Guerrilla Girls

El mítico colectivo de artistas revisa su trabajo en una exposición en la Alhondiga de Bilbao, la más grande realizada en Europa.

Surgieron en la escena artística norteamericana de mediados de los 80. Por aquel entonces, Jeff Koons había metido en una vitrina un par de aspiradoras y presentaba su conocida estatuilla dorada Michael Jackson and Bubbles (1985) y Haim Steinbach ponía sobre una peana unas zapatillas Nike junto a una lámpara con patas de ciervo, Charm of Tradition (1985). Como otros artistas, hacían una apología del consumismo, de la competitividad y de un lujo libre de preocupaciones, lo que vino a llamarse un sistema Commodity. Fue el mismo momento en que el East Village pasó a ser el lugar de moda proclive a los experimentos con aires de desenfado, con galerías de artistas para artistas. Nature Morte, al límite del SoHo, fue una de los más emblemáticas por su apoyo a los nuevos artistas posmodernos, como Sherrie Levine o Allan McCollum, que defendían una actitud anti mercado.



Eran tiempos contradictorios en que en el arte todo se engullía. También ahí alzó la voz un grupo distinto de artistas que hasta entonces habían quedado marginadas por cuestiones políticas o étnicas. Artistas como Tim Rollins, Barbara Kruger o colectivos como Gran Gury, Group Material y General Ideal ponían el acento creativo en el activismo social, unas veces reflexio y otras reivindicativo, que actuaba tanto en la calle como en galerías y museos.



Guerrilla/Gorila

Cercanas a ese activismo artístico, surgieron de la escena artística neoyorquina, también en 1985, las Guerrilla Girls, colectivo integrado por mujeres, la mayoría artistas y grafistas, que utilizaban los medios de comunicación de masas para denunciar, con un método que ellas mismas consideraban a mitad de camino entre el terrorismo informativo y el cotilleo, la creciente mercantilización del arte, la apología de la publicidad y el fetichismo del objeto artístico de los que hacían gala Koons o Steinbach, así como a plantar cara a la política de la era Reagan. Ponían en tela de juicio las cuestiones más candentes de la sociedad norteamericana de aquel entonces, las que recogiera más tarde, en 1993 la Bienal del Whitney de modo histórico: la integración racial, el papel de las minorías, el consumismo, el SIDA, la defensa ética de lo social, la igualdad sexual... Se llamaron entonces "artistas políticas" y utilizaban la acción y el lenguaje como herramienta creativa. Invadían con pegatinas cabinas de teléfonos, vallas publicitarias, revistas, camisetas, pancartas... Todavía hoy lo siguen haciendo, como vemos en la exposición que ahora le dedica el centro Alhondiga de Bilbao, comisariada por Arakis Xabier Arakistain.



Una de esas pancartas las hizo mundialmente famosas. Una imagen que hoy aparece en cualquier monografía de arte contemporáneo. En 1989 colocaron un gran cartel frente al Metropolitan Museum de Nueva York. Había una figura simulando la reconocible Odalisca de Ingres, con una máscara de gorila, donde podía leerse: ¿Tienen las mujeres que estar desnudas para entrar en el MET? Menos del 5% de los artistas en las secciones de arte moderno son mujeres, pero un 85% de los desnudos son femeninos.



Les hago la misma pregunta que ellas hacían entonces y responden igual de contundentes: "Desgraciadamente sí. De vez en cuando volvemos al Metropolitan, contamos de nuevo las mujeres artistas que exponen y las mujeres desnudas que se exponen y la cosa no ha cambiado mucho. En esta exposición en Bilbao pueden verse tres versiones de ese cartel: el de 1989, otro de 2005 y uno nuevo de 2012. En este último dice que hay menos mujeres artistas pero más desnudos masculinos. ¿Es eso un progeso?".



Hablan con sus máscaras de gorila puestas, su sello de identidad desde entonces, que las coloca en un anonimato, añaden, todavía fundamental: "El mundo del arte es muy pequeño. Al principio teníamos miedo que si denunciábamos a sus miembros más poderosos sería como mandar nuestras carreras a la basura. Queríamos enfocarnos con ciertos aspectos desde una perspectiva global, no desde nuestras obras particulares", indican.



Se definen como "enmascaradas y vengadoras", al estilo de Robin Hood, Batman o la Mujer Maravilla. Recuerdan que guerrilla y gorila se pronuncian igual en inglés, que siempre utilizan nombres de artistas mujeres, como Kathe Kollwitz, Alma Thomas, Rosalba Carriera, Frida Kahlo o Hannah Höch, y que las suyas son, también hoy, acciones que encierran una crítica al estricto activismo feminista, que consideran aburrido, serio, formal e intelectualizado.



-¿Qué es el feminismo para las Guerrilla Girls? Lo de llamaros chicas parecer haber molestado a muchas feministas... ¿Qué distancia hay entre el feminismo y vuestra práctica?

-El feminismo es una simple idea de que las mujeres y las chicas merecen los mismos derechos y privilegios que tienen los hombres. Ni más ni menos. Un mensaje que aplicamos a las mujeres en el arte y en el mundo de la cultura. Si sus voces no están incluidas en la historia de nuestra cultura, la historia es incompleta.



-Después de todo este tiempo, ¿el mensaje sigue siendo el mismo?

-Seguimos hablando de sexismo, de racismo y corrupción en la política, el arte, el cine y la cultura pop, y seguimos usando el humor. Revelamos hechos que han sido ignorados y que nos parecen completamente injustos. Hemos hecho más de 100 carteles, acciones, proyectos en la calle y publicaciones.



-¿Cómo han cambiado en todo este tiempo? ¿Siguen teniendo el mismo sentido?

-En el Nueva York de mediados de los 80 vimos que había una reacción violenta contra las mujeres artistas después de los logros que había conseguido el movimiento feminista de los 70. El número de mujeres que exponían en galerías o museos seguía siendo patéticamente bajo. Conocedoras como somos de cómo funcionan los medios de comunicación, quisimos entonces usar técnicas más contemporáneas para seguir denunciando eso. Decidimos hacerlo con carteles callejeros, usando cifras, para llevar esos mensajes a un público lo más amplio posible. Ahora, pasado el tiempo, creemos que hemos profundizado en nuestra mirada crítica del arte y el museo, y hemos ampliado otros focos de acción. En los últimos años, hemos realizado proyectos sobre Hollywood o políticas electorales de Estados Unidos.



-¿Cuál fue la respuesta con las primeras acciones?

-Los pósters que colocamos por Nueva York acabaron por los suelos. Las galerías y museos que tachábamos de discriminadores realmente se enfadaron, aunque las mujeres se sentían orgullosas de que alguien denunciara que esa discrimación era sistemática en el mundo del arte.



-¿Han cambiado las cosas? ¿Es mejor la situación ahora para las artistas mujeres?

-Las cosas han mejorado, sí, al menos en un primer nivel. Pero muchos museos se están quedando rezagados. En Estados Unidos, por ejemplo, muchos museos son supervisados por un comité asesor formado por empresarios adinerados que donan dinero y obras de arte a cambio de deducciones fiscales enormes. No hay que ser un genio para darse cuenta de que el sistema del arte es maloliente para la corrupción desde que los coleccionistas pueden promover adquisiciones de obras de artistas que poseen y hacer así sus colecciones más valiosas. El mercado del arte es el patio de recreo de un 1%. Se ha descrito como el cuarto mayor mercado negro en el mundo, después del de las drogas, las armas y los diamantes.



-De pósters por los suelos a la Bienal de Venecia de 2005, de la mano de Rosa Martínez. Si el mundo del arte echa pestes y es tan corrupto, ¿por qué querer formar parte de él?

-Nos encanta el arte y los artistas, aunque muchas debamos sobrevivir en un sistema que es pésimo. También nos interesan los museos como lugares donde se relata una historia rica del pasado y del presente. Aunque lancemos una crítica hacia ellos no quita que nos guste mejorar. ¿Quién no quiere un mundo mejor?



-¿Cómo responden hoy los museos a sus obras?

-En un primero momento, el museo nos ignoró, aunque siempre ha habido conservadores dentro de los museos que han querido cambiar el curso de esas instituciones. Con el tiempo, esas mismas personas nos han invitado a dar charlas, a participar de exposiciones y a trabajar en proyectos específicos para sus colecciones. Recientemente nos han pedido hacer proyectos para museos, como el Istambul Modern, para examinar la situación de las mujeres artistas. Y hemos hecho proyectos similares en Irlanda, Polonia, Chicago y Boston.



-En esta exposición en Bilbao, una de las más grandes que han hecho en Europa, ¿qué otros trabajos veremos?

-Se presentan 79 pósters, algunos muy grandes, de más de 15 metros y 13 mesas con pequeños proyectos. También cartas de las Guerrilla Girls, artículos aparecidos en prensa y fotos de nuestras acciones en Estambul, Cracovia, Irlanda, Francia, México, Shangái y las exposiciones de la Bienal de Venecia.



-El número de integrantes del colectivo, ¿sigue siendo el misterio mejor guardado?

-Somos alrededor de 55 mujeres que han estado dentro o fuera del grupo; algunas por una semana, otras durante décadas, aunque, en realidad, siempre hemos sido un grupo pequeño.



-¿Guerrilla Girls es un ejemplo de que el arte puede tener una acción real en la sociedad?, ¿de que el arte puede servir para algo?

-Absolutamente. El arte siempre ha reflejado su contexto social y uno de sus deberes es criticarlo.