El Premio Cervantes 2016 Eduardo Mendoza.

El Premio Cervantes 2016 Eduardo Mendoza. EFE

Libros Literatura y galardones

Cinco novelas de Eduardo Mendoza que no te puedes perder

Otros de los dos candidatos del Premio Cervantes lo han definido -no sin segundonería- como "correcto" o "digno". Pero a Mendoza se le conoce leyéndole. Aquí cinco de las obras que conforman su perfil. 

30 noviembre, 2016 16:55

Noticias relacionadas

Satírico, humorístico, esperpéntico, transgresor sin perder la mesura, carnavalesco sin renunciar a la elegancia. Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) no sólo es el autor que lee Mariano Rajoy -como confesó a Alsina-, sino el Premio Cervantes 2016. Luis Goytisolo, el eterno candidato, lo ha definido como un narrador "muy correcto", y Álvaro Pombo, otro de los aspirantes al premio más importante de las letras españolas, ha tildado la elección de "digna". Pero Mendoza es un autor prolífico que ha hecho de Barcelona su cuartel general y la ha exprimido hasta traducirla en un sardónico retrato del ser humano, en un dibujo social que sólo tiene grietas en forma de coñas.

Eduardo Mendoza, Premio Cervantes 2016

Se mueve por los páramos más extraños: la novela negra, la gótica, la picaresca, coquetea con el absurdo, con el surrealismo y hasta con el folclore. Aquí cinco de las obras que no se puede perder nadie que quiera conocer al nuevo heredero de Cervantes.

1. La verdad sobre el caso Savolta

La primera. La imperdible. La publicó en 1975, estando en Estados Unidos -en 1973 se marchó a Nueva York como traductor de la ONU-. Su título original era Los soldados de Cataluña, pero la censura franquista le obligó a rebautizarla. Su protagonista, Javier Miranda, es un chico vallisoletano que viaja a Barcelona a principios del siglo XX en busca de trabajo. Entra a trabajar en un despacho de abogados y pronto conoce a su mentor, el empresario francés Paul André Lepprince. La verdad sobre el caso Savolta se desenvuelve en un mosaico de sucesos turbios, de ambiciones, de recuerdos, y, por qué no, de amor, gracias a la fascinante María Coral -que enloquece a Lepprince-.

El Premio Cervantes 2016 le ha sido concedido a Mendoza, precisamente, porque con esta novela "inaugura una nueva etapa en la narrativa española en la que se devolvió al lector el goce por el relato y el interés por la historia que se cuenta, y que ha mantenido a lo largo de su brillante carrera como novelista". Muchos llaman a esta obra "la primera novela de la transición democrática", ya que recoge el panorama de luchas sindicales de principios del siglo XX y la realidad social, cultural y económica de la Barcelona de la época.

A los pocos meses de su publicación murió el caudillo. Al año siguiente, recibió el Premio de la Crítica. Marcó un hito.

2. El misterio de la cripta embrujada

Es la primera novela de la serie del detective anónimo y se mueve entre la parodia hilarante, la novela negra y la gótica. Se publicó en el año 1978, y su estela late hasta 2015, con El secreto de la modelo extraviada -ese libro que se leyó Rajoy y de cuyo nombre, siguiendo la doctrina cervantina, no quiso acordarse. Para escribirla, necesitó abandonar esa España "triste, amarga y violenta" y sólo así pudo escribir "divirtiéndome como nunca antes lo había hecho".

La obra arranca cuando el comisario Flores, inspector de la Brigada de Investigación Criminal, asume el caso de la desaparición de una niña de un colegio internado de madres lazaristas. Decide buscar ayuda en un antiguo criminal depravado, que está interno en un manicomio. El trato es este: encontrar a la cría a cambio de su libertad. Pero, ¿habrá recuperado el control de sí mismo un demente que ha estado cinco años interno?

3. El laberinto de las aceitunas

Es la segunda novela protagonizada por el detective sin nombre y es la que consolida a Mendoza como uno de los autores con más éxito de ventas allá en 1982. Este trabajo es un atentado contra las normas del realismo, e incluso de la verosimilitud: ahora el detective demente cuenta, heterodoxo, su aventura. Se enfrenta a una red desconocida de maleantes que trata de recuperar a toda costa un maletín repleto de dinero y perdido en curiosas circunstancias. Vuelve a dibujar el autor una sociedad que, sólo existiendo, es parodia de sí misma, y que se desenvuelve incoherente y ridícula en diferentes registros expresivos. La imaginación de Mendoza salta como un resorte, y, tras superar el humor y absurdo, cae en triple salto mortal en el esperpento, en el puro surrealismo.

4. La ciudad de los prodigios

Este trabajo -publicado en 1986- está considerado por la crítica literaria como su obra cumbre. No quiere ser una novela histórica y el autor lo deja claro en el prólogo. Pretende ser una "transcripción de la memoria colectiva de una generación de barceloneses". La ciudad de los prodigios es un retrato vivo de la ciudad de Barcelona entre las expos de 1888 y 1929. Habla del estancamiento inicial, del desarrollo industrial, de la vorágine económica y social a través de Onofre Vouvila, representante del ideario colectivo de las clases sociales más bajas: un chaval de origen humilde que, a base de esfuerzo y de un carácter sórdido y cruel, sin escrúpulos, se convierte en uno de los hombres más ricos e influyentes no sólo de Cataluña, sino de toda España. Onofre, que da el pistoletazo de salida como personaje repartiendo panfletos anarquistas, muta en especulador inmobiliario. La novela fue adaptada al cine en 1999 por Mario Camus.

5. Sin noticias de Gurb

De nuevo, humor y surrealismo. Publicada en 1991, Sin noticias de Gurb cuenta la búsqueda de un extraterrestre que ha desaparecido tras adoptar la apariencia de la cantante Marta Sánchez -cómo no, en la ciudad de Barcelona-. La historia la narra otro alienígena que, después de mutar en el conde-duque de Olivares, se convierte en Miguel de Unamuno, Paquirrín, Isoroku Yamamoto, el duque de Kent o Alfonso V de León. Es una novela de cambio, de adaptación a la vida de este planeta, que oscila entre la sátira y la paradoja. Mendoza vuelve a extraer de su ciudad la versión más satírica y carnavalesca del ser humano para trazar un retrato social en el que entremezcla su personal conciencia artística.