Vista de la nave de CVNE donde ahora se muestran las piezas de Chillida

Todo es silencio, oscuridad, paredes de piedra y olor a vino, a naturaleza. Todo es sosiego y calma. Como debe ser alrededor de las piezas de Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924-2002), uno de los artistas que ha marcado el devenir de la escultura española de la segunda mitad siglo XX y cuyas piezas podemos ahora contemplar en una de las naves de la bodega CVNE de Haro, en La Rioja. Comisariada por Ignacio Chillida, hijo del escultor, la exposición reúne, hasta el 30 de septiembre, ocho esculturas, cinco de ellas de gran formato, que han sido dispuestas en este singular espacio.



Las obras, especialmente elegidas para la ocasión, vinculan el universo del vino con el del escultor a través de los materiales -el acero, la tierra, el alabastro, la arenisca...- con los que Chillida se identificaba y se acercaba un poco más la naturaleza, su pasión y su inspiración. Una simbiosis con la tierra que pone de relieve una de las piezas centrales de esta muestra: Sin título, una piedra de forma cruciforme que, encastrada en la pared del fondo de la nave, fue labrada en arenisca por el escultor en el molino de Los Vados, en Burgos. Incrustada durante años en el exterior de uno de los muros de la casa familiar de los Chillida, e instalada aquí en el vano de la única ventana del espacio, "hoy parece que siempre haya estado en esta nave", dice el comisario. Es la primera vez que esta pequeña escultura se muestra al público.





Lo profundo es el aire XVIII y, al fondo, en la pared, Sin título



"Con el hierro, Chillida es venturoso, pero fuerte y desafiador. Con la piedra, Chillida ya no desarrolla un cuerpo a cuerpo sino que desarrolla un idilio del hombre con la naturaleza". Las palabras de Francisco Umbral parecen escritas para estos bloques macizos, horadados hacia el interior, que ahora se muestran en Haro: Escuchando la piedra III, y Lo profundo es el aire XVIII y XIX. Asimismo, el hierro protagoniza el Homenaje a Ciorán y el imponente y rosbusto árbol Zuhaitz VI. Las esculturas Lurra 94 y Homenaje a la arquitectura II completan este paseo, resumido pero intenso, por los últimos veinte años de Eduardo Chillida.



"La particularidad de la exposición es quizá esa sensación de paz que se ha creado. Este ambiente que invita a la relajación y a dejarse llevar". Y es que después de mucho pensar el espacio, y tras descartar la separación de las obras mediante las barricas que antes habitaban esta sala -finalmente fueron retiradas para dejar "limpias" las esculturas- o con los palés de madera que son parte del decorado habitual de la bodega, Ignacio Chillida apostó por la luz. "Cada escultura está separa de las demás por la iluminación, lo que invita al paseo y, quizá, a la meditación", nos dice.





Lo profundo es el aire XIX



El viento que no vemos. Extraído de uno de los aforismos en los que el escultor concentraba sus pensamientos, el título de la exposición nos lleva de nuevo a lo natural, algo que tanto Ignacio Chillida como los responsables de CVNE, Víctor y María Urrutia, han querido remarcar. Juntos han trabajado en el proyecto durante este último año, definiendo las líneas de una exposición singular pero sencilla, sin florituras ni distracciones. "Aquí todo lo que se respira nos lleva la naturaleza, los muros de piedra, las esculturas, el campo, la uva. Y contemplando las piezas puedes estar un buen rato, con la mirada casi perdida en ellas, como cuando miras un paisaje, un río", concluye el comisario. Hoy todo es arte en CVNE.

Chillida Leku tendrá que esperar

Son estas exposiciones las que dan movimiento y visibilidad al legado de Eduardo Chillida a la espera de una futura reapertura de Chillida Leku. Sin contar todavía con las ayudas mínimas que permitan a la familia su mantenimiento y cuidado, el museo del escultor, abierto en septiembre de 2000, lleva cerrado al público desde 2011. "Es un tema complicado. No es fácil ni para nosotros ni para las instituciones con las que seguimos hablando para resolver esta situación. Hoy no hay nada nuevo. Mientras, seguimos haciendo exposiciones, ni menos ni más", explica Ignacio Chillida.

La crisis obligó a cerrar la finca de Zabalaga, en Hernani, sólo 10 años después de su apertura. La escasez de presupuesto y la falta de diálogo entre la familia y las instituciones fueron los culpables. Resultó imposible llegar a un acuerdo: "Ni con el ayuntamiento de San Sebastián, ni con la Diputación, ni con el Gobierno Vasco... ", nos decía entonces Ignacio Chillida. Así, el caserío que concetra toda la obra del escultor ha permanecido cerrado durante más de tres años. Ahora el Gobierno vasco quiere agilizar las negociaciones con los Chillida.