Dora García. Fotografía: José Manuel Gutiérrez

Dora García. Fotografía: José Manuel Gutiérrez

Arte

Dora García: "El arte no tiene que entenderse en absoluto"

Aunque su intervención para el pabellón español en la Bienal de Venecia la sitúan hoy en primera página de nuestro arte más internacional, Dora García lleva varios años en lo más alto del podio artístico. Militante del conceptual y renovadora de la performance, nos acerca a su obra (y al pabellón)

6 mayo, 2011 02:00

Heredera de la tradición del conceptual español de Isidoro Valcárcel Medina o Esther Ferrer, Dora García (Valladolid, 1965) ha actualizado la performance al máximo para interactuar con el público de hoy. La comunicación (“el contar historias”, dice) y la narración (“yo lo veo todo como literatura”, confiesa) son la base de un trabajo coherente que ha ido calando en el circuito artístico español y extranjero y que ha llevado a la artista a participar en proyectos como el Skulptur Projekte Münster (2007), la Bienal de Sydney (2008) o la de São Paulo (2010). Además de exponer asiduamente en sus galerías de Madrid, Juana de Aizpuru, y Barcelona, ProjecteSD, la comisaria de la próxima Documenta (2012), Carolyn Christov-Bakargiev, la ha elegido para el gran evento artístico de Kassel.

Ahora, y lejos de hacer borrón y cuenta nueva al proyectar el pabellón español en Venecia, Dora García reconoce que este trabajo, Lo inadecuado, es una continuación de sus obras anteriores. “Una continuación muy natural que hubiera ocurrido de todos modos, aunque seguro que hubiese sido diferente de no haber pasado esto de la bienal. Digamos que yo estaba trabajando normalmente y en un momento determinado me ha caído encima el pabellón”, explica. Consecuencia directa, en realidad, de dos de sus últimos vídeos: The Deviant Majority (2010), que fue realizado a partir de una invitación de la Galleria Civica di Trento y de la Bienal de São Paulo, y The Inadequate (2011), un ensayo en formato documental con la ciudad de Trieste como fondo.

-¿Qué pretende transmitir con el concepto inadecuado?
-Un sentimiento de malestar, de desajuste, de torpeza. El que yo sentí de inmediato cuando me propusieron hacer el pabellón español. El que siente el autor ante su público, el que siente el que está fuera de sitio, social, cultural. Este sentimiento de inadecuación, de estar fuera de lugar, de no hablar el mismo idioma ni mirar hacia el mismo sitio. Es una herramienta importante de investigación y de crítica: sólo ve bien el que está fuera.

50 autores para un pabellón

Es fácil perderse por los derroteros de lo inadecuado con la artista: “Todo es inadecuado en el arte. John Latham acuñó la expresión ‘persona incidental' para sustituir la palabra ‘artista'. Latham dice: ‘Una persona incidental ocupa una tercera posición ideológica que no es ni la de autor ni la de público, y que está fuera de las obvias áreas de negociación de autor y público'”. Pero pronto recuperamos el hilo para centrarnos en su proyecto, una obra de autoría coral en la que Dora García aparece en primer lugar, pero no es la única ni mucho menos. Su nombre está junto a los de Katya García-Antón, Àlex Gifreu, Eva Fabbris, Anna Daneri, Barbara Casavecchia, Vincenzo de Bellis, Bruna Rocasalva, Marco Baravalle, Cesare Pietroiusti, Stefano Graziani, François Piron. Y hasta cincuenta.

-¿En qué lugar coloca al creador en todo esto?
-El creador, en una obra de autoría coral, son todos los que forman parte de ese coro. En este pabellón hay muchos autores y si se refiere a mi papel en ese coro, tengo el papel de anfitrión.

-¿Y el papel del comisario? ¿Cómo ha sido el trabajo con Katya García-Antón?
-Ha sido sorprendente, porque nunca habíamos trabajado juntas antes, de modo que nos hemos ido conociendo en el proceso y ha sido muy gratificante.

Una performance extendida

Al igual que la performance forma parte indisoluble de su concepción del arte, también lo intangible, lo que no se puede ver y a penas alcanzar, es uno de los pilares de su trabajo. De ahí la dificultad de explicar qué nos vamos a encontrar en el pabellón. Según la nota de prensa, “una obra única, una performance extendida que se desarrollará desde el 4 de junio al 27 de noviembre”. “Lo que se muestra en el pabellón -dice Dora García- es una galería o un almacén de recuerdos que se activan como activamos los recuerdos al contarlos”. Complejo. Seguimos escarbando. ¿Qué veremos o no veremos en Venecia?
-El visitante se va a encontrar con un gran escenario o playground y, rodeándolo, un extenso archivo que parece cambiar cada día; una serie de personas parecen trabajar y encontrarse allí. Depende del visitante cuánto quiere saber de eso, cuánto quiere integrarse en ese enigmático sistema y explorarlo. El sistema es amistoso pero no parece demasiado preocupado por ser comprendido.

-¿Y ha pensado en las piezas que “funcionan” en una Bienal como Venecia a la hora de idear este proyecto (como la piscina con el coleccionista ahogado de Elmgreen & Dragset)? ¿Hay piezas para bienales y piezas para otro tipo de contexto?
-No. No pienso eso. Yo hago mi trabajo, el que creo que tengo que hacer, y si funciona o no, no está en mi mano decidirlo ni preocuparme por ello. No me siento obligada a entretener ni a ‘funcionar' -signifique lo que signifique ‘funcionar'-, mi única obligación es hacer mi trabajo y lo demás responde a tantos factores que ni siquiera intento comprenderlos, ya no digamos controlarlos. No creo que el trabajo de un artista deba ser hecho a la medida de un público determinado. Entre otras cosas, porque ello implicaría la presunción de saber lo que quiere o piensa el público.

-El pabellón no deja de ser un encargo por parte de un comisario, ¿cómo lo afronta?
-No es un encargo, yo no lo veo así, yo no trabajo para Katya García-Antón: trabajamos juntas en una oportunidad que se nos ha dado a las dos. Ella no me ha dicho lo que yo debía hacer: me ha dado la ocasión de hacer lo que yo he querido. En realidad yo jamás he tenido la impresión de recibir encargos sino de que se me ofrecían situaciones sobre las que actuar. Nunca he sentido que debiera complacer a nadie.

-Habla de sustituir la idea de pabellón nacional por la de “pabellón que se sabe en un país y una historia determinada”, ¿qué diferencia hay?
-Pues toda. Un pabellón nacional nace de la idea imposible de representar un país por medio de una casona plantada en otro país cuyo contenido es la obra de un artista que es difícil pensar que pueda representar a su país. Lo que yo he intentado es ocupar esa casona con una actividad que está pensada para comprender dónde se encuentra la casona realmente y para qué puede servir.

La obra y el libro

Recapitulando. Lo Inadecuado consta de una performance coral en continua evolución durante los cinco meses de bienal; una serie de objetos creados para o producidos por esta acción y, además, se va a editar una publicación del mismo título, L'inadeguato, Lo inadecuado, The Inadequate.

-¿El arte necesita de este tipo de ensayos para complementarse, para que se entienda?
-Se van a editar dos publicaciones, que no hablan de mi trabajo, no son catálogos. Una es un libro (un libro de los que se leen) con textos históricos y específicos para la ocasión, sobre esta noción de la que se ocupa el proyecto del pabellón: Lo inadecuado. La otra es un facsímil del archivador que he ido llevando durante los dos últimos años sobre estos asuntos. Es un capricho muy hermoso que he podido realizar gracias a la ayuda de una editorial parisina. Para responder a su pregunta, el arte no necesita de nada para entenderse, incluso creo que el arte no tiene que entenderse en absoluto -siempre está mucho mejor si hay una parte que no se entiende-. Los libros los he hecho por placer, el que espero que tengan sus lectores al leerlo, no para que se entienda mi obra; mi obra es ese libro.

-En muchas de sus piezas la dirección de actores juega un papel importante al tratarse de performances o acciones que mueven a un número nada desdeñable de actores (en Venecia habrá casi 50): ¿Cómo se mueve en las tareas propias de directora de escena?
-Soy una directora de escena a la que le fastidia mucho dar indicaciones. Me gustaría que todo el mundo supiera lo que hay que hacer sin que yo diga nada. Para conseguir esto tengo dos soluciones: trabajar siempre con los mismos actores (lo hago) o intentar que me parezca bien cualquier cosa que hagan.

-Los actores y la performance, ¿ayudan a acercarse al espectador? ¿Cómo resuelve esta comunicación tan importante en su trabajo?
-No creo que la performance ayude a acercarse al espectador. Ayuda a desconcertarlo y en el momento en que debe tomar decisiones (dónde me pongo, qué digo, me río o no, aplaudo o mejor no, me quedo o me voy, se ha terminado ya o sigue) es menos espectador. Eso es lo que busco, el forzar al visitante a tomar decisiones, aunque sea una muy simple: entrar o no, marcharse o quedarse. Quiero que nunca sepa muy bien lo que tiene que hacer, crear un estado de perplejidad que haga la percepción más intensa.

La bienal como un deber

-Es asidua a bienales y eventos de este tipo, hay más de un centenar al año, ¿cree que se está agotando el formato?
-Creo que no. Parece ser que generan dinero e interés e incluso pienso que es hacia esas citas culturales que tienen algo de compulsivo, de angustioso, de deber de ciudadano (hay que consumir cultura, no disfrutarla), hacia donde vamos.

Ha querido el destino que coincida su presencia en Venecia con su primera exposición como comisaria, “intento hacer la exposición que a mí me gustaría ver”, dice. El 25 de junio inaugura en el MUSAC de León I was a Male Yvonne de Carlo. El arte crítico puede ser sofisticado, incluso entretenido. Un título que ya engloba toda una declaración de intenciones que en este caso comparte con la comisaria Marie de Brugerolle: artistas con la comedia como herramienta para el análisis y la crítica de los sistemas ideológicos. ¿Es que el arte debe ser divertido? “El arte no tiene ninguna obligación -afirma rotunda-. Puede ser lo que quiera: aburrido a muerte o histéricamente divertido, hermoso o espantoso, ordenado o caótico, culto o extremadamente idiota”.

Una exposición que nos da también las claves de sus preferencias artísticas personales. Allí están John Baldessari, Ignasi Aballí o Itziar Okariz. ¿Debemos entender que entre los seleccionados están algunos de sus artistas favoritos?
-Absolutamente. Sí, entre los invitados -no me gusta la palabra seleccionados- están a mí entender los más grandes artistas del momento... Algunos ya no están vivos, otros son históricos, otros son de mi generación... Muy jóvenes no hay ninguno, lo que responde sin duda a mi falta de información.

-Hace un año que volvió a vivir a España: ¿cómo ve la situación del arte nacional?
-Ahora vivo en Barcelona pero, la verdad, no creo que esto me haya dado una visión más clara del arte nacional que vivir en Bruselas… Veo lo que ya veía antes: una injerencia constante de los políticos en el trabajo de los profesionales, un interés exclusivamente propagandístico en la cultura, el considerar al arte (hablo del arte en general: teatro, danza, etc…) como algo elitista e indigno de ser sostenido en medio de una crisis. Nadie piensa en la cultura y la educación como generadores de riqueza y, sin embargo, lo son.

-Es experta en citas literarias: dígame la que le define ahora.
-Raymond Chandler: “Toda la vida esperando el éxito y cuando llegó el éxito yo no estaba allí”.

@PaulaAchiaga