Alex Katz

Un sombrero rojo es el punto de unión entre todos los cuadros de la serie Red Hat que Alex Katz (1927, Brooklyn, Estados Unidos) expone en la Galería Javier López y donde juega con las posibilidades que ofrecen los primeros planos sobre un fondo neutro. "¿A quién no le gusta una mujer con sombrero?", bromea. Sentado en una mesa baja junto a su mujer Ada, se presenta sencillo y accesible. La muestra está compuesta por los bocetos y las pinturas finales, sugiriendo así el proceso que el artista sigue cuando comienza un nuevo proyecto. "Todo empieza cuando sé qué quiero hacer, en este caso el sombrero rojo y ¡bingo!", comenta.



Surge la idea, el formato, se elabora, se correlaciona y luego se pinta. La búsqueda de proporciones y las irregularidades se convierte en algo "muy inconsciente", haciendo que "lo extraño, a veces, funcione mejor". Explica que desde los bocetos llega al cuadro final pero antes pasa por un proceso de correcciones. De hecho, en los bocetos aún se puede ver el polvo de los trazos. Una vez la modelo se ha convertido en un dibujo animado puede ser transferido al lienzo. Escoge y mezcla los colores que va a emplear. Luego pinta. Metódico. En el caso de Red Hat el elemento común es el sombrero rojo que llevan como complemento cada una de las mujeres retratadas. Juega, en cambio, a representar las diferentes formas femeninas: rubias, morenas o pelirrojas, jóvenes y no tan jóvenes. Miradas y expresiones diferentes. Lo ha hecho a lo largo de 60 años de vida profesional, plasmar a la mujer en su diversas formas, como se puede ver, también, en la serie de las bañistas que forman parte del proyecto Give Me Tomorrow.





Serie Red Hat



Estamos frente a un pintor disciplinado que a sus 87 años sigue trabajando a diario. Pero no sin antes hacer deporte, de modo que intenta llegar a su estudio a las 9.30 de la mañana: "Pero ahora soy bastante irregular. Me guío mucho por la luz, si ella cambia los colores cambian así que me muevo con ella. Puedo hacer los bocetos durante la noche pero pintar solo de día", analiza Katz. Uno de los géneros que más ha cultivado ha sido el retrato y todo comenzó una vez estando en una cafetería: "Intenté recrear la expresión de los ojos y fue algo bizarro", ríe el artista. "El retrato requiere facciones específicas así que teniendo eso como telón de fondo comencé a crear mi propio estilo", cuenta. "De esta manera la gente se fijó en mi pintura aunque a algunos les gustó y a otros no", concluye.



Además ha sido calificado como uno de los padres y precursores del Pop-Art americano. Comenzó pintando sobre fondos planos cuando aún nadie lo hacía ya que quería hacer algo acorde a su tiempo. "Hacia los años 50 me di cuenta de que había cosas que cambiar, me pregunté hacia dónde iba la pintura y, claro, entonces era retro [ríe]. El realismo estaba pasado de moda para el Pop-Art, pero en realidad, ¿qué es el realismo?", se pregunta a sí mismo. Siempre ha estado ligado a la moda, de lo que opina que todo está relacionado con la misma en cuanto a que la pintura es una moda y cambia con el paso del tiempo. Así, los cuadros de Matisse o Picasso no se veían igual en su momento que ahora, de la misma manera en la que no se verán con los mismos ojos dentro de unos años.





Serie que forma parte de Give Me Tomorrow de 1960



Picasso, comenta, ha sido un gran ejemplo para él como artista. Estudió en una escuela cubista pero quiso alejarse de ese estilo. Le gusta la inmediatez de la pintura y la sensación que te transmite algo cuando lo ves por primera vez. Y de ese deseo de pintar lo cotidiano y lo insospechado, pasó a fotografiar momentos que luego pintaría. Pronto dejó de hacer fotografía pero ese estilo que muestran muchas de sus obras ha permanecido en él. Por eso algunos de sus cuadros parecen momentos fugaces, intrascendentes, que a su vez, transmiten la sofisticación de su estilo.



"Una vez vi a un chico cerca de un techo con una luz increíble y pensé: 'wow', intenté recrearlo y no lo conseguí, pero la idea estaba ahí". Y así, las ideas y el aprendizaje hacen el camino del pintor y por esta misma razón, de su estancia en The Cooper Union en Maine, destruyó gran parte de su obra. Consideraba que el aprendizaje estaba hecho y no las necesitaba.





Ada with bathing cup de 1965 y Ted Berrigan de 1967



Y, ¿qué opina alguien como Alex Katz sobre el arte contemporáneo y sus representantes? "Siento que el arte está vivo y los artistas son ambiciosos." Además, añade: "Se supone que el arte moderno se inspira en el arte inmediantamente precedente pero creo que es un campo abierto. Me puede gustar un artista egipcio como me encantan los billboards. Hoy en día todo se confía a este mundo, puedes escoger lo que te gusta". Mantiene la vitalidad pero cuenta que no sabe hacia dónde camina su pintura, hacia qué estilo derivará ni qué es eso que hace tan especial a su obra. "He evolucionado a un estilo más muscular con los años", es lo que consigue presuponer. De Madrid viaja a París, a Viena y a la Tate Modern de Londres: "La Tate Modern es algo grande", afirma. Sus pinturas viajan y con él su mujer, su musa, su retrato más repetido: Ada. Ella seguirá siendo su objeto de inspiración y él, Alex Katz, la seguirá pintando y continuará retratando la realidad de la mujer en sus diversas formas.