Andrea Büttner: Vogelpredigt, 2010

Andrea Buttner es la última ganadora del premio Max Mara de arte contemporáneo. Tras su paso por la Whitechapel de Londres, inaugura ahora en la sede de la firma italiana.

Se inaugura la muestra individual de Andrea Büttner, la artista galardonada en la tercera edición del premio de arte que organiza el grupo textil Max Mara. Es un premio creado en 2005 por la firma italiana en colaboración con la Whitechapel Art Gallery de Londres y por el que se reconoce el trabajo de artistas mujeres que trabajan en el Reino Unido. Se premia un proyecto a realizar a posteriori en una residencia en Italia que brinda la opción de trabajar en las instalaciones del colegio americano de Roma y en la Fondazione Pistoletto de Biella. El trabajo resultante se presenta en la Whitechapel y en la Fondazione Maramotti de Reggio Emilia. Büttner sucede en el palmarés a Margaret Salmon y a Hannah Rickards.



Nacida en Sttutgart en 1972, Andrea Büttner se ha consolidado como una de las artistas más interesantes y singulares de su generación. Tras estudiar Historia y Filosofía en la Universidad de Humboldt de Berlín, se doctoró en el Royal College de Londres en 2009. Ha realizado importantes exposiciones en fechas recientes. En 2010 participó con gran éxito en la Bienal de Sao Paulo o la Kunsthaus de Essen. Acaba de cerrar una exposición en el ArtPace de San Antonio (Texas) donde disfrutó de una residencia poco después de la que tuvo en Italia.



Su obra se sitúa en un lugar inusual en el circuito del arte contemporáneo fundamentalmente por los materiales que habitualmente utiliza, como el grabado con madera, un medio modesto y anticuado. Por medio de ellos especula sobre conceptos como original y copia, el trabajo artesanal y la reproducción... Estos grabados constituyen algunas de las obras más aplaudidas de Büttner, pero no conviene ceñirse sólo a ellas, por muy deslumbrantes que sean -que lo son- pues el proyecto de la alemana es amplísimo.



Desde muy pronto mostró Andrea Büttner un gran interés por las relaciones entre la religión y el arte. Ha estudiado en profundidad diferentes comunidades religiosas, el modo en que crean su imaginería, sus ofrendas... Hace años pasó mucho tiempo en el convento de las carmelitas de Notting Hill, en Londres, y pidió a una monja que grabara con vídeo sus diferentes actividades relacionadas con la creación de imágenes. El resultado fue el vídeo, Little Works, de 2007, una de sus obras más reconocidas.



Para realizar este proyecto premiado por Max Mara, además de las dos sedes habituales que les son brindadas a los artistas, Büttner residió en conventos y otras congregaciones italianas. Además, estudió los extraordinarios conjuntos de frescos de Giotto en Assissi y en Florencia para conocer de primera mano la imaginería franciscana. Cualquiera que vea las figuras de monjes características de la artista recordará el estilo emblemático del maestro del Trecento italiano. La artista desgrana asuntos centrales de la sociedad contemporánea través de conceptos y contextos procedentes de la religión.



Büttner siente verdadera fascinación con el asunto de la vergüenza, que se encuentra en el origen de las narrativas de la religión católica. Asocia la artista el color marrón con la defecación, la vergüenza del niño ante sus padres y prolonga su reflexión a través de las lecturas de Freud, que habla del excremento y su relación con el dinero. Hay mucho psicoanálisis en su trabajo. En San Antonio había un trabajo en el que una mancha marrón cubría el teclado de un cajero automático, en clara referencia, tal vez obvia en exceso incluso, a las lecturas de doctor Freud.



El proyecto que presenta en Reggio Emilia se titula The Poverty of the Riches y en él se dan cita todas las inquietudes de la artista: la religión, el arte y el papel que en el mundo del arte juega el artista. Büttner siente una especial atracción por el lugar que ocupa el artista en la galería de arte, el momento de mostrarse, de desnudarse ante el público. Tiene mucho que ver con esto su citado interés por la vergüenza o, mejor, la falta de vergüenza visible en la constante exposición que brindan las televisiones y los tabloides. Esta reflexión es a menudo contextualizada en el mundo del arte y está extraordinariamente bien urdida en su trabajo. Grabados de imaginería religiosa se suceden en los muros junto a cuadros realizados con tejidos procedentes de uniformes de trabajadores públicos que puede entenderse como un guiño a la industria textil, de la que la firma que auspicia el premio es referente nacional e internacional.