Image: La arquitectura, sus falsos milagros, sus malos profetas

Image: La arquitectura, sus falsos milagros, sus malos profetas

Arte

La arquitectura, sus falsos milagros, sus malos profetas

El periodista Llàtzer Moix analiza en un libro el furor surgido tras la construcción del Guggenheim por levantar edificios icónicos y salvíficos en las capitales españolas

19 abril, 2010 02:00

Arriba, el museo Guggenheim de Bilbao. Abajo, el Palau de les Arts de Valencia. Fotos: El Mundo

Marta Caballero
Iberia surcada por grandes construcciones, como catedrales del ego. Se levantó el Guggenheim, y se abrió la caja de los truenos, y de ella surgió un fenómeno que arrancó con el milenio de ejemplos flagrantes de lo que el periodista de La Vanguardia y escritor Llàtzer Moix denomina en su último libro Arquitectura milagrosa (Anagrama), ese "olimpo de grandes arquitectos" -Calatrava, Hadid, Foster, Eisenman...- que muchas ciudades españolas han querido para sí, como símbolo inequívoco de un supuesto resurgir.

Moix ha esperado a que se apacigüen los ánimos petulantes para estudiar con distancia en esta obra que ahora publica Anagrama una tendencia que de no haberse frenado con la crisis, habría acabado despareciendo igualmente, "de muerte natural". En cambio, fue el deshinche de la burbuja inmobiliaria "lo que empezó a comprometer la viabilidad de estas empresas tan costosas", comenta el escritor catalán para referirse a esa serie de edificios encargados por clientes públicos con el objetivo de crear un emblema que identificase a la ciudad. En ese sentido, y según analiza Moix, Bilbao es el ejemplo del éxito "planetario e indiscutible. El gran edificio del cambio del siglo XX al XXI y un triunfo político, por su carácter de piedra fundacional insustituible del despegue de una ciudad". También fue el del museo bilbaíno un logro económico, pues en apenas dos años consiguió recuperar la inversión, "triplicando las expectativas".

Pero, tras esta victoria en la que la arquitectura adquirió, efectivamente, su poder de elemento transformador de una sociedad, sobrevino una serie de edificios que halló en el museo su espejo sin conseguir obras indiscutibles ni los mismos resultados. De esta tendencia destacan empresas como el Palau de les Arts y Hemisferio, tal vez la más llamativa, según Llàtzer Moix, "aunque sea por una cuestión presupuestaria, debido al desvío que sufrió su coste inicial". Otro caso es el de Santiago de Compostela y su Ciudad de la Cultura, cuyo presupuesto inicial consistía en 108 millones que acabaron ampliándose a 132,2 millones, por mera exigencia del ganador.

No habla el autor de la ausencia buenas prácticas, ni de las designaciones a dedo que a veces se dan en el ámbito de los concursos públicos. Al contrario, el fenómeno tiene un arranque y un final, y se limita a una serie de nombres en unas circunstancias claras en las que una ciudad busca "al nombre más conocido para hacer el proyecto más llamativo".

"Las ciudades han estado mal guiadas por una rivalidad con el vecino o por ánimos megalómanos"
Libro atento a los datos y a los protagonistas sin abandonar el tono divulgativo, La arquitectura milagrosa pone cara, además, a los culpables de la tendencia: "Es cierto que los arquitectos se han volcado con estos proyectos, pero son los políticos lo que han hecho de clientes sin saber cómo se hace o sin controlar al proveedor. No obstante, también cabe atribuir responsabilidad a los jurados". En cualquier caso, la obra huye de generalidades y el autor salva la trampa de extrapolar el fenómeno a otros similares ocurridos en estratos inferiores, esto es, en la construcción, por ejemplo, de mastodónticos ayuntamientos, centros culturales, teatros, museos, en localidades o capitales de provincia: "He querido hacer de abogado del diablo hablando en positivo y reconociendo que las comunidades tienen entre sus obligaciones el hecho de regenerar el tejido cultural. Es normal que todas las colectividades intenten cumplir con los presupuestos de los dineros públicos, pero están mal guiadas por esa rivalidad con el vecino o por ánimos megalómanos. Cuando te gastas 100 en una obra que se puede hacer por 25 estás dejando de aportar mucho dinero a otras obras necesarias", censura.

Con la crisis se vislumbra ya otra arquitectura menos grandilocuente y centrada en cuestiones como la energía o las nuevas obligaciones de una sociedad cambiante. Una labor profesional que encuentra ya su fundamento en términos de ahorro y consumo. "Es muy evidente que la urgencia de la clase arquitectónica es trabajar en lo sostenible. Por ahí van los desafíos tras esta entrada brillante, ostentosa y con mucho vestuario en el milenio. Una etapa que no se cerrará por completo pero que tenderá a aplacarse. No hay que pensar en pisos para ricos sino en cómo ubicas a los inmigrantes que llegan a un país o a las familias monoparentales. La sociedad nos demanda cosas distintas y no esos proyectos carísimos que no están dando los resultados acordes".

Con todo, la virtud de la obra reside en revelar para el público no profesional (el clamor era ya audible en el sector desde hace años) las dimensiones de un fenómeno a menudo camuflado por la voz siempre positiva del promotor, que habitualmente favorece a lo retratado. "Demuestro que la realidad es más compleja de lo que nos venden. Uno puede intuir las facturas que hemos pagado, pero había que poner a todos estos edificios juntos para ver la totalidad", explica Moix, para quien el primer mandamiento a la hora de escribir esta obra con tintes de reportaje fue el de "no aburrir" pero siempre bajo el criterio periodístico de la verdad. "Yo he sido un médium entre el gran encargo y la posibilidad de que sus detalles lleguen al público, porque con frecuencia la mayoría no tiene datos para conocer si un proyecto está bien o mal".