Como siempre, vi la final de Roland Garros desde mi asiento en la pista Philippe Chatrier, al igual que cada año. Esta vez, sin embargo, constaté algo que podía imaginarme, pero que de igual manera volvió a sorprenderme: Rafae Nadal siempre vuelve. 

Y digo que siempre vuelve porque esta vez su recuperación ha sido espectacular y a contrarreloj, lo que hace todavía más especial este duodécimo título de Roland Garros que acaba de conseguir al ganar en la final a Dominic Thiem, otra Copa de los Mosqueteros para la historia y la eternidad. 

Después de volver a lesionarse en Indian Wells, y no poder saltar a la pista para jugar las semifinales contra Roger Federer, Rafa pasó un mal momento. Es normal tras tantos problemas físicos, y eso demuestra que es humano como todos nosotros. Las dudas, como muchas veces ha dicho él, forman parte de la vida, y es lógico tenerlas aunque hayas ganado todo lo que ha ganado Nadal a lo largo de su carrera.

Rafael Nadal celebra un punto en la final de Roland Garros 2019 ante Thiem

Rafael Nadal celebra un punto en la final de Roland Garros 2019 ante Thiem REUTERS

Sufrir tantas lesiones de forma seguida, y verse limitado para poder aspirar a los grandes títulos, quizás le quitó la energía, pero Rafa ha demostrado ser más fuerte que todo eso. En Barcelona no estaba a su mejor nivel, pero de allí salió con la firme idea de ponerlo todo de su parte para recuperar su versión de toda la vida en tierra batida y darse la oportunidad de luchar por todo en Roland Garros

En el Mutua Madrid Open, Rafa ya estaba recorriendo el camino de la recuperación, como demostró durante toda la semana. Aunque cayó en semifinales con Stefanos Tsitsipas, tuvo ocasiones para haberse llevado la victoria. Fue un partido muy competido contra un gran rival, 

El despegue definitivo ocurría días más tarde, en Roma. Yo también estaba allí, y pude presenciar en directo como Nadal se imponía a Novak Djokovic en la final, para hacerse con el título y recuperar toda la confianza perdida. En ese encuentro, Rafa jugó a ratos un tenis inmejorable y confirmó que llegaría a París dispuesto a pelear por la Copa de los Mosqueteros.

Ahora, tres semanas después, puedo decir que no estaba equivocado: el duodécimo triunfo en París no solo sitúa a Rafa en un lugar al que nadie ha llegado, el duodécimo triunfo en Roland Garros es una lección de vida que nos sirve a todos. 

Porque no rendirse nunca, jamás, ni cuando peor pintan las cosas, siempre tiene recompensa. Que se lo digan a Nadal.