Miguel Rellán. Ilustración: Luis Parejo

Es un histórico del cine español pero hace historia estos días en el teatro y la televisión, en Novecento, en Ninette y un señor de Murcia y en El ministerio del tiempo. Miguel Rellán (Tetuán, 1943) por tierra, mar y aire.

¿Qué libro tiene entre manos?

Tengo varios a la vez. Ahora estoy con Aquí viven leones de Fernando Savater, Palabras de doble filo, de Álex Grijelmo, una biografía de Chesterton y Matar a Leonardo da Vinci de Christian Gálvez. Muestrario variado.



¿Ha abandonado algún libro por imposible?

Antes, cuando era más joven, los terminaba absolutamente todos, no sé por qué estúpida manía o extraño sentido de la disciplina. Pero ya hace mucho tiempo que los abandono, sin ningún tipo de culpa, por imposibles, por aburridos, porque no me gustan, porque quizás no es su momento... o porque me da la gana.



¿Con qué creador le gustaría tomarse un café mañana?

Con don Francois-Marie Arouet, alias 'Voltaire'. Sospecho que además de café iba a tomar muchísimos apuntes. Estoy seguro de que me iba a reír como un loco.



Cuéntenos alguna experiencia teatral que le cambió su manera de ver la vida.

No sé si me cambiaron la vida pero me impactaron e influyeron mucho, positivamente, Orlando Furioso de Luca Ronconi y la Antígona del Living Teather.



¿Qué autor ha sido imprescindible en su carrera?

De los actuales es ya urgentemente imprescindible el fantástico e inclasificable Francisco Nieva.



¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?

Me divierte, me inquieta, me asombra, me admira, me deja indiferente o me irrita... pero creo que nunca consigue emocionarme.



¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?

No estaría mal un bocetito a mano alzada de algún fragmento pequeño de Las Meninas, por ejemplo. Y sin la firma de don Diego. Soy de buen conformar...



¿Qué tipo de música escucha?

Clásica y jazz. Pero también mucho rock, flamenco, blues... Le doy a todo, desde Haendel a Sabina pasando por Antonio Nuñez 'Chocolate' o Brad Mehldau.



¿Con qué figura del jazz compararía a Danny Boodman?

Danny Boodman T.D. Lemmon, 'Novecento', podía ser el resultado de una imposible mezcla entre Oscar Peterson, Thelonious Monk y Glenn Gould. Trilita pura.



¿Qué le ha aportado el personaje de Baricco?

Decía Arthur Miller que el teatro es tan infinitamente fascinante porque es muy accidental, tanto como la vida. Novecento es pura vida, puro teatro. Una hora y veinte solo en el escenario, de pie, sin nada. Llevo más de cien representaciones y en cada una de ellas he sentido la plenitud del vértigo absoluto. Un reto. Como la vida.



¿Qué le falta y qué le sobra al cine español?

Le sobran enemigos tontorrones y, claro está, el vergonzoso 21% de IVA… y de siempre le han faltado unos gobernantes menos miopes que supieran utilizar el potencial que puede significar una cinematografía cuidada y bien promocionada. Almodóvar, Banderas, Cruz o Bardem han sido, y son, mucho más eficaces en todos los aspectos (cultural, turístico, comercial, etc. ) que todas las iniciativas, delegaciones e inventos varios que haya podido tener esa hortera estupidez llamada 'marca España'. He dicho.



¿Qué obra de teatro recomendaría ver urgentemente al presidente del Gobierno (aunque sea en funciones)?

Ninguna. No tiene solución. Que siga con su lectura, con su Marca. Además, el teatro tiene algo de lugar sagrado... a veces habría que imponer la censura previa a la taquilla.



¿Le gusta España? Denos sus razones.

Depende de cuándo, dónde y cómo coloque el tiro de cámara. A veces me parece un país detestable, maleducado y gritón, machista, sin compasión por los animales, lleno de cerdos satisfechos... una joya. Pero otras veces me parece una tierra llena de gente honrada y curtida, alegre, trabajadora, ingenua, solidaria y, en el mejor sentido de la palabra, buena... Supongo que tengo razón en los dos casos. Se puede ser mexicano y ancho de hombros.



Regálenos una idea para mejorar la situación cultural.

Regalo tres, imprescindibles...: educación, educación y educación. Hay que reivindicar la figura del maestro. Y resucitar el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza. Eso sí, paciencia... los resultados no se verían hasta dentro de, por lo menos, un par de generaciones.