Alfonso XI de Castilla tenía un año cuando su padre, Fernando IV, murió de forma inesperada en 1312. El ascenso al trono del bebé no se cuestionó, pero la composición de la regencia sí suscitó un enconado enfrentamiento en el reino. Al final se acordó un gobierno conjunto de las dos facciones competidoras, encabezadas por el infante Juan, tío abuelo del joven monarca, y la reina madre, Constanza de Portugal; y el infante Pedro, tío del rey, y su progenitora, María de Molina. A principios del siglo XIV, las tropas castellanas seguían realizando incursiones en territorio musulmán para socavar las bases económicas, militares y morales enemigas. Era una auténtica guerra de desgaste.

En ese contexto expansivo se enmarca la campaña que ambos regentes dirigieron sobre la Vega de Granada, tutelada por el gobernante nazarí Ismail I, a finales de la primavera de 1319 y que se saldó de forma trágica. A la altura de la localidad de Pinos de Puente, el dividido y más numeroso ejército cristiano sufrió una calamitosa derrota. Y no solo eso: los dos infantes fallecieron en el lance. Pedro al caer del caballo, según informa la Gran Crónica de Alfonso XI, y Juan probablemente víctima de un ictus al ser informado de la situación. 

La nefasta razia sumió al reino en una grave crisis política, con varios magnates que se autoproclamaron regentes del todavía joven monarca y gobernaron de forma autónoma hasta que este alcanzó la mayoría de edad. Alfonso XI tuvo que emplear la primera parte de su reinado en restablecer el orden y la justicia dentro de sus fronteras. Este curioso e importante episodio, que también evidencia los pactos entre cristianos y musulmanes —la derrota puso fin a las aspiraciones de Nasr de recuperar el trono granadino apoyado por los castellanos— en el marco de la llamada Reconquista, es uno de los quince que se narran en Fechos de armas (La Ergástula).

Fresco de la batalla de La Higueruela, en la Sala de Batallas del Escorial, en una fotografía tomada por Jean Laurent. Fototeca del Patrimonio Histórico

Coordinada y editada por los historiadores Martín Alvira y Miguel G. Martins, miembros de la Asociación Ibérica de Historia Militar, esta obra analiza una quincena de acontecimientos bélicos "poco conocidos o poco estudiados", aunque definitorios en el rumbo de los reinos de Portugal, León, Castilla, Aragón y Navarra, y de Al-Ándalus, durante los siglos XI-XVI. Quienes firman los textos son reconocidos expertos en la materia de universidades españolas y portuguesas. 

"Además de batallas campales terrestres, el lector tendrá a su alcance otros enfrentamientos bélicos, como asedios, cabalgadas y batallas navales", explican Alvira, profesor Titular de Historia Medieval en la Universidad Complutense de Madrid, y Martins, doctor en Historia de la Edad Media, en la presentación del volumen. "Con esta pluralidad de enfoques pretendemos ofrecer un mejor conocimiento de cómo se hacía la guerra durante la Edad Media ibérica —los recursos, el armamento, las estrategias y tácticas utilizadas— y de cómo evolucionó durante ese período de más de cinco siglos".

Los quince hechos

Son estudios académicos pero manejables para un público general interesado en la historia de la Península Ibérica medieval. El mayor inconveniente a la hora de la lectura es que se haya respetado el idioma materno de cada investigador, saltando de capítulos en español al portugués. Como contrapartida, al final se ofrece un resumen de cada uno de ellos. El volumen también recoge un iluminador glosario tanto de términos bélicos como socioculturales.

La obra arranca con la batalla de Albesa (1003) y la recuperación cristiana de la fortaleza de Montmagastre (1009-1010), acontecimientos enmarcados en las pugnas que mantuvieron los condes de Barcelona con los descendientes del poderoso caudillo andalusí Almanzor. El siguiente apartado está dedicado al, probablemente, hecho de armas más famoso de los incluidos en el libro: el largo y duro asedio de las tropas del Cid Campeador a la ciudad de Valencia entre 1093 y 1094. Nadie mejor que el gran experto en cuestiones cidianas, David Porrinas González, para describir el mayor éxito militar del legendario guerrero.

Grabado de la batalla de Alcántara. Wikimedia Commons

Uno de los episodios más fascinantes, relatado por Fermín Miranda García, profesor titular de Historia Medieval en la Universidad Autónoma de Madrid, es la "gran cabalgada" de Alfonso el Batallador entre el otoño de 1127 y la primavera de 1126, que condujo a sus caballeros desde Aragón hasta las cercanías de Córdoba y Granada para saquear los dominios almorávides y asentar a mozárabes colaboradores en los territorios recién conquistados del Valle del Ebro. Otro fonsado —operación a caballo liderada por un magnate— fue el que comandó el infante Sancho, heredero al trono portugués, en 1178 y que llegó hasta las puertas de Sevilla.

Siguen en orden cronológico el asedio a la plaza de Alcácer do Sal en 1217, una de las acciones más significativas de conquista del reino de Portugal; la batalla campal de Puig (1237), un contundente triunfo de Jaime I el Conquistador enmarcada en la toma de Valencia; o el choque naval en las Islas Formigues (1285), una gran victoria firmada por el almirante Roger de Lauria en beneficio de la Corona de Aragón en su conflicto con el reino de Francia. 

Portada de 'Fechos de armas'. La Ergástula

Ya en el siglo XIII se radiografían el citado desastre de la Vega de Granada, la batalla naval de Farrobilhas, uno de los episodios más importantes de la guerra portuguesa castellana de 1336-1338; el asedio al que fue sometido la ciudad del Turia (1363 y 1364) por las tropas de Pedro I de Castilla en la llamada Guerra de los Dos Pedros; y el sitio de Ciudad Rodrigo, punto estratégico de la frontera portuguesa, por un ejército de Enrique II de Castilla y que se enfrentó a unos férreos e indomables defensores.

Los cuatro últimos lances bélicos que se glosan son la toma de Antequera (1410), que reactivó el proceso de conquista del reino nazarí de Granada; la batalla de La Higueruela (1431), rotundo triunfo castellano que concienció a los musulmanes para evitar en el futuro más choques frontales en campo abierto entre grandes contingentes; la batalla de Nóain (1521), el último gran episodio de resistencia armada del reino de Navarra sofocada por las tropas del flamante Carlos I; y la batalla de Alcántara (1580), la culminación de la invasión de Felipe II de Portugal.

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