Fernando León de Aranoa, autor de Aquí yacen dragones.

Acaba de publicar el libro de relatos 'Aquí yacen dragones'

Rodar películas es imaginar historias. Sí, todos de acuerdo. Pero un director puede sentir atada su imaginación durante un rodaje. Experimentar que su impulso hacia la fantasía se ve enrejado en los confines de una única trama: la de la película que lleve entre manos en ese momento. Fernando León de Aranoa (Madrid, 1968) vivió algo parecido mientras daba forma a algunos de los largometrajes más sustanciosos del cine español en los últimos años: Familia, Barrio, Los lunes al sol... El cineasta madrileño estaba convencido de que estaba haciendo lo que quería hacer. Pero a la vez en su cabeza se encendía cada dos por tres una bombilla que le anunciaba la impaciencia de nuevas historias que querían ser también narradas. En pequeños paréntesis (un viaje en avión, un parón por motivos técnicos...) sació su necesidad de contar. Contar más. Le salían cuentos cortitos, algunos frisando el aforismo, otros la parábola. Cuentos morales sin ínfulas de lección magistral. Denunciaba injusticias: el feminicidio en México, los inmigrantes deshidratados desembarcando en las costas españolas, el abandono del Sahara... Muy en la línea con el carácter contestatario del que ha hecho gala en su filmografía. Pero también se miraba hacia dentro y escarbaba en su propia experiencia íntima: celebraba amores germinales, lamentaba desamores con final infeliz, reflexionaba sobre la disolución de la identidad, le guiñaba un ojo a su hija palmoteando agua en la bañera... Todos esos relatos escritos a salto de mata (más de un centenar) están hoy en un libro, su debut en la literatura: Aquí yacen dragones (Seix Barral).



Pregunta.- Confiesa que los relatos de Aquí yacen dragones los ha escrito en los minúsculos paréntesis que le concedía su dedicación al cine... ¿Cuándo pensó que esos relatos sueltos podrían formar un libro más o menos unitario?

Respuesta.- Es así. Hay algunos cuentos muy antiguos, escritos hace 10 años, en paralelo a las películas que iba rodando. Fue hace cinco o seis cuando me di cuenta que casi todos caminaban hacia un mismo destino, que tenían un denominador común. Entonces les puse el título de Aquí yacen dragones. Luego vino el compromiso con la editorial y en el último año me he concentrado en él, cerrando los relatos que aún estaban abiertos y completando los detalles que faltaban en algunos de ellos.



P.- ¿Cuál diría que es ese denominador común que les dota de unidad?

R.- Todos intentan explicar la realidad, explicármela a mí mismo para, luego, quizá, explicársela a los demás. Tratan de explicar el comportamiento de los hombres, pero no el comportamiento heroico o épico, sino el cotidiano, el más prosaico e incluso el más mezquino. E intento hacerlo a través de la imaginación. Son cuentos con doble nacionalidad: parten de la ficción y acaban volando hacia la fantasía.



P.- Hacia la fantasía y, como dice en el prólogo, hacia lo desconocido, donde se encuentran esos territorios no cartografiados por los mapas...

R.-Esa es la misión del arte. Así lo entiendo yo. El título alude a ese objetivo. En los mapas de la antigüedad figuran dragones en los lugares que todavía permanecían inexplorados. En esos espacios a los que no llega el conocimiento es donde empieza lo fantástico. La fantasía es la que nos brinda una explicación alternativa a la de la razón o la ciencia. Por eso la ficción cumple una función muy similar a la religión para aquellos que no somos creyentes.



P.- Dice que es conveniente leer los cuentos en orden, que tienen su ilación interna. ¿Eso le acerca de algún modo a una novela?

R.-Bueno, es una sugerencia que por lo que estoy viendo poca gente está siguiendo. No creo que tenga un orden que le acerque a una novela. Lo que sí tiene son juegos internos, como personajes que saltan de un cuento a otro, cuya gracia se pierde si no se leen seguidos. Pero ya digo: es sólo una sugerencia.



P.- Tienen algo de cuentos morales, en el mejor sentido del término: buscan inocular optimismo (Diagnóstico), desnudar imposturas (Lo que el mar devuelve)...

R.-Muchos de ellos son en su comienzo autobiográficos aunque luego avancen hacia otras perspectivas que desbordan mi propia experiencia. Pero no busco dar ninguna lección a nadie. Sólo a mí mismo y si esas autolecciones sirven para alguien más, pues yo encantado.



P.- Cortázar late en algunos relatos. A veces de manera explícita por sus títulos: Instrucciones para escribir una carta, Manual para manejar los recuerdos...

R.-Yo he sido siempre un lector muy poco ortodoxo. Por supuesto que he leído a Cortázar, sobre todo cuando era joven y algunos de sus cuentos me parecen maravillosos. Es cierto que algunos de mis cuentos pueden desprender un aroma cortazariano, por el gusto por las paradojas, la presencia de un surrealismo con un significado muy real... A mí un cuentista que me encanta es Julio Ramón Ribeyro, aunque su obra no tiene nada que ver con los que yo he escrito. Lo mismo sucede con autores como Tobias Wolff o Raymond Carver. Me gustan mucho pero yo estoy lejos de su realismo sucio. En España me interesa mucho Millás. De todas formas, en cuanto a formato y extensión, el que me ha dado la clave que sigo aquí es Roque Dalton, con su poema en prosa Los dioses secretos.



P.- Son todos muy cortos. Rara vez superan una página. Y los hay que están tan extractados que parecen directamente aforismos.

R.-Me pareció su medida natural. Además, tenía que ser así porque quería contar muchas historias. Hay más de un centenar. Cuando haces una película te conviertes un poco en un corredor de fondo. Tienes que estar dos o tres años a pleno rendimiento para mantener la bombilla de la creatividad encendida durante todo ese tiempo. Con estos cuentos quería correr los 100 metros lisos, crear por combustión no por resistencia. En ese sentido, me parece algo completamente opuesto a mi trabajo como cineasta.



P.- En Bifurcaciones alerta de que "en el momento en que se articula el derecho a rebelarse, la rebelión queda desactivada". ¿Se le ocurrió durante las revueltas del 15M?

R.- No, lo había escrito antes. Era una denuncia contra el bipartidismo, contra las elecciones reducidas a dos posturas, como Pepsi o Cocacola... El 15M tomó un espacio físico y social que la ley o el sistema no tenía previsto. Por eso creo que no se limitaron a vivir dentro de una ilusión de disentimiento ofrecida por el poder. De haber sido así no hubieran significado una amenaza real para el poder.



P.-¿Vivió muy de cerca las reivindicaciones de este movimiento?

R.- Lo seguí con interés y simpatía como cualquier ciudadano con motivos para estar indignado pero no desde dentro. Hicieron un gran trabajo y yo me siento muy agradecido.



P.- ¿Qué le parecen los llamados a la batalla para esta gala de los Goya? Han supuesto que su foto en la ceremonia del 2003, esgrimiendo la pegatina de 'No a la guerra', volviera las portadas de los periódicos... ¿Le molesta que salga su imagen a la palestra por este motivo?

R.- No, no me molesta en absoluto. En esa foto me veo muy bien, muy joven. Me siento orgulloso de lo que, cada uno a título individual, hizo aquella noche. Yo no comparto los llamados, ni para protestar ni para que nos estemos quietos. Ya somos mayorcitos. Creo que, de nuevo, cada uno debe obrar en conciencia. Si siente que tiene algo que expresar o denunciar, que lo haga, claro.



P.- ¿Sobrevuela su cabeza la idea de escribir algún día una novela?

R.- Sobrevuela desde hace muchos años. A ver si alguna vez aterrizo. Pero va a ser difícil por el momento. El cine me absorbe mucho y trabajar en una novela exige mucha concentración. Ahora lo paso muy bien haciendo películas y voy a seguir haciéndolo. Tendría que parar pero no tengo pensado hacerlo.



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