Ha agotado dos de los cinco años que figuran en su contrato. Juan Antonio Álvarez Reyes aterrizó en marzo de 2010 en la dirección del CAAC tras un concurso público. El presupuesto del centro de arte contemporáneo de referencia en Andalucía se ha reducido en un 22 por ciento desde su llegada pero, lejos de darse por vencido, propone un abanico de 18 exposiciones anuales y ha logrado aumentar un 12 por cierto las cifras de visitantes.

Acaba de presentar la donación que Juana de Aizpuru ha hecho al CAAC. Son 26 obras de su colección personal, todas piezas de artistas andaluces o muy relacionados con Andalucía. Juan Antonio Álvarez Reyes (Badajoz, 1966) está exultante. "Es que Juana es mucha Juana -bromea-. Gracias a ella hemos sido portada en todos los periódicos locales". Y es que la comunicación es uno de los caballos de batalla de este crítico y comisario que llegó desde Madrid para ponerse al frente del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo hace dos años, intuyendo ya que tendría que lidiar con la reducción de presupuesto, la situación periférica del museo y la poca visibilidad de muchos de sus proyectos. "Es llamativo el poco eco que tiene en la capital lo que se realiza fuera de ella y lo mucho que se valora aquí todo lo que se hace allí. En cuanto a nosotros: somos hegemónicos o subalternos dependiendo de quién nos mire".



La programación del CAAC piensa globalmente para actuar localmente, explica el director. "A veces no valoramos lo que hacemos en casa y quizá con un poco más de interés y esfuerzo no sea tan difícil que nuestros proyectos se vean fuera. Se puede trabajar perfectamente con Europa, que es nuestro ámbito natural para coproducir, sobre todo si hablamos de centros medios como éste". Y esto en cuanto a lo global, pero desde un museo como el CAAC es imposible obviar el contexto local. Interactuar con la ciudad es clave: "Hay que dialogar con los artistas, relacionarse con el ámbito cultural y educativo y con la sociedad general", dice Álvarez Reyes. Por estos tres motivos, este año el 50 % de las exposiciones son de artistas andaluces, el CAAC ha tendido puentes con universidades, colectivos y festivales como el Mes de la Danza o la Bienal del Flamenco y en sus ciclos temáticos ha tratado temas como la crisis (Sin realidad no hay utopía).



-¿No condiciona mucho programar la mitad de las exposiciones con artistas locales?

-Por suerte, en Andalucía hay una tradición artística muy importante y eso hace que no sea nada difícil y, además, para mí es obligatorio. La única manera de dar visibilidad al artista es trabajar con él, si no trabajamos con él no lo van a ver fuera. En la medida en que nosotros seamos visibles ellos también lo serán. En España no hemos puesto en valor el arte hecho aquí y si no lo hacemos nosotros nadie lo hará, quitando excepciones como Juan Muñoz, que llegó validado de fuera.



-Y en la práctica, ¿cómo logra involucrar al ciudadano?

-No se puede obligar a nadie, lo que hay que hacer es incrementar la educación. Es fundamental ir poco a poco, empezar en la enseñanza secundaria. En este sentido, lo que hacemos los museos es fundamental. En los últimos 4 años por el CAAC han pasado 200.000 escolares y los programas con las universidades están dando sus frutos. Me he volcado en las redes sociales, hay visitas virtuales en la web, sólo hay que pinchar en 'Te la perdiste' para poder ver una exposición. Es un tipo de visitantes que no contabilizamos pero que cada día es mayor. Además, este año hemos aumentado un 12 por cierto los visitantes que ya son unos 140.000 anuales. No siento la presión de las cifras aunque a todos nos gusta ver crecer este número. También por eso hemos aumentado las exposiciones anuales a 18 y procuramos inaugurar cada mes. Pensamos en el visitante habitual: se trata de que el público más cercano repita.



Trabajar con La Cartuja

-Pero no debe ser fácil. El presupuesto del CAAC es de 4,1 millones de euros pero las 23 hectáreas del conjunto monumental de La Cartuja se llevan la mayor partida. Al final, el programa de exposiciones se resuelve con unos 350.000 euros, unos 100.000 van para el programa educativo y otro tanto para la colección. De modo que, visto desde fuera, trabajar en un espacio como La Cartuja puede ser un problema añadido.

-Desde mi punto de vista es un plus enorme, pero evidentemente tiene también su reverso. El problema quizás radique en que el CAAC no ha tenido nunca un presupuesto adecuado y equiparable a otros centros de comunidades con menor población que Andalucía, como Cataluña, Valencia o País Vasco. En momentos de recortes como los actuales, tenemos un extra de sufrimiento. Pero es muchísimo más lo que nos aporta que lo que nos resta. Lo singular y a veces complicado de sus espacios también es un reto y son muchos los artistas que se sienten atraídos por él. Acaba de ocurrir con Lotty Rosenfeld (artista conceptual chilena que participó en la última Documenta), que no ha parado hasta que no ha conseguido la zona monumental para su próxima exposición. También Guillermo Pérez Villalta hará algo especial.



La ayuda de los artistas

No es de extrañar, por todo esto, que, con motivo de la crisis y de la reducción presupuestaría, Álvarez Reyes haya propuesto a los artistas andaluces hacer depósitos en el CAAC. "No fue exactamente así -explica-, aunque estamos trabajando en un amplio programa de donaciones, daciones y depósitos, además, claro está, de adquisiciones. También estamos poniendo en marcha una fundación de apoyo al CAAC. Por el momento hemos recogido algunos frutos. Podría citar los casos de Juana de Aizpuru, Carrie Mae Weems, AFAL, Miguel Trillo, Nazario, Miguel Brieva, José Miguel Prada Pool... Ahora mismo llevamos muy avanzada una gran operación con Pérez Villalta y con miembros de la generación de los pintores abstractos sevillanos, como Gerardo Delgado o Ignacio Tovar". Todo por una colección, la del CAAC, de la que es máximo responsable. Un compendio de 2.211 obras entre las que destaca un conjunto muy significativo del Equipo 57 pero que al mismo tiempo tienen una de las Celdas más destacadas de Louise Bourgeois. En 2011, 69 piezas entraron en la colección del CAAC.



-¿Responde también a la crisis la tendencia de repensar la colección permanente como exposición temporal?

-En realidad esta concepción surgió mucho antes de la crisis, cuando el MoMA neoyorquino decidió ampliar su sede y mientras duraban las obras fue presentando su colección en exposiciones temporales. En España es un fenómeno más tardío, pero ahora está siendo muy utilizado sea por la crisis o no. En nuestro caso, no es el presupuesto lo que nos motiva a hacer una gran presentación de la colección cada año. Responde a investigar y dar a conocer algunos resultados de esa investigación y del trabajo continuo de ampliación que hacemos. La próxima presentación será de cara al verano y tratará el tema de la "abstracción postpictórica".



-¿Qué le falta y qué le sobra a la colección? ¿Qué compraría sin dudarlo si pudiera?

-No nos sobra nada, o casi nada, y nos faltan muchas cosas. Estamos trabajando -aunque no sé si lo conseguiremos por las limitaciones- en obras que en otros momentos sí hubieran sido posibles: incrementar los fondos de Pepe Espaliú; deberíamos tener más obra de Juan Muñoz (que dialogaría perfectamente con nuestro espacio y con el barroco contenido), también pintura de la abstracción postpictórica norteamericana para confrontar con la andaluza (obra de los 60 de Kenneth Noland que aún es accesible).



Administración y cultura viva

-El arte en Andalucía vive momentos complicados. Al margen de la fallida Bienal de Sevilla, han desaparecido las becas de Iniciarte, que eran una plataforma muy bien valorada, y las ayudas se han reducido al mínimo. ¿Los artistas andaluces se sienten desasistidos?

-Hay que hacer esfuerzos por apoyar la cultura viva, la de nuestro tiempo. Pero también es necesario pensar otras estructuras diferentes y más adecuadas a los intereses reales de colectivos artísticos y ciudadanos. Las administraciones tienen que tener programas continuados en el tiempo. En España nos caracterizan los saltos, las brusquedades, de pronto apoyar mucho y luego nada. Es lógico que haya que reducir, pero aquí todo aparece y desaparece con rapidez pasmosa.



En Andalucía, explica Álvarez Reyes, por un lado están los artistas, con un alto nivel de calidad, "por encima de la media española", se atreve a decir, y por otro está la situación institucional y de mercado: "Hay deficiencias en el desarrollo teórico y en la enseñanza. El sistema del arte es débil, lo cual no deja de ser una paradoja. Yo también tengo parte de responsabilidad".

-Dicho todo esto, ¿cuál es su mayor reto?

-¿En estos momentos? Sobrevivir con dignidad. A partir de ahí es urgente poner en marcha nuevas redes. Es necesario cuestionar el mundo, su economía, su sostenibilidad, cómo entender la cultura -y por tanto el arte-, al mismo tiempo que cambiar y adecuar las estructuras políticas.



-¿Se refiere a la implicación privada en el museo? ¿No es algo complicado al margen del Prado-Reina Sofía-Thyssen?

-No pienso tanto que haya que ir hacia el modelo americano, que tampoco funciona en los centros medios europeos. Quizá los museos y centros de arte que hemos ido creando se han inspirado en un modelo de prestigio, de grandes exposiciones con grandes presupuestos, proyectos para rentabilizar la imagen, que ya no sirven. Hay que ir hacia la práctica artística real que no necesita esa cantidad de dinero y donde no importa tanto el número de visitantes como el producir cultura artística. Es el momento de repensarlo todo.



Asegura que echa de menos la crítica y que cumplirá su mandato que, firmado con arreglo al Documento de Buenas Prácticas, no será superior a cinco años ("las direcciones eternas no son buenas, como tampoco lo es que los políticos cambien a los directores a su antojo"). Pero de momento piensa ya en los próximos ciclos de exposiciones, en los que trabaja con Luisa López, la conservadora jefe del CAAC que, como casi todo el equipo, estaba ya antes de llegar él y para quien sólo tiene elogios. Una de estas sesiones, ya en 2013, titulada Lo que ha de venir ya ha llegado, parece albergar cierta esperanza más allá del pesimismo del presente.