El día del Grand Prix, de Childe Hassam. 1887

El Museo Thyssen-Bornemisza presenta la primera exposición en España dedicada a la expansión del impresionismo en Estados Unidos. Comisariada por Katherine Bourguignon, conservadora de la Terra Foundation for American Art y especialista en arte francés y americano de finales del siglo XIX y principios del XX, la muestra, que ya ha sido presentada en el musée des impressionnismes de Giverny y las National Galleries of Scotland de Edimburgo, rastrea a través de casi ochenta pinturas el modo en que los artistas norteamericanos descubrieron el impresionismo en las décadas de 1880 y 1890 y su desarrollo posterior, en torno a 1900.



Aunque artistas como Mary Cassatt y John Singer Sargent llevaran algunos años viviendo y exponiendo en Francia y tuvieran una relación muy estrecha con pintores como Degas o Monet, hubo que esperar hasta 1886, a la exposición de impresionismo francés organizada por el marchante Paul Durand-Ruel en Nueva York, para que los norteamericanos comenzaran a hacer uso de la nueva pincelada, los colores brillantes y los temas modernos del movimiento francés, y se animaran incluso a viajar a París para conocerlo de primera mano.



Las obras de Cassatt, Sargent o Whistler reunidas en la exposición revelan su papel en el desarrollo del impresionismo en Europa, mientras que las de Theodore Robinson o Childe Hassam, entre otros artistas que viajaron también a Francia para conocer el impresionismo, muestran una asimilación más gradual de la nueva técnica. Al igual que las de otros pintores norteamericanos que, sin haber tenido un contacto directo con los impresionistas y desde puntos de partida muy diversos, supieron adaptar sus ideas y su forma de pintar a los temas nacionales y seducir así a un nuevo público. Todas están acompañadas en las salas por algunos lienzos de Monet, Manet, Degas y Morisot, que sirven para contextualizar y establecer un interesante diálogo entre ellas.



Nota en rojo: la siesta, de James Abbott Whistler. 1884

Para los pintores norteamericanos que querían participar de la modernidad europea era imprescindible pasar una temporada en París para visitar el Louvre y el Salón anual, e incluso formarse en alguno de los cada vez más numerosos estudios y academias. James McNeill Whistler fue uno de los primeros, seguido por Mary Cassatt. En 1874, cuando París se estaba recuperando de la guerra franco-prusiana, llegó una segunda oleada de pintores norteamericanos, como John Singer Sargent y Theodore Robinson.



Cassatt, Sargent y los impresionistas Mary Cassatt y Sargent vivieron y formaron parte de los inicios del impresionismo y tuvieron unas carreras fundamentalmente europeas. Gracias a su relación con Degas y Morisot, Cassatt fue invitada a participar en cuatro exposiciones impresionistas entre 1879 y 1886, en las que, como única representante norteamericana, logró una buena acogida con sus cuadros de mujeres y niños de la clase media-alta. Mantuvo una estrecha amistad con Monet, a quien visitó en Giverny, y poseía cuadros importantes de todos los impresionistas. A pesar de haber expuesto en años anteriores en el Salón oficial, terminó por evitarlo y abrazó por completo el impresionismo, convirtiéndose en una de las principales impulsoras del estilo francés al otro lado del Atlántico.



Americanos en Giverny Otros artistas norteamericanos que trabajaban en Francia en esa época empezaron a explorar a finales de 1880 las posibilidades del impresionismo y a pintar al aire libre en el bosque de Fontainebleau, en la costa de Bretaña y en Giverny, donde podían trabajar cerca del maestro Monet, aunque este solo permitía a unos pocos colocar el caballete junto al suyo. Uno de ellos fue Theodore Robinson que, en esas sesiones al aire libre, comenzó a utilizar colores más claros y a estudiar los cambios de luces y sombras a diferentes horas del día, aunque mantenía el rigor académico y el acabado meticuloso en las figuras. John Leslie Breck, otro asiduo de Giverny entre 1887 y 1891, incorporó a sus obras elementos novedosos como las sombras coloreadas, e incluso realizó una serie de almiares basada directamente en los de Monet.



El cortejo nupcial, de Theodore Robinson. 1892

Impresionismo whistleriano Whistler pasó gran parte de su vida en Europa, trabajando en Londres, Venecia y París, pero siempre se consideró norteamericano y, aunque su estilo se encuadre más en la línea de la generación anterior, sus obras fueron admiradas por muchos miembros del grupo impresionista. En su país fue considerado siempre como un artista moderno y rebelde, al margen de las normas académicas. Su paleta apagada y casi monocroma, la simplificación de la pincelada y la falta de interés por el acabado relacionan sus nocturnos con los impresionistas, aunque nunca llegase a exponer con ellos. Más que ningún otro artista norteamericano, Whistler precedió e impulsó a una nueva generación, que vio en su estilo un modelo a seguir.



A finales del siglo John Henry Twachtman y Thomas Wilmer Dewing realizaron obras que se sitúan ya en los márgenes del impresionismo, con una pincelada suave y unos colores más apagados que invitan a interpretaciones casi místicas. Para ellos, el impresionismo no se limitaba a las soleadas escenas protagonizadas por miembros de la burguesía en sus momentos de ocio, como sí ocurría en los lienzos de sus contemporáneos, sino que podía incluir también estos etéreos paisajes rozando casi la abstracción e inspirados en Whistler, a quien Twachtman había conocido en Europa en 1880.



Escenas y paisajes americanos A lo largo de la década de 1890 fue aumentando el número de artistas americanos que respondían a la creciente popularidad del impresionismo que, al acabar el siglo, se había convertido ya en un estilo predominante; siguiendo el consejo de los críticos de arte, estos pintores supieron adaptar la modernidad artística a los temas nacionales.



Chase comenzó a pasar los veranos en Long Island para pintar al aire libre la costa atlántica, adoptando muchas ideas impresionistas, como la observación de la naturaleza y los efectos cambiantes de la luz. Este tipo de escenas también dieron popularidad a Childe Hassam que, tras su etapa en Francia, se dedicó a pintar al aire libre con un brillante estilo impresionista, pasando muchos veranos en las islas de Shoals, frente a las costas de New Hampshire y Maine, obras que fueron muy bien acogidas por los coleccionistas.



Mujer sentada con un niño en brazos, de Mary Cassatt. 1890. A la derecha, En el huerto, de Edmund Charles Tarbell. 1891

En torno a 1890, Dennis Miller Bunker y Theodore Robinson se interesaron por los paisajes propiamente americanos. Habían empezado a experimentar con la nueva técnica casi al mismo tiempo pero en situaciones distintas: Robinson trabajó junto a Monet en Giverny y Bunker junto a Sargent en Calcot, durante el verano de 1888. De nuevo en Boston, Bunker decidió repetir la experiencia y se fue a trabajar al aire libre a una zona cercana a la ciudad que recordaba a la campiña inglesa, donde logró combinar las técnicas pictóricas europeas con los temas norteamericanos. Tras regresar de Francia en 1892, animado por el propio Monet, también Robinson siguió el consejo de los críticos de pintar lugares típicamente americanos y se fue a trabajar a Vermont y al norte del estado de Nueva York.

En esa misma década de 1890, Edmund C. Tarbell y Frank W. Benson realizaron una serie de obras protagonizadas por mujeres y niños bañados por el sol en jardines o junto al mar. Aunque utilizaban como modelos a familiares o amigos, eran algo más que retratos, y esas mujeres llegaron a representar un nuevo ideal americano. En el huerto consagró a Tarbell como uno de los líderes del impresionismo en su país. La obra tiene una clara deuda con el movimiento francés pero las figuras femeninas representaban este nuevo ideal en sus maneras, actitudes y su elegante forma de vestir. Por su parte, Benson empezó en 1901 a pasar los veranos en una isla frente a la costa de Maine. Su formación académica es patente en su destreza del dibujo y el respeto por las figuras, mientras que su inclinación por el impresionismo se aprecia en la paleta, cada vez más viva, en la forma de aplicar la pintura y la progresiva elección de escenas al aire libre.



A finales de 1897, Tarbell y Benson abandonaron la Society of American Artists para unirse a un grupo que se había escindido de ella, los 'Ten American Painters', que abogaban por los principios de la modernidad y la expresión artística individual.