Baño X, de la serie Antesala de un desnudo, 1999

La Fundación Mapfre acoge una retrospectiva compuesta por 170 imágenes y vídeos de la fotógrafa que se centra en su país natal, Chile

Intención, análisis y tiempo. Esas son las banderas con las que dispara su cámara Paz Errázuriz (Santiago de Chile, 1940). Desde que empezó su andadura profesional como fotógrafa durante la dictadura de Pinochet no ha dejado de capturar lo que tiene cerca. Nada de estudios, nada de flashes, nada de poses antinaturales. Chile. Siempre Chile. Su trayectoria se divide en muchas series, más fotografías y mucho humanismo. Todo ello reunido ahora en una retrospectiva que le dedica la Fundación Mapfre en Madrid a partir del miércoles.



Errázuriz no siempre se dedicó a esto de manera profesional, era profesora de educación básica cuando se dio el golpe militar. En ese momento fue despedida de su puesto y vio la ocasión de hacer fotografía con niños, algo que se tomó como un aprendizaje para sí misma. "En los años 70 comencé a hacer la fotografía que más me interesaba, donde me sentía libre", explica la fotógrafa. Bajo la dictadura de Pinochet sintió "la responsabilidad de registrar lo que sucedía" y, el hecho de no tener una formación de fotógrafa, todo "fue una improvisación que resulta y termina en grandes compromisos políticos".



Recuerda aquellos convulsos años en su país como "una experiencia humana bella, fuerte y peligrosa". En un momento en el que con la libertad de expresión coaccionada salir a la calle con una cámara de fotos se convierte en peligroso, la joven captura lo que los periódicos no recogen. De hecho, su libro Chile desde dentro, un volumen en el que recopila lo sucedido, solo fue publicado en inglés y hace tan solo dos meses que llegó a su tierra. Ahora es "un producto fresco en la memoria, una memoria que aún no ha terminado y no ha sido reparada".



Evelyn I, Santiago, de la serie La manzana de Adán, 1987

Recorrer las calles, con el añadido de ser mujer, era un acto de valentía que ejerció Errázuriz en un momento en el que las mujeres fotógrafas era "la minoría absoluta". Además, "no solo el peligro sino también la responsabilidad como madre", aclara. Uno de esos momentos que recuerda es la marcha contra la dictadura Mujeres por la vida, suceso que vivía tanto de manera interna como externa. Como mujer y como profesional. Era algo "intenso y fuerte porque esa manera de manifestarse contra algo tan fuerte como la dictadura militar unió mucho a las mujeres".



Fotografía documentalista y humanista

Claro que no solo captura a mujeres sino a todo aquel que tiene algo que contar. Y son numerosas las series de imágenes que transmiten el humanismo de algunos colectivos que hay quien nunca se ha detenido a observar. Tal vez una de sus series más conocidas sea la de los boxeadores. Una de esas imágenes, de hecho, le hizo ser galardonada con el premio de PhotoEspaña en el presente año. En Combate contra el ángel demuestra que bajo la supuesta masculinidad de los boxeadores también hay lágrimas, sentimientos. Una vida personal e intensa lejos de la lucha y el ring.



Mago II, de la serie El circo, 1988

Pero no es la única. Un trabajo que considera importante en su trayectoria, y que llevó a la Bienal de Venecia el año pasado, se titula El infarto del alma y en él se capturan las relaciones que se crean entre los habitantes del psiquiátrio de Philippe Pinel en la localidad de Putaendo. Tras varios meses trabajando allí se dio cuenta de que existen "parejas estables dentro del recinto. Fue un descubrimiento de una poesía extrema que se convierte en un amor loco en estas relaciones en las que nadie había reparado antes". Como ocurre con los circenses. Detrás de cada sonrisa, cada payaso, cada malabarista hay un territorio personal del que nadie se acuerda. Excepto Errázuriz. Unos años después de concluir la serie de Pinel regresó a un lugar de reclusión para evidenciar la crueldad carcelaria y de esa investigación surgió la serie Antesala de un desnudo en la que retrata a varias ancianas encarceladas momentos antes del momento de la ducha.



La fotografía, dice, le ayuda a conocerse a sí misma y a continuar con una investigación sobre el ser humano. Del cual, matiza, "no podría sacar conclusiones muy claras porque puede ser tan feroz y destructivo como estamos viendo, como de una belleza extrema". A fin de cuentas la profesión le ayuda a vivir y a entender el mundo. Sus series tienen un proceso bastante largo y previo antes del disparo preciso. Necesita "establecer un contacto importante con el fotografiado" y le interesa que ellos sepan hacia dónde se dirigen sus imágenes. Una vez establecidas las premisas comienza a pensar en presionar el botón y siempre con situaciones que están a mano. "Al final van saliendo pero no puedo preparar mucho la toma", comenta.



Infarto 30, Putaendo, de la serie El infarto del alma, 1994

Esto es, por otro lado, lo que le aporta frescura y naturalidad a unas imágenes de un humanismo que traspasa el papel. Y, recalca, que no son grupos minoritarios. "Siempre digo que ni son marginales ni minoritarios sino mayoritarios pero el poder no pone la mirada en ellos y la gente no los ve". Por ello, se define no como fotógrafa social sino como "documentalista social".



"No me interesa el morbo ni el voyeurismo del fotoperiodismo"

Al otro lado de sus instantáneas nítidas y llenas de alma se contraponen las imágenes que hoy en día inundan las páginas de los periódicos de todo el mundo. "Frente al periodismo extremo me puedo horrorizar, no me interesa el morbo ni el voyeurismo que hay en la mayoría de fotos de esta temática", asegura. Y en un mundo en el que las tecnologías se vuelven imprescindibles opina que su uso puede enriquecer la profesión pero hay que "dejar reposar los juguetes nuevos".



Por eso, en el momento que lo analógico daba paso a lo digital tuvo una crisis que le paralizó durante un tiempo "no solo por la técnica sino por ser un mundo vertiginoso". Es cierto que los tiempos son otros y "el laboratorio digital te ahorra tiempo". Pero, no obstante, recuerda con nostalgia la intimidad que produce el cuarto oscuro de revelado, "esa tranquilidad para poder armar y conceptualizar el trabajo". Tal vez por eso el uso del blanco y negro, aparte de opción estética, se convierte en una manera de mimar el trabajo.



@scamarzana