La pieza de Miró Oiseau Lunaire, una talla en madera de olivo vendida por cinco millones de dólares.

Envueltos en la discreta llovizna del amanecer, atravesamos las puertas del Centro de Congresos y Exhibiciones de Maastricht (MECC) con la seguridad de que vamos a imbuirnos de Arte Consagrado y más de una interrogante acerca de las fluctuaciones del mercado en un momento en que, entre guerras, sublevaciones, desastres naturales y nucleares, aderezados con la crisis económica global, el pequeño planeta que habitamos es cada vez más inestable y diría que hasta inseguro.



Pero hay mundos y mundos y más mundos lo cual hace inevitable que lo destruido por un lado se restaure por otro al compás de la danza de la realidad, una de esas leyes no escritas que se cumplen a cabalidad haciendo reflotar incluso objetos y asuntos perdidos u olvidados. Lienzos, esculturas, fotografías, joyas, antigüedades que nos hablan de casi todas las épocas pasadas.



Para empezar, las paredes interiores del MECC, cubiertas a espacios simétricos con tapices de claveles rojos, secundados por cestas y canteros de tulipanes, crean un entorno propicio a la confianza, y más adelante, a pocos metros, las obras de los más grandes maestros en todas las manifestaciones del arte, cobijadas por los rótulos de renombradas galerías, nos devuelven el sentido de la intemporalidad.



La gran Feria Europea del Mercado del Arte inaugura su edición número veinticuatro y por sus puertas, abiertas al gran público a las 12:00 del pasado jueves, penetra a raudales una considerable parte del poder adquisitivo de la tierra y con él, entra el glamur, las marcas y sobre todo, el deseo de invertir, aumentar colecciones o, claro está, salir de algún aprieto. Estas puertas se cerrarán y con ellas, el resultado del evento, el próximo día 27 de marzo.



Entre los artistas que más expectativas causan y son altamente valorados por los asistentes, están los maestros españoles como Alonso Cano con la Visión de San Antonio de Padua (Circa 1660) y entre los modernos; esculturas y pinturas de Joan Miró, cuya obra ocupa en su totalidad la galería Landau Fine Art de Montreal. La pieza de Miró Oiseau Lunaire, una talla en madera de olivo de 30x24x17 cm, fue vendida el primer día en 5 millones de dólares. La diversidad creativa de Pablo Picasso también se halla profusamente representada y sus valores oscilan en el ranking de los seis ceros.



En la edición del año 2006 Rembrandt fue el gran protagonista de la Feria y su obra Santiago el Mayor estuvo tasada en 40 millones de dólares; este 2011, el Retrato de hombre con la mano en la cintura ronda los 48 millones de dólares. El insigne Renoir, cuando se ataba el cabo del pincel a sus doloridas muñecas, debió sonreír, quizá, al imaginar que alguna de sus obras llegaría a venderse por 15 millones de dólares.



Los datos aportados por la Clare Mac Andrew en su conferencia El Mercado Global del Arte en 2010: Crisis y Recuperación, hablan de un alza en este último año respecto al trienio anterior, con China en el primer lugar entre los países compradores, desplazando a segundo y tercer puestos a los habituales EEUU y Reino Unido.



Poco que temer, el arte continúa escalando posiciones entre los valores más sólidos de lo que Robert Kiyosaki llama El cuadrante del flujo del dinero que, si bien puede sufrir desplazamientos, jamás desaparece; 260 expositores y aproximadamente treinta mil obras, algunas de ellas participantes por primera vez, como El eterno dilema de la humanidad, obra maestra de Franz Franken el Joven, valorada en 14 millones de dólares, cuyo paradero desconocido mantuvo de cabeza a más de un erudito- dan fe de lo que aquí se dice.