Tadej Pogacar, en su caída en la París-Roubaix.

Tadej Pogacar, en su caída en la París-Roubaix. EFE

Ciclismo

¿Ciclismo gratis o de pago?: la disputa que divide entre la supervivencia del deporte y el afán por el dinero

Una corriente que aboga por hacer pagar entrada a los espectadores genera opiniones de todo tipo y plantea problemas éticos, económicos y logísticos.

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Subir la bicicleta al coche, hacer cientos de kilómetros, descargar la bici y escalar un emblemático puerto entre los gritos de cientos de aficionados como cualquier profesional para ver la carrera. O bajar al portal de casa para presenciar el paso de los ciclistas.

Estas escenas que durante años vienen formando parte de la rutina de cualquier aficionado al ciclismo, más o menos acérrimo, podrían tener las horas contadas.

Una corriente de opinión ha empezado a circular con relativa fuerza en la burbuja ciclista durante las últimas semanas. ¿Tendría que ser el ciclismo un deporte que cobrara entrada a los espectadores? Desde entonces, voces a favor, pero sobre todo opiniones en contra, se han manifestado al respecto.

Parece que los planes de cobrar entrada en el ciclismo no son viables ni reales a corto plazo. No al menos teniendo en cuenta que los principales directores de las grandes vueltas como Christian Prudhomme (Tour de Francia) y Javier Guillén (La Vuelta) se han manifestado contrarios a esta postura.

Se plantea además no sólo un debate ético sobre la naturaleza de este deporte tan particular, sino también las complicaciones logísticas de implantar este modelo revolucionario. Al fin y al cabo, el constante afán por encontrar más dinero cualquiera que sea la fórmula.

ASO está en contra

La discusión cobró fuerza por las declaraciones del exciclista Jérôme Pineau. El francés abogó por cerrar las cimas de algunas llegadas emblemáticas en el Tour de Francia para conseguir ingresos adicionales.

"Cerremos los últimos cinco kilómetros de este puerto, privaticémoslo. Así podremos cobrar entrada. ¡Creemos algo para ganar dinero!", comentó en referencia a la cima del Alpe D'Huez.

Algunas voces han ido en la misma línea, como Filippo Pozzato, organizador de la Veneto Classic: "Creo que es la única solución que tenemos para sobrevivir en el futuro. Somos el único deporte que no cuenta con un modelo de venta de entradas", llegó a decir.

Sin embargo, algunas de las voces más potentes y autorizadas han alzado la voz en contra. Precisamente, algunos de los que tienen la sartén por el mango en este aspecto ya que cuentan con un gran poder en la organización de carreras.

Se trata de ASO y los que están bajo su paraguas. La empresa organizadora del Tour de Francia y La Vuelta se ha manifestado contraria a la venta de entradas en el ciclismo a través de diferentes formas, y si el Tour de Francia marcha por un camino, lo normal es que el resto lo sigan. Así es el poder que tiene la carrera más importante del mundo.

Su organizador, Christian Prudhomme: "Quiero ser sincero. Para mí, es imposible. Como director y organizador del Tour de Francia, me parece un disparate. Es imposible porque la gente quiere que siga siendo gratuito". Unas palabras meridianamente claras que echan por tierra cualquier intento.

Javier Guillén, organizador de La Vuelta y también bajo el paraguas de ASO, siguió la misma línea: "Es algo con lo que no estoy de acuerdo. El ciclismo es un deporte libre, se disputa en carreteras abiertas y cualquiera puede verlo. Una parte de mi trabajo es mantenerlo así, como siempre ha sido".

Muchos inconvenientes

La idea de cerrar el ciclismo plantea muchas dudas. Desde los logísticos, hasta los culturales, pasando por supuesto por los económicos.

Logísticamente supondría todo un desafío instaurar un sistema así. Salvo en las pruebas que lleguen a circuitos urbanos, donde sería mucho más sencillo cerrar los últimos kilómetros, el campo abierto sería un reto casi inabarcable.

Eso por no hablar del choque cultural que supondría establecer la venta de entradas en un deporte que históricamente ha sido abierto. Una fiesta ambulante que ha ido llenando de alegría todos aquellos lugares por los que pasaba.

Tadej Pogačar celebra su victoria en la 13ª etapa del Tour de Francia.

Tadej Pogačar celebra su victoria en la 13ª etapa del Tour de Francia. Reuters Reuters

Está el ejemplo del ciclocross, con la inspiración de la prueba de Benidorm en los últimos años, pero se trata de otra disciplina muy diferente. Cerrar el ciclismo a la gente supondría además eliminar a muchos curiosos que se acercan al espectáculo dada la gratuidad. Y eso iría en contra del propio deporte.

Precisamente el plano económico podría entrar en un conflicto interno. La venta de entradas podría generar ingresos adicionales para el ciclismo, pero es complicado saber si esos beneficios extra serían suficientes como para cambiar un paradigma histórico.

Sería lógico que, si el ciclismo se cierra, la cantidad de público disminuyera, y eso afectaría a un deporte que vive mucho de la repercusión que tiene y de las imágenes vibrantes que genera por naturaleza.

Unos dicen que puede ser una nueva forma para tratar de asegurar la supervivencia de un deporte que no cuenta con esta vía de ingresos. Otra forma de verlo es, sin embargo, que precisamente alejar al público masivo sería una forma de matarlo.

El debate está vivo, aunque parece muy lejana la posibilidad de que llegue a ser una realidad. Algo que, por cierto, también proponía la Superliga del ciclismo que por el momento sigue dormida una temporada más.