Image: José María Carrascal

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El Cultural

José María Carrascal

"En 1978 confiamos demasiado en la buena fe de los firmantes"

3 noviembre, 2014 01:00

José María Carrascal

El periodista acaba de publicar El mundo visto a los 80 años (Espasa).

Hace años que se jubiló y lo lleva tan bien que aconseja a otros cómo afrontar esta etapa dorada de la vida con su libro Jubilación para dummies. José María Carrascal (El Vellón, Madrid, 1930), que vive entre Madrid y Nueva York, aprovecha bien el tiempo y ahora acaba de publicar El mundo visto a los 80 años (Espasa), tomando prestado el título a Ramón y Cajal. Pero no son unas memorias -"la apoteosis del narcisismo", dice-, sino un repaso a los principales acontecimientos que ha vivido a lo largo de su vida, trufado de opiniones sobre los principales problemas que acucian hoy a España. Carrascal se hizo popular al dar el salto a los informativos de la recién nacida Antena 3, pero llevaba más de 30 años ejerciendo el periodismo como corresponsal en Berlín y Nueva York. "Ah, pero ¿usted escribe libros?", le decía la gente al autor de Groovy, Premio Nadal en 1972, al verlo firmando en una caseta de la Feria del Libro. Cosas de la fama.

Pregunta.- ¿De todos los acontecimientos importantes para la humanidad que han ocurrido en estos 80 años, cuál le ha marcado más?
Respuesta.- La entrada en el mundo subatómico. Esto ha dado lugar a grandes catástrofes, como la bomba atómica, pero también ha abierto muchas posibilidades en el campo de la energía. Este es un avance técnico, pero hay otros que hacen cambiar al hombre la perspectiva del mundo. Cuando yo era niño, se nos decía que la vida terrenal no era la verdadera. Eso condicionó nuestro comportamiento y nuestro pensar. Pero esto, en el mundo desarrollado, ha desaparecido. Actuamos como si esta fuera la única vida y eso tiene su lado positivo y negativo. El negativo es que algunos piensan: "Hago lo que quiero y el que venga detrás, que arree". Esto es muy desmoralizador. Se han perdido valores fundamentales, sobre todo para la convivencia.

P.- ¿Y cuál, de los que ha cubierto como periodista, le hace sentir más orgulloso?
R.- El caso Watergate. Transmití las sesiones del juicio, que se dilataron entre 1972 y 1973. Todo un presidente de los Estados Unidos fue juzgado y destituido por mentir y en ese momento supe que la democracia era la forma de gobierno menos mala. Y de forma más general, me parece muy importante la liberación femenina. De todas las revoluciones culturales de los 60, es la única que tuvo éxito. La mujer va camino de convertirse en la protagonista del siglo XXI y no tiene nada que ver con las mujeres de mi infancia, de mi juventud e incluso de mi madurez.

P.- ¿A qué periodistas admira hoy?
R.- A los de investigación, porque descubren los hechos, explican por qué suceden y qué consecuencias tienen. Y en cuanto al estilo literario, me gusta mucho José Luis Alvite. Los que menos me gustan son los que se convierten en protagonistas de sus propios artículos.

P.- Dice en su libro que "nuestros problemas no se resuelven cambiando las leyes, sino cumpliéndolas". ¿La Constitución del 78 está bien como está?
R.- No hace falta cambiarla. Estableció un marco legal en el que podríamos convivir todos los españoles perfectamente. Pero España es un país muy problemático porque se convirtió en nación y en imperio al mismo tiempo, en 1492. Una nación es algo compacto y coherente, mientras que en un imperio hay muchos sentimientos distintos. Ese fallo de fábrica nos sigue pesando. En cualquier caso, en 1978 nos pusimos de acuerdo todos los españoles pero confiamos demasiado en la buena fe de los firmantes. Además, no hemos aprendido que la democracia es ante todo responsabilidad individual y colectiva.

P.- Eso nos lleva directamente al tema de la corrupción. ¿Antes los políticos robaban menos o es que no salía a la luz?
R.- Antes no había tanto que robar. Luego Solchaga [ministro de Economía durante el Gobierno de Felipe González] dijo que España era el país donde uno podía enriquecerse más rápido. El país vivió un boom en todos los sentidos, pero los controles fallaron lastimosamente. Ayer en The New York Times repasaron todos los casos de corrupción que se están dando en Nueva York y EEUU, que son montones, pero aquí los sistemas de alarma funcionan mucho mejor.

P.- También denuncia la inexistencia de una separación real de poderes en España y la falta de voluntad política para cambiar esta situación.
R.- Un error del 78 fue pensar: "Hagamos todo lo contrario de lo que hizo Franco". Como Franco había prohibido los partidos, decidieron darle todos los poderes a los partidos: el legislativo, el ejecutivo y, lo que es más grave, el judicial. Hasta que no se restablezca un equilibrio, con un poder judicial completamente independiente (y también una prensa independiente) no tendremos una auténtica democracia.

P.- Dice que Europa está en "clara decadencia" y que estar en ella ya no es tan importante. ¿Ha perdido la fe en la UE?
R.- Sí. La Unión Europea es un viejo sueño, sobre todo de los alemanes. Pero el problema es que Europa es muy vieja, y todos los intentos por unificarla, desde el Imperio Romano Germánico, Carlos V o Napoleón, han fracasado. No sé si los europeos seremos capaces de desprendernos de nuestras tendencias nacionalistas. Los Estados Unidos ya han salido de la recesión que crearon ellos, y también China y la India. Los europeos no nos pondremos de acuerdo hasta que le veamos las orejas al lobo, cuando nos demos cuenta de que podemos convertirnos en el parque temático de los chinos, los japoneses, los coreanos y los rusos y quedemos para servirles la sangría, la paella o los espaguetis.

P.- ¿Nos queda mucha crisis por delante?
R.- Por lo menos la mitad o incluso tres cuartas partes. Hemos evitado lo peor, que era que nos dijeran desde fuera qué hacer. Ahora tenemos que darnos cuenta de que no somos un país rico. No hay almuerzo gratis, como dicen los americanos. Eso de comprarse un piso para venderlo por el doble a los dos años estaba claro que no era sostenible. En aquellos años veía más Mercedes aquí que en Alemania. Yo escribí artículos al respecto desde 2007 y la gente me acusaba de pesimista.

P.- ¿Cómo vivió su salto a la televisión en 1990?
R.- Al principio con mucha aprensión. Era como trabajar sin red debajo en aquella televisión [Antena 3] que empezaba. Casi todos éramos principiantes en el medio televisivo, pero tuve mucha suerte porque me pusieron al frente de un informativo con plena libertad para dar mi visión del acaecer del día, y la gente me lo agradecía. Llevaba haciéndolo 33 años en el periódico, solo necesité adaptarme para ser más conciso.

P.- Crecí viendo sus famosas corbatas en la pantalla, así que me veo obligado a preguntarle por esa afición suya...
R.- Siempre he tenido corbatas fuera de lo común por una razón: soy muy conservador vistiendo, pero creo que la corbata es la prenda que le permite al hombre mostrar su personalidad. Un coronel extremeño me escribió: "Le veo a usted cada noche a pesar de sus corbatas". No fue cosa de la televisión, yo las había usado siempre. Y tengo la prueba: unos cojines que hizo mi suegra con mis corbatas viejas poco después de casarme. Ahora sigo usando las mismas corbatas que antes, pero la gente piensa que son otras más discretas. Lo que ocurre es que la televisión es una lente de aumento y cualquier cosa se magnifica.