Aixa de la Cruz

La escritora publica Modelos animales (Salto de Página).

Cuatro textos revisados (algunos reescritos, al menos en parte) y tres inéditos forman Modelos Animales, el nuevo libro de Aixa de la Cruz. Son cuentos atravesados por la violencia. Una violencia que irrumpe, explica la escritora, "en contextos familiares, como algo extraño, bizarro". Después de las novelas Cuando fuimos los mejores y De música ligera, de la Cruz, que actualmente escribe una tesis sobre la legitimación de la tortura en las series de televisión tras el 11-S, ofrece una literatura pegada al medio audiovisual, desde donde, dice, "se nos ofrecen hoy las ficciones más interesantes".



Pregunta.- En sus relatos hay violencia explícita, pero también las elipsis necesarias que impone el género. ¿Cómo hallar un equilibrio entre ambas? ¿Es algo que tiene presente cuando escribe?

Respuesta.- No sabría decirle. Me sigue pareciendo un misterio qué resorte en mi cabeza me dice cuándo una historia es más apropiada para ser un cuento o una novela, qué es lo que determina la extensión y qué he de mostrar y ocultar. Sí le puedo decir, por ejemplo, que el primer relato de la colección, "Modelos Animales", era originalmente una novela que no funcionó y que ha funcionado sin embargo en cuento. Y el proceso ahí sí que ha sido introducir una serie de elipsis en donde notaba que la narración se volvía en exceso farragosa o referencial.



P.- ¿Se planteó en algún momento que la violencia de sus relatos podía incomodar al lector?

R.- Creo que incomodar no está mal, lo que está mal es que no haya ningún tipo de reacción por parte del lector. Otra cosa es que seas gratuito, o que te dediques a introducir golpes de efecto barato que no te llevan a ningún sitio. Yo trabajo siempre con tesis bastante fuertes, desplegando argumentos a favor de algo con el objetivo de que el lector se revuelva, se ponga de tu parte.



P.- Además de lo audiovisual, no teme mostrar su parentesco con la literatura de género. ¿Es bueno que ya no existan fronteras ni divisiones entre lo que antes se denominaba alta y baja literatura?

R.- Sí, y de hecho me parece muy interesante el trabajo que están haciendo editoriales como Aristas Martínez, que creo que están contribuyendo a que se venga abajo esa línea divisoria. Hoy ya no tiene sentido esto, ya no existe una literatura de la periferia y una literatura seria, o solemne.



P.- En algunos cuentos, como "Doble", experimenta abiertamente con la forma. ¿Cree que es importante huir de las clásicas fórmulas del relato?

R.- Yo no he estudiado cuento formalmente y puede que por eso tenga menos problemas para vulnerar esas fórmulas. Mis cuentos, para empezar, tienen una extensión un tanto extraña (35-40 páginas), es decir, no tienen esa concisión propia del género, ni esos golpes de efecto tan típicos. En el caso de "Doble" me interesaba trabajar una historia que se bifurca en dos universos paralelos. También tenía muy presente la teoría del caos, y quise jugar con la idea contraria; es decir, no con que un pequeño cambio origine cambios gigantescos, sino con que el destino es el carácter y por mucho que cambien ciertas cosas, siempre acabamos en el mismo sitio.



P.- Las historias transcurren en lugares muy distintos, de Bilbao a Montreal o México. ¿Es importante para usted conocer los lugares de los que escribe?

R.- Me gustaría pensar que cada cuento que está ubicado en un lugar que no es mi casa ha sido ubicado allí por un motivo. Creo, sí, que es importante conocer los escenarios de los que se habla, así que mis relatos transcurren todos en lugares en los que he vivido. Viví unos meses en Montreal, un año en Inglaterra, en México. Pero no es caprichoso. El cuento ambientado en México tiene que ver con la superstición, donde este tipo de creencias están muy arraigadas, en el de Montreal era fundamental el frío, la nieve, la incomunicación. Y así en todos.



P.- La intertextualidad también es importante, pero la maneja con medida, lo que no es algo fácil ni tan habitual. ¿Cómo logra ese equilibrio? A veces parece que la madurez literaria tiene que ver con saber manejar estos elementos.

R.- Estoy de acuerdo, sí. La intertextualidad yo la trabajé mucho más en mi anterior novela y me parece que conviene reducirlo, o al menos a mí me interesa reducirlo porque puede sacar al lector de los textos. Sobre todo en esta colección, que trata sobre el impacto de lo violento, me interesaba que el lector no se saliera del texto. Me interesaba que hubiera una conexión, que realmente se llegara a meter en el cuento y creo que ese tipo de experimentos intertextuales obran el efecto contrario.



P.- ¿Cómo es para usted el proceso de escribir un cuento? ¿Deja que madure la idea en la cabeza o va viendo cómo avanza la historia a medida que escribe?

R.- En general soy bastante intuitiva. Me suele llegar una idea o una anécdota muy clara, casi siempre bastante visual, y cuando me siento a escribir tengo ya claro cómo quiero que termine el cuento, pero sin saber muy bien qué tipo de ideas van a ir surgiendo al poner en juego esta anécdota.



P.- También ha hecho teatro. ¿Es una vocación, la teatral, que va en usted antes que la narrativa o van unidas?

R.- Estuvieron muy unidas hace tiempo. Yo ahora en Madrid estoy muy desconectada del mundo teatral, pero en México vivía con un dramaturgo y estábamos muy metidos en ese circuito. Creo que el teatro ayuda al narrador a tener una idea distinta de la oralidad, porque tú puedes escribir en tu pantalla un monólogo precioso en el que todo parece fluir estupendamente y entonces se lo llevas a un actor y te das cuenta de que el texto no funciona. A mí por lo menos es un ejercicio que me ha ayudado mucho.



P.- Hay un cuento, "El cielo de Bilbao", que trae al presente El cielo de Lima de Juan Gómez Bárcena. ¿Partió la idea del cuento de esa novela?

R.- Bueno, en realidad el argumento tienen que ver con algo que todos hemos hecho de chavales. Un amigo me comentó que se acordaba de cómo, cuando eran críos, iban al ciber y gastaban este tipo de bromas, se hacían pasar por mujeres y gastaban bromas a los típicos pederastas que estaban ahí metidos y los citaban y luego se reían de ellos. Me gustó mucho la idea. Además me permitía explorar el mismo tema que aborda Juan Gómez Bárcena en El cielo de Lima, sí. Muy parecido también al de la última novela de Sara Mesa. Al final, los tres trabajamos el mismo tema, que es el de la impostura, de distintas formas.