Juan Cota, en su época en karts

Juan Cota, en su época en karts

Deportes

Juan (18), sobre lo caro que es correr en un kart profesional: "Una carrera te puede costar hasta 10.000 €"

El piloto madrileño desvela en un podcast los costes extremos que afrontan los jóvenes que quieren abrirse camino en el automovilismo.

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Juan Cota tiene solo 18 años, pero ya acumula más de una década de experiencia en el mundo del motor.

Lo que comenzó como un juego con apenas tres años se convirtió en su vocación a los cuatro, cuando recibió su primer mini-kart.

Desde entonces, cada paso que ha dado sobre el asfalto ha estado acompañado de una realidad tan dura como silenciosa: competir cuesta -y mucho-, incluso en las categorías más básicas.

En una entrevista con el podcast Formula World en Español, el joven madrileño, actualmente piloto en la Eurocup 3 con la escudería Drivex, expone sin rodeos el precio que tienen los sueños dentro del automovilismo.

"Una carrera te puede costar hasta unos 10.000 euros", afirma con naturalidad.

Y no habla de Fórmula 1 ni de campeonatos de élite, sino del karting, la etapa formativa por la que todos los pilotos deben pasar antes de llegar a lo más alto.

Los caros inicios del karting

La mayoría de los deportistas comienzan su carrera en categorías escolares o federadas con costes relativamente asumibles. No es el caso del automovilismo.

La fase de karting, que suele abarcar desde los 4 hasta los 8 años, representa ya una primera gran barrera económica.

Juan recuerda que una sola participación podía ascender a cifras que, en función del nivel y del campeonato, oscilaban entre los 5.000 y los 10.000 euros por fin de semana.

A pesar de ello, reconoce que su experiencia fue algo más accesible que la de otros compañeros gracias al enfoque más humano que encontró en Kart Republic Spain, equipo liderado por Ramón Laoz.

"Trabajaban más por amistad que por negocio", señala. Esa dinámica permitió que los costes se redujeran considerablemente.

Pero no deja de ser una excepción. Para muchas familias, solo la primera etapa ya resulta prohibitiva.

El talento no basta

El verdadero salto económico se produce con la llegada a los monoplazas. La Fórmula 4, considerada la categoría de iniciación en el automovilismo profesional, requiere una inversión mínima de medio millón de euros por temporada.

Cada carrera puede situarse entre los 30.000 y 40.000 euros, una cifra desorbitada para la gran mayoría de familias, incluso si logran reducir costes con programas parciales.

Cota explica que, a partir de ahí, los números solo van en aumento. Un día de test con un Fórmula 3 puede alcanzar los 20.000 euros, y una temporada completa en esa categoría puede superar los cinco millones.

Lo habitual, añade, es que los pilotos pasen tres años en F3 antes de aspirar a mayores objetivos. Eso sitúa el coste acumulado de la progresión desde el karting hasta la antesala de la élite en cifras de siete dígitos.

Encontrar apoyos

Frente a este panorama, la única salida para muchos pilotos es encontrar patrocinadores. Pero en categorías como Fórmula 4 o Fórmula Regional, la visibilidad mediática es limitada, lo que dificulta convencer a empresas para que apuesten por un proyecto incipiente.

"El retorno es mínimo en comparación con lo que tienen que aportar", afirma Cota. Una compañía que invierte 300.000 euros necesita generar un retorno directo de al menos 350.000 euros, una meta poco realista en fases tan tempranas.

Esto provoca un filtro natural en la competición: quienes pueden pagar, avanzan. Quienes no, dependen de milagros financieros o directamente se ven obligados a abandonar.

Juan lo resume de forma clara: "El piloto de verdad es el que tiene que pelear por conseguir patrocinadores, por correr con menos medios, por no tener todos los días de test".

En cambio, otros corredores -principalmente de países como Rusia o Arabia Saudí- afrontan la temporada como un simple proyecto recreativo, con recursos que les permiten participar sin restricciones.

Test y desigualdad

La diferencia económica se traduce directamente en rendimiento. Un piloto con presupuesto puede hacer entre 30 y 35 días de test al año, acumulando una experiencia decisiva antes del inicio del campeonato.

Cota, en su debut en Fórmula 4, solo pudo realizar entre seis y ocho días de test previos.

Esa desventaja inicial condiciona el desarrollo de cualquier temporada, ya que menos días de rodaje implican menor adaptación al coche, menor afinidad con el equipo y más errores potenciales.

Por eso, asegura, muchos resultados en pista no reflejan solo el talento, sino también las condiciones previas de cada piloto.

Las categorías de base se convierten en una competición entre quienes llegan mejor preparados, no necesariamente por ser mejores conductores, sino por haber tenido más medios para entrenar.

Drivex, una vía alternativa

Consciente de las limitaciones económicas, Juan tomó la decisión de unirse a Drivex, una estructura más pequeña que le permite seguir compitiendo sin enfrentarse a presupuestos imposibles.

La escudería, que solo participa en F4 y Eurocup, ofrece precios más razonables que los grandes equipos con presencia en múltiples campeonatos.

"No tiene un precio tan alto como puede tener uno de esos que tienen muchas categorías", explica.

A pesar de que eso implica renunciar a ciertos recursos, también permite mantenerse activo y sumar experiencia sin hipotecar el futuro.

En un deporte donde cada euro cuenta, esa elección se convierte en una estrategia de supervivencia.

Cambiar el sistema

Cota tiene clara su respuesta cuando le preguntan qué cambiaría del automovilismo: "Limitaría completamente los presupuestos".

Según su visión, eso permitiría que más pilotos con talento, pero sin recursos, tuvieran oportunidades reales de llegar a las categorías superiores.

En la actualidad, el sistema funciona como una pirámide cerrada en la que solo unos pocos acceden a lo más alto. "Con presupuestos limitados, muchos más llegarían", insiste.

La medida, defendida por otros jóvenes y por parte del paddock, tendría implicaciones directas en la igualdad de condiciones.

Reducir los costes no solo democratizaría el acceso, sino que elevaría el nivel medio de las competiciones y evitaría que talentos prometedores se pierdan por falta de dinero.

El coste invisible del sueño

Mientras tanto, miles de jóvenes como Juan siguen luchando por mantenerse en el circuito.

La realidad del automovilismo base es tan exigente como desconocida: detrás de cada podio, de cada bandera a cuadros, hay decenas de pilotos que nunca llegaron por falta de presupuesto.

A los que sí lo hacen, como Cota, les queda el mérito de haber resistido en un deporte donde el talento es necesario, pero nunca suficiente.

La próxima vez que un niño sueñe con ser piloto, convendría recordar que antes de acelerar, hay que pagar. Y en el mundo del motor, la salida está reservada solo para quienes pueden permitírsela.