Albert Boadella en los Teatros del Canal, institución que dirige

Albert Boadella en los Teatros del Canal, institución que dirige Dani Pozo

Escena Teatro

Albert Boadella en busca de autor

Homenaje en 'cuatro actos y una réplica' a la obra del dramaturgo catalán en el madrileño teatro Muñoz Seca. 

15 diciembre, 2015 01:23

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Es posible que en un futuro alguien escriba una obra teatral sobre la vida y la obra del dramaturgo Albert Boadella, igual que él ha escrito sobre otros artistas como Josep Pla y Salvador Dalí, o sobre políticos como Jordi Pujol y Pasqual Maragall. Todos ellos personajes clave para entender la historia de reciente de Cataluña, y también de España.

El dramaturgo que se enfrente a la figura de Albert Boadella tendrá que investigar en las cuatro facetas que, en la tarde de ayer, se repasaron en el homenaje al dramaturgo catalán que se celebró en la tarde del lunes en el madrileño Teatro Muñoz Seca. Un homenaje en ‘en cuatro actos y una réplica’ -organizado por el movimiento cívico Libres e iguales opuesto a la deriva secesionista catalana y al que pertenece el propio Boadella- en el que se repasaron la vida, la obra, las guerras y el amor del dramaturgo. Durante el homenaje se proyectó un breve documental sobre Boadella en el que aparecieron hablando de Boadella personajes de trayectorias diversas, como Mario Vargas Llosa, Salvador Sostres, Jose María Fidalgo, José Maria Aznar, Fernado Savater o Felix de Azúa.

La réplica la dio Boadella, subiendo al escenario para desdoblarse en dos: Albert, el niño que nunca dejó de jugar al teatro y que agradeció el homenaje (diciendo que agradecerá todos los homenajes que tengan a bien hacerle); y Boadella, el personaje más arisco que desconfía de los homenajes y, en general, de los buenos modos que Albert (no confundir con Boadella) ha tratado siempre de mantener con sus contemporáneos, incluidos los ‘pogres’, a los que Boadella (no confundir con Albert) desprecia íntima y públicamente, según confesión propia. Como metáfora de esa relación con sus seguidores, Boadella recordó la secuencia que suele usar para ejemplificar su ‘traición’ a sus tradicionales seguidores de la progresía: en la película Tiempos modernos, Chaplin recoge una banderita roja que se cae de un camión que pasa por la calle. Comienza a correr tras el camión, dispuesto a entregársela al camionero y pronto la multitud comienza a seguirlo, creyendo que es el líder de una protesta roja. Chaplin, como otras tantas veces, termina mal: golpeado y detenido por la policía.

Memorias de un bufón político

El bufón, cuando es un verdadero artista, recordó el periodista Arcadi Espada en su intervención, ha de tener como principio la creación libre, aunque ello implique desobedecer al poder. Al poder que, por lo general, además, le paga. Fue lo que hizo Boadella cuando escribió Ubú President, una variación de la obra de Alfred Jarry que anticipó, en muchos sentido, los últimos meses de imputaciones judiciales de la familia del, entonces honorable, Jordi Pujol. O el poder de los militares franquistas que le costó un proceso militar del que consiguió escapar, literalmente, por una ventana del hospital en el que estaba internado. O el poder de la Iglesia, que en 1983 materializó en su obra ‘Teledeum’, obteniendo las condenas de la mayor parte de la jerarquía eclesiástica. Los teatros en los que se representó la obra sufrieron atentados de diversa entidad, y uno de los actores principales fue acuchillado 17 veces en las piernas cuando salía de una estación de metro madrileña.

Espada no se olvidó de la trayectoria política de Boadella fuera de los escenarios. Destacó que el nombre y la fama del dramaturgo ayudaron a que el movimiento de la sociedad civil Ciutadans, convertido en partido político, consiguiese entrar en el Parlamento catalán, a pesar, dijo, de todas las dificultades que encontraron para hacer oír sus propuestas.

El creador y el hombre de familia

El actor Ramon Fontserè, uno de los miembros más conocidos de Els Joglars, la compañía teatral que dirigió Boadella durante más de cuarenta años, recordó las largas sesiones de trabajo ensayando las obras en la ya mítica cúpula de Pruit, en la montaña barcelonesa, rodeados por el paraje boscoso de Collsacabra, que a Josep Pla le recordaba a un jardín inglés. Boadella, dijo, siempre buscaba el ambiente lúdico sin renunciar por ello a la metódica labor de repetición escénica hasta conseguir que sobre el escenario pareciera que todo estaba siendo improvisado.

Albert Boadella

Albert Boadella Dani Pozo

La esposa del dramaturgo, la pintora Dolors Caminal, tomó la palabra para hablar del Albert Boadella menos conocido, el que ha compartido con ella décadas de vida lejos de la luz distorsionante de los focos. Su relación de pareja, dijo, siempre estuvo entre dos mundos aparentemente opuestos. El bullicioso ambiente de la creación teatral y el más silencioso ambiente de familia en el que criaron a sus hijos. Ambos tan imbricados que, en muchos momentos, formaban parte de un todo, condicionándose recíprocamente, como cuando les tocó exiliarse en Francia en pleno franquismo.


El exilio

En su réplica, tras el resto de intervenciones, Albert Boadella se desdobló, como decimos en dos: el agradecido Albert y el más huraño Boadella. Ambos en disputa, dijo, replicándose, contradiciéndose. Y complementándose. Como tantas otras veces en estos últimos años, habló de su exilio en Madrid, a donde tuvo que venir obligado, ante la imposibilidad de trabajar en Cataluña.

El futuro dramaturgo que escriba la obra sobre Albert Boadella tendrá que hablar del exilio. Nombrado en 2008 director de los Teatros del Canal por la entonces presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, presente en el homenaje, Boadella afirmó que durante años se alimentó de las críticas que le hacían sectores de la sociedad catalana. Se alimentaba de ellos para hacerse más fuerte, dijo. Nada le divertía más que ser criticado salvo, tal vez, criticar a su tribu. Criticaba y era criticado. Pero la situación se volvió insostenible y se vio obligado a exiliarse.

El exilio te expulsa de tu tribu de origen y te obliga a aceptar la hospitalidad de la tribu que tenga a bien acogerte. Por hospitalidad o por interés: el exiliado no suele tener mucho margen de elección para preocuparse por las motivaciones de sus huéspedes. Hace unos meses, en plena campaña electoral por las autonómicas y las municipales, subido al teleférico que conecta el Paseo de Pintor Rosales con la Casa de Campo madrileña, un Boadella en compañía de Esperanza Aguirre afirmaba que hacía campaña por Aguirre porque era la que mejor representaba la libertad. La única capaz de frenar a Podemos. Rodeados de medios, Boadella se sentaba por primera vez junto al poder. ¿Estaba ensayando un gag de su próxima obra? ¿O contribuyendo con material biográfico al esfuerzo creativo de ese autor que se atreva, en un futuro, a llevar a escena su vida y su obra, sus guerras y su amor?