Fachada del Museo de Arte Moderno de Medellín

La ciudad de Medellín reabre el Museo de Arte Moderno tras unos años de rehabilitación con un programa de exposiciones locales y globales. Al mismo tiempo, MED15, el Encuentro Internacional de Arte de Medellín, está a punto de inaugurar su tercera edición.

Aprovechando la presencia de profesionales internacionales en la feria ArtBo, una edición que, como ya avanzábamos en nuestro recorrido de la semana pasada, ha consolidado la importancia de la feria en la región a pesar de la cierta desproporción entre su escala y el contexto artístico de Bogotá, la ciudad de Medellín ha tomado el relevo con la reapertura del Museo de Arte Moderno tras unos años de rehabilitación. El resultado es un espléndido edificio diseñado por el estudio peruano 51-1 en colaboración con los medellinenses Ctrl G que cuenta con un área total de casi 10.000 metros cuadrados divididos en salas de exposiciones temporales, salas de colección, laboratorios, almacenes, oficinas y un fabuloso auditorio.



El edificio pretende evocar la geografía de la ciudad de Medellín, con sus conocidas laderas por las que se derraman las construcciones de ladrillo. Un juego de escaleras vincula los cinco niveles por su exterior como queriendo tal vez evocar las escaleras mecánicas de la Comuna 13, uno de los proyectos de ingeniería fundamentales para entender la transformación de la ciudad, o, más en abstracto, recordando y a un tiempo reclamando la incansable ambición integradora que la ciudad demanda tras años de dolor.



Desde el aeropuerto internacional, uno se aproxima a la capital antioqueña y al coronar los montes que la rodean le sobrecoge su situación geográfica: Medellín se extiende por el valle del Aburrá como queriendo escapar de él, con sus construcciones cúbicas de ladrillo trepando por las laderas hacia otros valles, algunos de ellos conectados por el teleférico conocido como Metrocable, otro de esos proyectos que tanto ha hecho por la integración de las diferentes comunidades de la ciudad. El río Medellín la corta de sur a norte. Es una zona fluvial que está a punto de cumplir la primera etapa de las cinco de las que consta una rehabilitación que dotará a la ciudad de una importante extensión de zonas comunes.



Metrocable partiendo desde San Javier

El MAMM forma parte de este proceso de transformación de la ciudad que cabría ser calificado de radical. Coincide además con el proceso de paz que se vislumbra en el país, y los responsables del museo, la directora María Mercedes González y el Conservador Jefe Emiliano Valdés, se conjuran para ser "relevantes" en este nuevo tiempo. La memoria es central en el proceso, pues nadie está dispuesto a olvidar. El Museo se postula como elemento integrador, casi como instrumento de reinserción en un lugar en el que el narcotráfico y la lucha por el control del territorio por parte de las diferentes guerrillas sumió en el pavor al pueblo durante décadas. Si las condiciones que parecen alumbrar este nuevo proyecto museístico se mantienen, el centro debe convertirse en referencia no sólo en Colombia sino también en el conjunto de Latinoamérica.



En su fase inaugural pueden verse diferentes modelos expositivos: desde su colección hasta una exposición individual de un artista consagrado, la de Suárez Londoño comisariada por Yara Sonseca que viene de La Casa Encendida; desde una intervención de dos artistas jóvenes colombianos, Román Navas y Henry Palacio, hasta una gran exposición colectiva que, bajo el título En y entre geografías, tiene en el desplazamiento su materia de trabajo. Aquí destaca, entre los trabajos de los veinticinco artistas, la pieza The Journey Mapping Project, de la marroquí Bouchra Khalili, uno de los trabajos recientes que mayor vuelo ha tomado en el circuito internacional.



Escaleras mecánicas de la Comuna 13

La ambición del museo es máxima. En pocos lugares del mundo se abren mayores oportunidades de trabajar con la comunidad, de restituir modelos de convivencia, de ahondar en la memoria y al mismo tiempo construir significado. Y el MAMM no está sólo en este anhelo. En el antiguo centro de la ciudad, el Museo de Antioquia es la institución que auspicia un proyecto cuatrienal que está a punto de inaugurar su tercera edición, tras las celebradas en 2007 y 2011. Se trata del MED15, el Encuentro Internacional de Arte de Medellín, un gran proyecto en diferentes sedes de la ciudad que integra el trabajo de sesenta artistas y que incluye -a priori con gran acierto- a Jordi Colomer y Núria Güell, dos artistas que pueden desenvolverse muy bien en la tensión de este contexto, y a la venezolano-española Emilia Azcárate. Bajo el título Historias locales/Prácticas globales, el proyecto tiene muy en cuenta el statu quo, con uno de sus ejes bien centrado en la exploración de la violencia, el conflicto y la memoria.



Cualquiera que lea sobre la tensión entre lo local y lo global pensará que ya estamos de nuevo con el cuento de siempre, pero la singularidad de Medellín es de una trascendencia tan impar que sólo puede ser concebida como un ejercicio de reflexión de lo más pertinente. Al hilo de esta excepcionalidad, la exposición Piso Piloto ha sido producida con el CCCB de Barcelona y las muestras corren simultáneas en las dos ciudades. Se considera habitualmente a la catalana como hermana de Medellín; tienen una escala similar y están sujetas a especificidades comunes. La exposición gira en torno al tema de la vivienda y el planteamiento es interesante, pero a uno le cuesta obviar el modo en que la historia determina los lugares, y el pasado reciente de la ciudad colombiana y el nuevo escenario a la que ahora se asoma hacen de Medellín un lugar único que difícilmente puede hallar un reflejo.



@Javier_Hontoria