plasman la idea de un futuro salvador y el infierno que representa en la tercera parte del cuadro no tiene por qué significar el fin del mundo sino una reflexión de cómo podría terminar la humanidad sin ese Cristo salvador", señala.