Galería Heinrich Ehrhardt. San Lorenzo, 11. MADRID. Hasta el 7 de junio. De 2.000 a 22.000 E.



El centro histórico de la ciudad de Oporto ha sufrido en las últimas décadas distintos intentos de lo que los políticos se han empeñado en llamar "regeneración" para evitar incluir en sus discursos esa otra palabra de connotaciones tan negativas que la hacen impronunciable como es "gentrificación". Estos procesos de renovación urbana, en los que en muchas ocasiones ha sido central la construcción de museos o centros de arte (sólo hay que pensar en lo que la creación del Centro Pompidou representó para París en los 70) suponen la expulsión de un área de la ciudad de la población que la habita, perteneciente a las que se han dado en calificar como "clases populares" y normalmente empobrecidas, para ser sustituida por otra con un nivel adquisitivo mayor que demanda una nueva serie de servicios y negocios, favoreciendo la especulación.



En Oporto, el inicio de este desmantelamiento progresivo del viejo centro para construir uno nuevo, tuvo que ver de modo paradójico con su consideración por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad en 1994 (un título que suele provocar el establecimiento de unas políticas conservacionistas que convierten los espacios urbanos en parques temáticos con más de decorados cinematográficos que de lugares con historia) y su elección como Capital Europea de la Cultura en 2000, que aceleró su desarrollo.



Mauro Cerqueira (Guimarães, 1982) está viviendo en primera persona estos procesos que todavía continúan y ha decidido que hay que contar lo que está ocurriendo allí. Por eso, tal vez, ha titulado su primera exposición individual en la galería Heinrich Ehrhardt Ter que falar, "hay que hablar", apropiándose de la voz del protagonista del vídeo que se incluye en la muestra, un mendigo alcohólico que parece actuar como si fuera un Diógenes contemporáneo y que se debate entre el habla entrecortada, arrastrada e incomprensible que provoca la ebriedad y un discurso de gran claridad reflexiva.



Cerqueira ha optado por huir de la denuncia obvia y ha partido de las historias personales de sus vecinos, también de la suya, para proteger la memoria del barrio en el que se encuentra su estudio y que la gentrificación se está encargando de borrar de forma sistemática. Ha recuperado, dándoles una segunda vida, los adoquines artesanales de gran valor histórico que están siendo reemplazados por enlosados de producción industrial y abandonados en las calles y los ha convertido en inestables pedestales para sostener restos propios, algunos objetos encontrados y otros que le han dado sus vecinos y que contienen ese pasado que se está perdiendo. Planchas tipográficas e instrumentos metálicos que remiten a esos negocios pequeños, las imprentas y las caldererías, que durante décadas sostuvieron la zona y que ahora se ven obligados a cerrar o desplazarse a las afueras por la especulación. Una operación que queda figurada en las pastillas de jabón con monedas encajadas que ocupan algunas de las piedras.



Son monumentos precarios que se distribuyen por el suelo de la galería en un equilibrio inestable lleno de tensiones que se traslada al caminar del que pasea entre ellos y que establecen una particular conversación llena de ecos y resonancias. Si Cerqueira tiene que hablar, nosotros debemos escuchar. Oporto no queda tan lejos, lo tenemos aquí al lado.

Mauro Cerqueira es uno de los nombres clave de la nueva generación de artistas portugueses con mayor proyección internacional. Nacido en 1982, ha tenido residencias en São Paulo y Berlín. Expone de manera regular desde 2005 y destacan muestras como la que tuvo en la Kunsthalle de Lisboa en 2009 y el Solo Project que llevó a ARCO en 2010, de la mano de Adriano Pedrosa. Esta es su primera individual en España.