The Path to Cairo, 2012.

Wael Shawky nació en Alejandría en 1971 y estudió en las universidades de su ciudad natal y de Pennsylvania, EEUU. Es uno de los artistas africanos más interesantes de su generación y así lo atestigua su participación en algunas de las citas internacionales más importantes celebradas recientemente. Si en al Bienal de Estambul comisariada el pasado año por Adriano Pedrosa y Jens Hoffman mostró Cabaret Crusades: The Horror Show File, 2010, en la Neuegalerie de la dOCUMENTA(13) puede verse aún Cabaret Crusades: ThePathto Cairo, 2012. Se trata de un conjunto de trabajos muy ilustrativo de un artista que combina un profundo interés por cómo contamos la Historia que se enmarca en una fascinación por el concepto, más general, de narrar. Abran cualquier manual, catálogo, revista o sitio web en el que aparezca Wael Shawky y lo primero que leerán es que se trata de un contador de historias, un storyteller cuya fuente primera es la historia del mundo árabe y, en particular, el modo en que sus sociedades han transformado sus pautas tradicionales de comportamiento a todos los niveles, desde la alta política hasta las poéticas cotidianas que perfilan lo doméstico.



Algunos de los primeros proyectos que recibieron el aplauso internacional pertenecen a la serie Telematch, que realizó entre 2007 y 2009, y que está presente en esta exposición berlinesa. Viene mucho a cuento pues Telematch es el nombre de una serie de la televisión alemana de los años setenta en la que personas de dos pueblos diferentes competían en diversas pruebas. A través de esa serie, Shawky exploraba asuntos de alcance global de tipo económico, político y social a partir del choque de culturas.



Pero el grupo de trabajos con el que consolidó su posición en el concierto internacional fue el realizado en torno al tema de las Cruzadas. Shawky tomó como referencia el libro Las Cruzadas vistas por los árabes, de Amin Maalouf y más concretamente el episodio en el que el Papa Urbano II exige a los árabes la devolución de la ciudad de Jerusalém. Si The Horror Show File termina con la toma de la ciudad santa por parte de los Cruzados, la que podemos ver en Berlín (The Path to Cairo, 2012) toma como escenario el periodo entre la primera y segunda cruzada, y está basada en las crónicas de la época.



Las dos versiones de Cabaret Crusades realizadas hasta la fecha son películas en las que los protagonistas son marionetas que desarrollan un argumento en escenarios que tienen una iluminación profundamente dramática. Las marionetas son un elemento importante en el imaginario teatral occidental y musulmán pero, en esta segunda entrega, las marionetas están realizadas en cerámica, un material de gran arraigo en la tradición escultórica árabe. El argumento está en su mayor parte cantado por coros de pescadores de perlas y por cantantes chiíes que interpretan piezas que enraízan en la tradición poética de los imames. Parte de la música ha sido compuesta por el propio Wael Shawky.



El conjunto es tan intensamente bello como inquietante. Nada hay de ingenuo o de infantil en el teatro de marionetas del artista. Al contrario, descarta todo lugar común para ofrecer lecturas personales e inéditas sobre las relaciones entre las dos culturas. Un número cercano a la treintena de estas marionetas están también expuestas en KW. Es un desfile mudo algo grotesco, disociado de la narración.



Wael Shawky también ha realizado un trabajo específico para esta exposición en Berlín. Se trata de Al Araba Al Mafduna, que toma su nombre de un lugar homónimo en el norte de Egipcio donde hace 10 años apareció un chamán que, además de curar enfermedades, decía conocer el paradero de un buen puñado de templos y grandes esculturas del Antiguo Egipto. La llegada de este chamán provocó un gran revuelo en el lugar. Shawky ha realizado una película en la que, basándose en historias personales y de su experiencia en el lugar y también en otras fuentes literarias, construye un argumento en el que se funden la realidad y el mito, lo literario y lo histórico.



En su primera exposición institucional en Alemania, Wael Shawky hace gala de un enorme inventario narrativo que evita, en numerosas ocasiones, la complacencia. Los asuntos que toca, a pesar de estar tratados, como en los Cabaret Crusades, con una aparente ingenuidad, filtran cuestiones espinosas en la compleja realidad del mundo árabe acuciada siempre por los designios de lo moral.