Hay muchas cosas que convierten a Wimbledon en uno de los torneos más especiales del circuito, muchas tradiciones que quizás contaré en alguna columna futura, pero quizás la más importante es que se juega sobre hierba, una superficie distinta, enigmática y muchas veces difícil de entender.

Para empezar, sobre hierba hay que evitar volverse loco. No se le puede pedir a Rafa que haga saque y red, aunque es verdad que hoy en día los jugadores ya no lo hacen como antes. Para jugar bien en Wimbledon lo principal es moverse bien, y moverse bien va a depender siempre de la interpretación del bote de la bola.

Voy a tratar de explicarlo de la forma más sencilla posible.

Moverse bien es conocer el golpe del rival y analizarlo según cómo le pegue a la pelota. Hay bolas que vienen lentas y botan lentas, pero también hay bolas que vienen lentas y botan rápidas. Es fundamental ver cómo ha sido el tiro del contrario y actuar en función de eso.

En hierba, la pelota no viaja rápida, viaja lenta, más que en tierra, y además pesa. Por eso, el momento de llegar al encuentro con la bola es más importante que el golpeo. Si llegas mal colocado, la pelota te va a pesar mucho y el tiro va a ser malo. En consecuencia, hay que aprovechar el movimiento. 

Rafa se mueve muy bien, la movilidad siempre ha sido uno de sus puntos fuertes, pero también desafía a la hierba. Al generar tanta aceleración, tanta fuerza, es capaz de emplear golpes que a otros no le servirían de nada en esta superficie. 

Muchas veces hablamos que juegue una pelota alta de vez en cuando, que vaya profunda, porque eso le dará más tiempo para preparar el siguiente tiro, y porque el oponente no está acostumbrado a ese tiro en hierba. Es muy complicado hacer esto en Wimbledon, pero según pasa los días Rafa lo hace mejor y mejor. Además, estos días está haciendo calor. Si sigue sin llover, en la segunda semana la bola botará mucho más y eso abrirá la posibilidad de cambiar un poco más el juego habitual que se practica en esta superficie.

Los pies de Nadal, durante un saque en Wimbledon.

Los pies de Nadal, durante un saque en Wimbledon. Toby Melville Reuters

Otra cosa es cómo hay que pegarle a la pelota. Con la mano cerrada, la bola cogerá efecto y al botar subirá mucho y se quedará muerta, lo que hace Rafa en otras superficies. Es cierto que él tiene unos automatismos muy marcados, y confía mucho en el swing porque tiene mucha aceleración, pero trabajamos para que intervenga más con las piernas, que no se quede parado. 

Rafa tiene muchas cosas buenas. Entre ellas, que es capaz de romper sus límites. Cuando sabe que no hay otra solución que salir de su zona de confort, lo hace, y lo hace bastante bien. En hierba es consciente de que tiene que sacar bien, sobre todo con el segundo servicio, ser agresivo y utilizar el cortado. Las tres cosas las hizo muy bien en la segunda ronda contra el kazajo Kukushkin, y confío en que seguirá mejorándolas el sábado ante el australiano de Miñaur. 

Por supuesto, hay más cosas.

No es ningún secreto que en hierba necesitas más concentración que en otras superficies. Todo pasa rápido, muy rápido. Por ejemplo, empezar un juego 15-0 o 0-15 cambia muchísimo porque el jugador puede sentir miedo, y si aquí juegas con miedo estás muerto. 

En tierra batida hay mucho más margen, pero en hierba existen muy pocos tiros intermedios, normalmente atacas o defiendes. Si el jugador tiene miedo con 0-15, no conseguirá ejecutar correctamente el golpe que deba hacer. Jugar con miedo es no tener decisión, y es de lo peor que puede pasarle a un tenista porque el tiro se queda muerto y normalmente el primero que coge la posición tiene mucha ventaja en el peloteo.

De nuevo, Rafa es un especialista en esto porque tiene la capacidad de jugar todos los puntos con un nivel de concentración que otros no logran mantener de principio a fin.

Esa también es una buena ventaja para ser competitivo sobre hierba, una superficie en la que no hay marcha atrás.

*** Francis Roig fue tenista profesional y es entrenador de Rafael Nadal desde 2005.