Image: Pedro Duque

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El Cultural

Pedro Duque

"En España nos daban una colleja a los niños que queríamos ser astronautas"

23 enero, 2015 01:00

Pedro Duque. Foto: Sergio González.

Esta tarde, a las 19:30 horas, mantendrá una conversación abierta al público en la Fundación Juan March de Madrid.

Pedro Duque (Madrid, 1963) marcó un hito en la historia de nuestro país al convertirse en el primer astronauta español en octubre de 1998. La participación del ingeniero aeronáutico en la misión STS-95 a bordo del Discovery generó una enorme expectación en los medios y en la sociedad española. 16 años después, sigue ligado a la Agencia Espacial Europea (ESA por sus siglas en inglés), donde coordina la Oficina de Operaciones de Vuelo de Múnich. Esta tarde visitará la Fundación Juan March de Madrid, donde conversará ante el público con el periodista Antonio San José sobre su carrera y los retos de la ingeniería espacial.

Pregunta.- ¿Qué hacía justo antes de hablar conmigo?
Respuesta.- Estaba en la sala de control haciendo unas simulaciones.

P.- ¿De qué tipo?
R.- Probamos herramientas y procedimientos con unas personas que hacen de astronautas para que luego no fallen en directo.

P.- Está al frente de la Oficina de Operaciones de Vuelo de la Agencia Espacial Europea en Múnich. ¿En qué consiste exactamente su trabajo?
R.- Esto es un centro de control de la ESA que supervisa las operaciones que se desarrollan en la estación espacial. Hay otros centros como este en Houston, Moscú, Japón...

P.- ¿A qué proyectos se dedican actualmente?
R.- Acabamos de iniciar un experimento con un levitador magnético de metales fundidos para estudiar su comportamiento en condiciones de ingravidez. Es ciencia básica de la metalurgia con la vista puesta en ampliar el conocimiento científico de los metales fundidos y mejorar los procesos industriales.

P.- Entonces no todo lo que investigan está enfocado a la astronáutica.
R.- No, hay un porcentaje relativo al espacio pero no es grande. Por ejemplo, en los experimentos médicos, sólo el 25% de lo que hacemos está pensado para aplicarlo a las misiones en el espacio. En mayo enviaremos a dos astronautas que estarán un año en órbita para aportar datos de los efectos fisiológicos de un vuelo así de largo, y a su regreso participarán en experimentos de simulación como si estuvieran en Marte. Esto nos permitirá saber si podemos fiarnos del estado físico de la tripulación en una hipotética misión tripulada a Marte.

P.- ¿Hay una fecha prevista para esas primeras misiones tripuladas al planeta rojo?
R.- De momento no tenemos un programa con los fondos necesarios para crear el desarrollo necesario para ello. Por ahora estamos haciendo estudios preliminares. Si conseguimos que tras un año en una nave espacial, los astronautas sean autónomos y no haya que ir a recogerlos con una cucharilla, sabremos que la nave puede tardar un año en llegar a Marte. Si el resultado de los experimentos nos dice que el tiempo máximo de viaje ha de ser de tres meses, habrá que construir una nave capaz de llegar a Marte en tres meses. Lo primero es saber eso para saber qué construir.

P.- ¿Qué otros retos ha de afrontar la ingeniería espacial en los próximos años?
R.- Si hablamos de misiones tripuladas, hay que seguir explorando para abrirse puertas y construir un cohete que sea capaz de salir de la órbita baja. Lo que pasa es que la cantidad de fondos necesaria es tan grande que para dar un paso así hace falta que gente con mucho poder firme los presupuestos. Se está construyendo uno en Estados Unidos y es probable que los últimos modelos diseñados en Rusia se certifiquen para ello.

P.- En 1998 se convirtió en el primer astronauta español al participar en la misión STS-95 a bordo del transbordador Discovery. Fue un hito que generó una expectación tremenda. ¿Cómo lo recuerda usted?
R.- Fue una sorpresa después de otra. Estaba tan concentrado en la preparación de la misión, que no me di cuenta de lo que estaba pasando alrededor. No había Twitter ni esas cosas y el interés de la gente se expresaba de una manera de la que yo no era consciente. Me asombré y a la vez me asusté cuando me dijeron que 17 millones de personas vieron el lanzamiento del transbordador por televisión. Luego me acostumbré un poco más a la atención mediática.

P.- ¿La experiencia real se parece a las simulaciones previas o es inigualable?
R.- La experiencia real supera con mucho a todos los simuladores, pero los que tenemos tienen la suficiente fidelidad como para que uno sea capaz de seguir trabajando con normalidad a pesar del asombro que supone. Los astronautas entrenamos en una máquina centrífuga, en simuladores que cambian de postura para estar preparados para el lanzamiento, en simuladores que reproducen exactamente los paneles y botones de la nave, pero esos ocho minutos y medio que tarda el cohete en llegar al espacio son increíbles. Aunque ya casi ni me acuerdo de cómo fue, de tantas cosas que pasan y a las que tienes que estar atento en esos momentos.

P.- Se lo habrán preguntado cientos de veces: ¿era de esos niños que siempre quisieron ser astronautas?
R.- Todos quisimos ser astronautas cuando vimos a Aldrin y a Armstrong pisando la luna. Pero a todos nos daban una colleja y nos decían que eso en España no se podía hacer. Luego, en los 80, llegaron los gobiernos que ampliaron los fondos de I+D y la cosa cambió.

P.- ¿Ha afectado la crisis a los presupuestos de la ESA?
R.- Lo normal es que los gobiernos vean las inversiones a largo plazo de manera distinta a como ven los gastos a corto plazo. La mayor parte de los países de Europa saben que no se puede reducir mucho la inversión en I+D porque entonces la crisis se convertiría en un mal endémico. Algunos países de la UE han disminuido su aportación a la ESA y otros la han aumentado, así que más o menos hemos mantenido el mismo presupuesto en los últimos años.

P.- ¿Y España?
R.- España disminuyó fuertemente su contribución el año pasado, pero en diciembre tomó la decisión contraria y puso lo que faltaba y más, así que ahora la ESA está muy contenta con nuestro país.