Image: Jannis Kounellis

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El Cultural

Jannis Kounellis

"Los ecologistas todavía me persiguen"

3 octubre, 2009 02:00

Jannis Kounellis, en el Matadero. Foto: Begoña Rivas

Presenta hoy al público su instalación en el Matadero

Alberto Ojeda
Jannis Kounellis expone en el Matadero su última instalación. Este pionero del arte povera mantiene gran fidelidad al credo artístico que fundó -sin manifiesto ni fanfarrias- junto a otros barreneros de la escena artística en los 60. Esta vez ha tejido, a la manera de la araña, un laberinto de sogas y columnas. En el centro de este dédalo asimétrico, un cuchillo de despiece de reses pende del techo. Un símbolo de amenaza y un recuerdo de la brutal finalidad que en su día tuvo el edificio. El artista griego sigue, pues, firme en sus convicciones: impactar con la austeridad.

P.- ¿Cómo surgió la idea de esta intervención?
R.- Es un espacio donde dominan las columnas y por lo tanto la verticalidad. Mi intención era romperla, invertir la perspectiva... Así se me ocurrió la idea de atar las sogas a las columnas y tejer una especie de laberinto, como hacen las arañas.

P.- Que el edificio fuera un antiguo matadero le interesó en particular, ¿no?
R.- Sí. Odio la idea de que los museos tengan que ser por fuerza un edificio rococó y refinado. Me atrae su dureza y su aspecto industrial. No entiendo que alguien pueda escandalizarse por esto, porque la historia de la humanidad no es otra cosa que un gran matadero.

P.- Es crítico con la globalización. La considera perjudicial para el arte.
R.- Lo de la globalización no significa nada. ¿Sirve acaso para pintar un cuadro? Yo me siento internacionalista, no globalizado.

P.- En el arte povera coincidisteis artistas muy diversos. ¿Qué os unía realmente?
R.- Romper con el dogmatismo y salir del cuadro. No para acabar en una especie de espacialismo frío, sino porque concebíamos el arte como una aventura.

P.- ¿Y nunca ha tenido tentación de volver a él?
R.- No, porque aquella decisión no la considero una renuncia.

P.- En el 96 los ecologistas se le echaron encima por un guacamayo que utilizaba en una de sus instalaciones ¿Cómo recuerda la polémica?
R.- Todavía me persiguen. Hace poco en Dinamarca una señora muy enfadada vino a recriminármelo otra vez. No lo entiendo, porque yo amo a los animales. Además el guacamayo agradece estar en contacto en la gente.

P.- ¿Aún cree que el arte debe aspirar a modificar de algún modo la realidad?
R.- Si lo pensaba Picasso, al inicio de su carrera, cuando pintó Las señoritas de Avignon, no veo por qué no lo puedo pensar yo. Sí, sigo pensándolo, y con esa intención trabajo.

P.- ¿Se siente todavía un artista radical?
R.- Esto es lo último que he hecho [con un leve giro del cuello invita a mirar la instalación, a su espalda]. Júzguelo por sí mismo.

P.- Bueno, la verdad que el cuchillo de despiece suspendido en mitad de la estancia impone...
R.- La obra de Caravaggio, o la de Goya, está llena de cuchillos y de hombres degollados, y aún así es una maravilla.

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