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    Antonio López despide al visitante con el retrato de La familia de Juan Carlos I, que "se ha convertido de inmediato en el símbolo de toda una época histórica y también en uno de los más potentes iconos de las colecciones de Patrimonio Nacional.

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    Del Palacio Real también llega el icónico retrato de Isabel la Católica, pintado por Juan de Flandes, en 1500-1504. Este óleo sobre tabla “muestra a Isabel la Católica envejecida, pese a que su edad no era avanzada, ya que murió con 53 años”. Los especialistas aseguran que corresponde a los últimos años de su vida, “tras sufrir tres pérdidas muy dolorosas”. En la sala también presentan las 15 tablas del Políptico de Isabel la Católica, del mismo artista.

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    En la primera sala del recorrido, la más breve, están las piezas de las Coronas y Reinos medievales (del siglo VII al XV), donde destaca la espada que perteneció a los Reyes Católicos. Es “uno de los objetos más emblemáticos de la Real Armería”, situada en el Palacio Real, que pasará a formar parte del nuevo museo. Es la espada, de acero y dorado, que se utilizó para la ceremonia de Fernando III, el Santo. En el anverso de los brazos del arriaz figura el lema “TANTO MONTA”, de Fernando de Aragón.

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    Arranque de la Casa Austria en el recorrido: su primer protagonista es Carlos I. Incluyen esta celada con barbote del emperador Carlos V, “una de las obras maestras del arte de la armadura durante el Renacimiento, su periodo de máximo esplendor”. Es obra del milanés Filippo Negroli, considerado como la figura más destacada del siglo XVI por la alta calidad artística y técnica de su obra.

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    En la sala dedicada a Felipe II no estará -“en la versión inaugural” de la colección expuesta- el colosal Martirio de San Lorenzo, de Tiziano, que queda en la ubicación original de la iglesia vieja del Monasterio. Pero sí se incluye “el impresionante” Cristo crucificado, situado actualmente en la Sacristía mayor escurialense y, por ello, fuera de la visita pública, que conserva todavía el marco que eligiera para él el propio Velázquez.

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    La presencia de El Bosco “en esta primera versión de la colección estable del Museo” estará centrada por la versión de El Carro del Heno que ha permanecido hasta hoy en las salas del monasterio “en un deficiente estado de conservación”, asegura Patrimonio Nacional en su pliego de condiciones del concurso.

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    También del Monasterio del Escorial llega otra pieza capital: La adoración del nombre de Jesús o Alegoría de la Liga Santa, de El Greco, pintada en 1579.

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    Felipe IV fue el rey coleccionista, pero para ver su ambición hay que ir al Museo del Prado. Aquí destaca la presencia de Diego Velázquez por “el espectacular” lienzo del Caballo blanco.

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    Este monarca tuvo también relación con otro de los más grandes maestros del arte europeo de su tiempo: Gian Lorenzo Bernini, del que se podrán ver el Cristo crucificado (1654) y el Modelo para la fuente de los cuatro Ríos, “prácticamente las únicas obras autógrafas de este artista conservadas en España”. También sale del Monasterio del Escorial.

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    De José de Ribera las Colecciones Reales de Patrimonio Nacional conservan algunas obras y se incorporarán a la sala dedicada a Felipe IV, “la monumental” efigie de Don Juan José de Austria a caballo, el único retrato ecuestre conocido hasta hoy del pintor xetabense.

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    Tras las obras de Ribera llegará “el inquietante” lienzo de Salomé con la cabeza del Bautista, de Caravaggio: “Pieza de excepcional calidad en la producción de este artista y, desde luego, una de las mejores entre las escasísimas seguras de su mano conservadas en colecciones españolas, que podrá permanecer de forma permanente en el Museo, convirtiéndose, sin duda, en uno de sus iconos”.

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    La Carroza Negra es un ejemplo de gran “carrose” de mediados del siglo XVII y que la Corte de Luis XIV impuso a toda Europa como paradigma de lujo reservado a los monarcas. Perteneció a la reina Mariana de Austria, segunda esposa de Felipe IV, y sale de los fondos del Palacio Real. La caja es de madera de nogal completamente tallada y teñida para imitar ébano. Decorada con medallones en puertas, ladillos y testeros que representan divinidades de la mitología: Apolo, Cibeles, Flora, Proserpina, Venus y Diana. Y las cuatro partes del mundo: Europa, Asía, America, África, Oceanía.

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    Una de las piezas más espectaculares será “la fastuosa” Góndola de Carlos II, embarcación de recreo napolitana, la más antigua de las conservadas en las Colecciones Reales, exhibida hasta ahora en el llamado Museo de Falúas de Aranjuez. Era utilizada por el último rey Austria en el Estanque Grande del Buen Retiro, pasando ya en el siglo XVIII a La Granja, donde Felipe V la hizo navegar por el estanque conocido como El Mar. Con cerca de 17 metros de eslora y 280 centímetros de manga, en proa está la figura de una sirena con el escudo real y en popa un león alado con cetro y terminación en forma de pez.

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    En la sala dedicada a Carlos III tiene a las tablas de la Lamentación sobre Cristo muerto y El Padre Eterno , de Mengs, uno de sus referentes. La tabla está presidida por el cuerpo semidesnudo de Cristo yacente, sostenido por san Juan, con María Magdalena arrodillada a sus pies y, también llorosa, pero erguida e implorando a lo alto, la figura de la Virgen María. En el ángulo superior izquierdo queda iluminado el Gólgota con las tres cruces.

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    En el espacio dedicado a Fernando VII se expondrán dos pinturas de Goya que han estado reservados a la vista del público, en el Palacio de la Zarzuela, en la residencia de los reyes. Se trata de la Fabricación de balas y la Fabricación de pólvora. Se trata de uno de los escasos testimonios de escenas de la contienda hechas por Goya en pintura. El artista reflejó los episodios de la invasión francesa en la serie de estampas sobre los Desastres de la Guerra.

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    Antes del encargo del retrato de la familia de Juan Carlos I a Antonio López, Patrimonio Nacional confió a Guillermo Pérez Villalta un lienzo “enormemente sugerente” titulado Alegoría de la Paz, con motivo del 25 aniversario de la Constitución española.

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    Es una de las ausencias más polémicas de la selección de obras para el nuevo museo. Juan Carlos I quedó prendado del atleta cósmico que Salvador Dalí pintó por encargo de Francisco Franco. El cuadro debía representar al arte español en los Juegos Olímpicos de México, de 1968. Al término de la competición, el pintor reclamó al Comité Olímpico Español (COE) el pago del cuadro inspirado en El discóbolo de Mirón, que en lugar de un disco en la mano sostiene el sol.