Image: Imponente Richard Serra

Image: Imponente Richard Serra

Arte

Imponente Richard Serra

Adrian Searle visita junto al artista el Grand Palais

22 mayo, 2008 02:00

Grand Palais.

Richard Serra es el segundo artista invitado a realizar una pieza específica para el majestuoso Grand Palais de París. Anselm Kiefer lo hizo el año pasado. Serra ha proyectado para este monumental espacio una gran obra, Promenade, compuesta por cinco inmensas láminas verticales de acero que difícilmente se logran abarcar con la mirada. Adrian Searle ha viajado a París y se rinde, junto al artista, a los pies de la última creación de Serra.

Richard Serra, con casi 70 años, se me adelanta dando zancadas con paso firme y decidido. Empuja para abrir la puerta de una salida de incendios situada en un rincón del restaurante del Grand Palais y me conduce al espacio luminoso y glorioso que hay detrás, uno de los espacios arquitectónicos más espléndidos de París, donde acaba de inaugurarse la exposición de su escultura Promenade. Serra no abre la boca. Yo suelto algo estúpido y que no viene a cuento. Mientras trato de abarcar con la mirada las cinco láminas verticales de acero oxidado que Serra ha colocado a intervalos iguales dominando este enorme espacio -cada una mide 17 metros de altura dentro de una cúpula de hierro y cristal que alcanza los 45- el artista se da la vuelta y se marcha para continuar con su aperitivo.

Da la sensación de que estas placas han surgido con brusquedad y contundencia, como si hubieran sido clavadas como un cuchillo en el suelo de hormigón en el momento que nosotros entramos. Se tarda un rato en asimilar cómo logran coreografiar misteriosamente el espacio y, a través de él, nuestros movimientos. Serra maneja la gravedad, la masa, el peso, la presencia, un sentido de lo dominante y lo inminente, en la misma medida en que manipula la duración, el espacio mental y el desarrollo de la experiencia física en el tiempo y el espacio. Pero cuando el sol de mediodía se asoma por el tejado, todo el espacio es un reflejo de luces y sombras. Al principio me resulta difícil asimilar todo lo que estoy viendo: las paredes, el suelo y los planos de acero de Serra, que parecen rayas de cebra camufladas entre la claridad y la oscuridad. Es como estar atrapado en los engranajes de un reloj de sol. A un lado, las escaleras art noveau de hierro se contonean hacia la terraza. Cuando cae la tarde y el sol se aleja del tejado, la tensión entre los elementos esculturales y el propio edificio potencia e intensifica los primeros. La capa de óxido del acero cortén se va difuminando hasta convertirse en un brillo purpúreo y grisáceo. La gente que está abajo, en el otro extremo del edificio, parece minúscula, como las figuras de fondo de un Canaletto. En una parte del suelo hay bailarines ensayando. Las parejas deambulan o caminan pensativamente por separado. Los padres sacan fotos de niños apoyados sobre toneladas de acero. Se oye el eco de voces a lo lejos.

Promenade es un trabajo único que, para ser exacto, no sólo se compone de lo que Serra ha colocado en el edificio, sino también de la arquitectura y el propio espacio, la luz que cae, la gente que deambula y se agrupa, habla y mira. Nos acompañamos unos a otros en nuestros solitarios viajes a través de la obra. Serra ha hecho su trabajo; nosotros hacemos el nuestro.

Con motivo de esta exposición, el Grand Palais abre hasta las once de la noche varios días a la semana. Yo me paso allí el resto del día. La intervención de Serra es de una sencillez elegante y compleja. Es una situación que se desenmaraña ante ti y se vuelve a enredar una y otra vez mientras caminas y observas. En tu deambular, tu mente deambula contigo. Paul Klee definió el dibujo como "trazar un sendero por el que caminar". Serra no dibuja cuando está planificando una escultura. En algún momento, diseña un modelo, jugando con pequeños trozos de acero o con un palo en un cajón de arena, pero lo que hace sobre todo es pasear: pasea por el espacio. Promenade comenzó con uno de estos paseos. Se podría decir que ésta es la esencia de la propia pieza, no un simple preámbulo o un buen título. Durante días, Serra daba paseos y se paraba, midiendo con sus pies el Grand Palais, para acabar finalmente en el punto medio del edificio y caminar por la línea central del mismo, el espacio diáfano de hierro y cristal más grande del mundo.

Construido para la Exposición Universal de París de 1890, el Grand Palais alberga hoy en día exposiciones de gran éxito, como la del año pasado de Gustave Courbet, pases de modelos y la FIAC, la feria de arte de París. Serra sigue al artista alemán Anselm Keifer en una serie anual de encargos llamada Monumenta. El año que viene, el artista francés Christian Boltanski concebirá una obra para este lugar. Inevitablemente, se han hecho comparaciones con el encargo anual de la Tate Modern para la Sala de Turbinas. Por lo visto, todo el mundo quiere una Sala de Turbinas.

Uno pude hacer uso de los superlativos y las estadísticas para describir el volumen de lo que ha hecho Serra en París, pero Promenade no estriba en lo monumental. De hecho, lo monumental (por no decir los propios monumentos) está pasado de moda. La exposición inaugural del New Museum de Nueva York el pasado invierno se llamaba Unmonumental . La mengua actual del arte estadounidense puede ser en parte una reacción a la obra de Serra, así como una respuesta a la oratoria demagógica del actual gobierno de Estados Unidos. Todas estas cosas quedan en el aire. Serra (San Francisco, 1939), hijo de madre nacida en Rusia y de emigrante de origen mallorquín, es absolutamente feliz trabajando en Europa, y en un país comprometido con la cultura. "Cuando Obama se convierta en presidente", comentaba Serra durante el almuerzo, "vamos a sugerirle que nombre un ministro de Cultura. Estados Unidos nunca ha tenido uno".

Su intención aquí era hacer que el espacio "resuene con volumen". Si te pones de pie, erguido, junto a una de las placas de acero y miras hacia arriba, da la sensación de que es una pista vertical. Cada plancha está separada por treinta metros. Lo primero que ven los visitantes es el borde de una sola losa vertical en el centro del edificio. Parece una plomada, pero esto es engañoso. Las hojas de acero no están en fila india, sino que se sitúan a cada lado de la invisible línea central del edificio, un poco inclinadas a derecha o izquierda, alabeadas para juntarse o separarse, cerca y lejos las unas de las otras. Tienen vida, y llenan de vida el espacio. Si las miras con los ojos entreabiertos, a lo largo de todo el espacio, es como si las miraras a través del obturador de una cámara.

Al tratar de comprender el orden de las inclinaciones de Serra, como si él hubiera estado barajando unas cartas con un fin que sólo supiera él, caigo en la cuenta de que estoy contando los pasos, y las losas de acero que hay detrás, así como las que están delante. En algunos sitios, las planchas individuales parecen desvanecerse en el aire. Al volverme, es como si las losas que ya he visto se hubieran alejado a toda prisa y estuvieran ahora conspirando al otro lado del edificio. Esto es algo más que el efecto acordeón de la perspectiva. Serra pude hacer que el espacio se dilate y se contraiga. Pero no le interesa la mera percepción del talento para organizar grandes espectáculos. él es mucho más astuto.

Me voy haciendo mayor y el arte de Serra me gusta cada vez más. Solía resistirme a él en un sentido intelectual, pero mi cuerpo me decía otra cosa. Ahora mi cuerpo vuelve a decirme algo diferente, y lo que Serra hace me entusiasma más; no siempre, pero cada vez más. El arte de Serra hay que tomárselo tal y como viene, obra a obra, momento a momento. Mientras charlábamos, comentaba: "Me lo he pasado en grande. Tenía que colgar pesos en el aire, levantar en vilo 73 toneladas". Promenade podría haber sido simplemente grande, inerte. El edificio y la luz podrían haberlo matado. Pero en lugar de eso, es como una danza. También es importante que sea una única obra. Las grandes muestras están muy bien, pero las obras individuales y la particularidad de las ocasiones en que uno las visita llenan más. En cierto momento de la tarde, cuando la luz empezaba a desaparecer, me quedé sin respiración, sintiendo el peso de las cosas que llevaba dentro. Estaba intentando grabar un podcast, pero era algo autoinfligido. A Serra no le van esas cosas emocionalmente compulsivas que ponen los nervios de punta. él manipula materiales. Nosotros hacemos el resto.