Image: Francisco Rico

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El Cultural

Francisco Rico: "Google es ya un criterio objetivo esencial para valorar la poesía de hoy"

Si la talla de un hombre se mide por sus enemigos, la del filólogo debe de ser descomunal, porque los del académico son legión, aunque acaben rendidos al rigor de sus puntillosas ediciones

14 enero, 2010 23:00

Francisco Rico. Foto: Begoña Rivas

Más allá de su fama de filólogo exquisito y polemista voraz, de Francisco Rico (Barcelona, 1942) se sabe, por ejemplo, que es catedrático de literaturas hispánicas medievales en la Universidad Autónoma de Barcelona. Que tiene tres hijos y que no viaja ni va a conciertos, museos o partidos de fútbol. Y que no pisa un cine desde hace años. También que se niega a pronunciarse sobre las miserias de la política catalana, porque, dice, “paso casi más tiempo en Madrid que en Barcelona”.

Debe de ser de las pocas cuestiones ante las que el autor de la edición definitiva del Quijote muestra abierto recelo, porque no suele rehuir el combate. Si hace unas semanas Ignacio Echevarría escribía en El Cultural que somos un país poco amigo de las polémicas intelectuales, Rico ha mantenido algunas de las más jugosas de los últimos tiempos, a vueltas, por ejemplo, con el Quijote (con Trapiello). También ha logrado que un editor (el de Áltera) fuese condenado por plagio, al demostrar que había reproducido sin pedir permiso su versión del Carmina Burana. Y no le tembló el pulso al abandonar Crítica, para la que dirigía una colección de clásicos castellanos, por enfrentamientos con su editor. Eso sí, Francisco Rico, para empezar, niega la mayor: “No me considero un polemista, pero ocasionalmente me he encontrado con ediciones o artículos que incluían errores de hecho y los he corregido. Esto ha ocurrido sobre todo en el que siempre ha sido el tema mayor de mis escritos, el Petrarca latino”.

"No me considero un polemista, pero ocasionalmente me he encontrado con ediciones o artículos que incluían errores de hecho y los he corregido"

Sin debate intelectual

Pregunta. Sí, pero hubo un tiempo en que nuestros autores se batían a golpe de sonetos y cartas, como Góngora y Quevedo, Lope y Cervantes. ¿Por qué hoy, en general, nuestros creadores optan por no implicarse en cuestiones intelectuales, más allá de las batallas de partido?

Respuesta. Porque el creador español tiene una gran calidad estrictamente literaria, pero resulta muy poco amigo de racionalizar sus planteamientos. Eso es un hecho incuestionable. ¿Por qué? Porque somos un país pobre, lo hemos sido siempre, y el debate intelectual (no así la creación, repito) es fruto de la opulencia, del tiempo libre. En un país de campesinos y gente poco docta, las diferencias literarias suelen tener poca altura y caer en el chascarrillo. Por eso nuestra cultura parece alérgica a la tensión dialéctica.

P. ¿Qué le parece lo mejor y lo peor de la situación actual?

R. La riqueza de la creación y la pobreza del eco que tiene en los medios.

P. ¿Qué cambios haría?

R. Los mismos que cualquier otro: someterlo todo a mis libérrimos caprichos. Uno de ellos sería ver teatro en la televisión y en versión para CD.

"Somos un país pobre, lo hemos sido siempre, y el debate intelectual (no así la creación) es fruto de la opulencia, del tiempo libre. las diferencias literarias tienen poca altura"

P. ¿Y qué reforma educativa considera más urgente?

R. Quizá reformular el canon de las humanidades, de manera que Virgilio no parezca más relevante que Borges, y adaptar su enseñanza a los nuevos modos de percepción y de conocimiento que se están desarrollando de acuerdo con los nuevos medios.

P. ¿Por qué es tan difícil que intelectuales de auténtica talla se impliquen en cuestiones polémicas?

R. En parte porque después de Auschwitz ha florecido la lírica y existe un enorme consenso sobre la mayoría de las cuestiones esenciales.

P. Aparte de las nevadas actuales, ¿qué temperatura tiene la vida intelectual española, sufre de mansedumbre quizás?

R. ¿Por qué ya no existen los abrigos de entretiempo que evocó Jaime Gil? Porque todo está climatizado.

El canon de la época

P. Acaba de publicar la edición revisada y ampliada de Mil años de poesía española... ¿en él descubre su canon poético, o ha tenido que incluir por su importancia a demasiados poetas que realmente no le gustan?

R. En el prólogo del libro cito a Eliot, que decía que los gustos o son personales o no son gustos, pero el deber del antólogo es convocar los gustos generales, y dar a conocer cuál es el canon de su época, distinguiendo el de la tradición a la altura de cada tiempo. En el siglo XVIII ni Góngora ni Quevedo hubieran quizá entrado en una antología de la poesía española, pero hoy, en el siglo XXI, nos resultan imprescindibles, mientras que algunos santones de ese siglo nos resultan imposibles. La tradición está regida por la ley del péndulo, que hoy adora a unos poetas y mañana los desprecia.

P. ¿Qué ha cambiado, si lo ha hecho, al revisar la obra, de la parte ya conocida?

R. He añadido poemas y poetas. Por ejemplo, no estaba el poema “El dos de mayo”, que Franco y sus víctimas recitaban de memoria; también he añadido la poesía erótica del Siglo de Oro, ejemplo sublimado de pornografía, y la parte más novedosa del volumen, la dedicada a los poetas de posguerra hasta 1960.

P. ¿Y a quién ha quitado?

R. A casi nadie. He suprimido, por ejemplo, los poemas de Miguel de Barrios, un barroco que murió en 1701 y que representa la decadencia de esa poesía.

P. La ampliación del libro es suculenta: ha añadido a los poetas posteriores al final de la guerra civil, ¿por qué ahora, y no en 1991 o en las sucesivas reimpresiones (1996-2001) de la obra?

R. Ésta es una edición nueva rehecha casi veinte años después, con poetas que se han ido consagrando en estos decenios. Un criterio que he utilizado, por ejemplo, ha sido detenerme en los autores nacidos en 1960.

P. Una curiosidad: ¿a qué se debe que cierre precisamente su selección con Carlos Marzal?

R. A que nació pocos meses después del 60, y quise usarlo como simbólico de que la historia no se acaba ahí, aparte de que es un poeta importante. En realidad, el panorama de poetas posteriores está muy abierto, pero necesita del paso del tiempo para clarificarse.

P. ¿No le interesan otros poetas de la misma generación, como Vicente Gallego (1963), González Iglesias (1964), o Aurora Luque (1962)?

R. Todos los que cita son importantes, así que por supuesto me interesan, algunos mucho, y muy especialmente González Iglesias, como poeta extremadamente original, filólogo y traductor.

P. ¿Hay algún poeta menor de 40 años que pueda figurar en futuras reediciones de su libro?

R. Desde luego, seguro que mis herederos, dentro de diez o veinte años, tendrán en cuenta a esas generaciones.

"En Europa hay al menos media docena de poetas realmente importantes, con una expresión fuerte, original, muy clásica, muy poco barroca, impresionante"

P. ¿Qué le parece a usted la postpoesía de la que hablan los nocilleros?

R. Hay que darles tiempo. Reconozco que no los conozco lo suficiente. He tenido que leer demasiada poesía de las generaciones anteriores para estar además pendiente de las novedades de las librerías.

P. ¿Por qué nuestra poesía contemporánea parece interesar tan poco fuera de nuestras fronteras, por ejemplo, y sin cruzar el Atlántico, en Europa?

R. Eso no es verdad exactamente. Todos los poetas que he antologado han sido traducidos más o menos parcialmente. Pero en este momento la poesía europea vive un momento de gran auge en el que dominan el panorama los autores de más repercusión y ciegan a los que no tienen esa misma proyección. Pienso, por ejemplo, en la extraordinaria popularidad de la polaca Wyslawa Szymborska, a la que por cierto, me encontré hace poco en una calle de Bolonia. O en Yves Bonnefoy. Son mis poetas europeos vivos favoritos. Pero sí, hay al menos media docena de poetas realmente importantes, con una expresión fuerte, original, muy clásica, muy poco barroca, impresionante.

P. Volviendo al libro, ¿qué le ha supuesto más trabajo, el seleccionar a unos poetas o el ignorar a otros?

R. Sin duda, siempre es más fácil elegir que descartar la selección, y le confieso que he tenido que ignorar a bastantes poetas que me gustan mucho.

Google, criterio objetivo

P. ¿Podría explicar en qué criterios ha basado su selección, sobre todo en lo referente a los contemporáneos?

R. En criterios objetivos, como la bibliografía crítica, las antologías consultadas y Google.

P. ¿Google? ¿El buscador?

R. Sí. Con matices, claro, pero uno de los criterios que más he valorado a la hora de incluir a un poeta contemporáneo ha sido su presencia en Google, para hacerme una idea de su proyección real.

P. ¿Por la importancia de los medios en los que aparecían las referencias, o los poemas?

R. Sí, he tenido en cuenta los contenidos, pero también el número de entradas como criterio objetivo, insisto. Hoy la labor, la posición y hasta el sueldo de un científico se miden también por el número de menciones que consigue en los trabajos de otros investigadores, y Google ofrece herramientas especiales para cuantificarlas. Otros criterios han sido mis lecturas, las antologías existentes, la opinión de mis asesores, y el hecho de que en casi todos los casos los poetas seleccionados hayan publicado incluso sus Obras Completas...

"Algunas ausencias me han dolido mucho, y algunas presencias quizá también pero creo que esta antología demuestra hasta qué punto condesciendo con mis propios errores"

P. De todas formas, su fama de perverso le precede: ¿con qué ha disfrutado más, con las ausencias o con las presencias?

R. No se crea, algunas ausencias me han dolido mucho, y algunas presencias quizá también pero creo que esta antología demuestra hasta qué punto condesciendo con mis propios errores (afirma entre risas).

P. ¿Alguna presencia puede resultar realmente provocadora?

R. En cierto sentido, la de Joseba Sarrionandia, que escapó de prisión en 1985 y aún está en paradero desconocido, pero mis asesores en poesía vasca me insistieron en que su presencia era imprescindible si quería establecer el panorama de la España poética real.

Olvidos nada involuntarios

P. ¿Cómo justifica el olvido de Vicente Núñez, presente en todas las antologías sobre poesía española del siglo XX?

R. En la necesidad de que el libro no intentase contenerlo todo. Vicente Núñez es muy representativo de un grupo poético muy concreto, el de los jóvenes autores agrupados en torno a la revista “Cántico”, pero ese grupo está ya muy bien representado por García Baena y Ricardo Molina. Por eso, y con harto dolor de mi corazón, tuve que prescindir de él. Y de muchos, demasiados.

P. ¿Como de Muñoz Rojas?

R. Muñoz Rojas es un escritor interesante, pero su mejor poesía me parece prescindible en un libro como éste.

P. ¿Las ausencias de Vicente Molina Foix, Julio Llamazares o Justo Navarro son un castigo por haber abandonado los versos por la novela?

R. Desde luego, un castigo justísimo, sobre todo porque los primeros versos de dos de ellos prometían mucho. ¿Los de quienes? Je, je, eso no se lo pienso decir.

"Los blogs no los sigo, pero gran parte de mi trabajo lo hago en la red. Hasta para ver mis propios libros me es más fácil usar los que están en la Biblioteca Virtual Cervantes que cogerlos de un estante"

P. Muchas de las poetas antologadas en 7x10, de Isla Correyero, no aparecen en su libro. ¿No son tantas ni tan buenas?

R. No soy partidario de la discriminación por razones de género, por eso me he atenido a la resonancia que le mencionaba antes, a mis lecturas y criterios, y, la verdad, no me salía una proporción de mujeres equivalente a la de los hombres ni he querido distorsionarla. Pero las que están (Blanca Andreu, Clara Janés, Victoria Atencia...) son importantes y representativas.

P. ltan también editores poetas como Chus Visor, Jesús Munárriz, Abelardo Linares, Sergio Gaspar o Toni Marí...

R. Tiene razón, pero creo que a todos ellos les ha perjudicado el hecho de ser editores. Algunos tienen obras poéticas estimables, pero la creación queda oscurecida por su trabajo editorial, que además lo condiciona todo.

P. Hace un tiempo me aseguraba que “por obra de la informática y la web, ya es absurdo publicar en papel la mayoría de lo que se hace en el mundo de la filología”. ¿Incluye también la Nueva Gramática de la RAE?

R. No exactamente. La Nueva Gramática, estará, en un plazo de tiempo no muy lejano, en la red y en una edición asequible para todos, pero no es un libro para consultar en la red. Es una obra espléndida, de altísimo nivel científico, y, por tanto, necesita lecturas sosegadas, reflexión, mientras el ordenador y la web son el dominio de las consultas rápidas y los textos fragmentarios.

P. Creo que propuso a Eugenio Trías y a Félix de Azúa, como candidatos a formar parte de la RAE. ¿Qué podían aportar cada uno de ellos a la Casa?

R. Yo nunca propuse a Eugenio, y a Félix no lo presenté yo, aunque era mi candidato. Le apoyé lo que pude y como pude, pero en la Real Academia se entra por votos, y yo sólo tengo el mío. Ambos hubiesen hecho un trabajo excelente.

P. Precisamente ahora quedan algunas vacantes por cubrir. Si tuviera que proponer a algún poeta, ¿quién sería el elegido?

R. Hay media docena de poetas excelentes que son también filólogos y que podrían ayudar mucho, como el propio Félix de Azúa, Guillermo Carnero, Luis Alberto de Cuenca, Luis García Montero o Jaime Siles.